Excesos en el desierto
A Ralph Fiennes le gusta volver al desierto cada cierto tiempo. Antes de ‘El paciente inglés’ ya había interpretado a T. E. Lawrence en ‘Lawrence después de Arabia’. Incluso puso voz a Ramsés en ‘El príncipe de Egipto’. Su vocación africana no impide que en ‘Los perdonados’ se desoriente y sufra un grave accidente. Es el desencadenante de la acción de una película no siempre verosímil, pero a ratos apasionante.
Su pareja en la ficción es Jessica Chastain, con lo que ya tenemos una declaración de intenciones. La actriz, a la que vemos leyendo ‘El inmoralista’, de André Gide, en un detalle almodovariano y poco sutil, brillaría aunque hiciera de banderín de córner en una película sobre fútbol maltés, pero su papel aquí es menos sustancial que el de Fiennes. Este se ve forzado a trabajar con sutileza las contradicciones y debates morales de un hombre privilegiado y no siempre deshonesto.
Estamos pues ante un reparto potente, con aires de realeza gracias a la presencia de Alex Jennings y Matt Smith, el duque de Windsor y el de Edimburgo en ‘The Crown’. Les roban protagonismo sin disimulo los menos conocidos intérpretes africanos (o casi) Ismael Kanater, Saïd Taghmaoui y Mourad Zaoui, todos ellos excelentes en papeles muy diferentes.
El juego de contrastes entre los rubios y adinerados anglosajones y los enigmáticos y mucho más humildes anfitriones funciona bien y sitúa al espectador en un incómodo punto, quizá no tan medio. La confrontación entre ambos ‘bandos’ puede ser sutil y violenta. El guion del también director John Michael McDonagh, aficionado a indagar en las diferencias raciales y de clase, como vimos en la comedia ‘El irlandés’ (no confundir con la de Scorsese), habla de perdón y de impunidad, dos asuntos también presentes en su película ‘Calvary’. Sus reflexiones son pertinentes, aunque cuesta no sentirse manipulado.
Con todo, cabe celebrar que también establezca distintas categorías morales –aquí el color de la piel importa menos– entre las personas capaces o no de perdonar, y entre las que necesitan el perdón y a las que les da igual lo que piensen los demás. Son sutilezas quizá no bien transmitidas del todo, aunque en eso consisten precisamente las sutilezas.