ABC (1ª Edición)

Domar al mar sin brazos ni piernas

Sarah Almagro rozó la muerte en 2018, cuando pasó una meningitis que le hizo perder sus extremidad­es. Cuatro años después, se ha convertido en una estrella mundial del surf adaptado

- PABLO LODEIRO MADRID

El surf, una tradición originada en las entrañas del Pacífico cuando el mundo era un lugar mucho más sencillo, se ha convertido en uno de los deportes más al alza en los últimos años en Occidente, quizás por su alma pacífica, que propone a la naturaleza como compañera y como rival. Una tabla, un neopreno y el rasgar de las olas son sus consignas, las cuales han cuajado a las mil maravillas en España, que por sus condicione­s geográfica­s y climatológ­icas permite a los deportista­s subirse a sus mares y océano durante prácticame­nte todo el año. País Vasco, Cantabria, Canarias, Galicia y Andalucía son sus enclaves más representa­tivos y es en el sur, concretame­nte en las playas de Marbella, donde Sarah Almagro comenzó a surfear con cinco años.

La andaluza, ahora con 21 primaveras, siempre fue una chica normal. Gastaba sus últimos años de instituto como lo hace cualquier otro chaval de su edad, con sus amigos, en la búsqueda de la carrera universita­ria idónea y rodeada de deporte, siempre mucho deporte. Pero en 2018, todo cambió. Sarah empezó a encontrars­e muy mal de salud y, tras una visita al hospital, fue diagnostic­ada con una infección en la sangre que la llevó a sufrir una meningitis meningocóc­ica, lo que provocó que se la indujese en un coma durante nueve días. Pese al tratamient­o, la necrosis se extendió y a los doctores no les quedó más remedio que amputarle brazos y piernas para salvarle la vida. Un año después, su cuerpo volvió a fallar y su padre le cedió un riñón para que se lo trasplanta­sen. Allí, a punto de tirar la toalla, le dijo a su madre que no valdría para nada lo que le quedaba de vida. Se equivocó, pues tres años después, Almagro es campeona de España de surf adaptado y una de las grandes estrellas del panorama tras proclamars­e subcampeon­a del mundo a principio de año en California.

Sarah, que atiende a ABC tras proclamars­e campeona del prestigios­otorneo de Pantín en Galicia, asegura que fue su nueva condición la que la llevó por la vía deportiva, pues necesitaba amplios ingresos para adquirir y mantener las prótesis que ahora forman parte de ella. «Mis padres me dijeron que con el deporte podría costeármel­as, que son muy caras (millones de euros), aunque yo era un poco escéptica. Pero al final sí que me pareció buena idea hacer un deporte. Mi primera opción era el fútbol, que ha sido mi deporte favorito desde pequeña», narra la andaluza, que tras probar todos los palos, en un día de playa como otro cualquiera, conoció a su actual entrenador, Uxío Rodríguez, que le propuso subirse a la tabla, algo que le pareció irrealizab­le en un principio a Sarah. «Me dijo que estuviese tranquila, que todo era posible». En ese momento, comenzó su nueva vida.

De la mano de su entrenador y de su padre, monitor de piscina, aprendió a nadar de nuevo y más tarde, ya con los cuatro estilos dominados, se subió a una tabla. «Fue muy difícil, no podía impulsarme con los pies y tampoco podía dar brazadas. Ahora me meto en el agua yo sola», esgrime Sarah con orgullo y humildad, como todo buen surfista que se precie. Superado el impacto inicial y tras meses de entrenamie­nto, el mar la esperaba, bello desde la orilla pero imprevisib­le una vez se está en él. Le costó lo suyo, pero la dura peregrinac­ión que significab­a ir desde el aparcamien­to hasta el agua es ahora la más dulce de las rutinas para ella: la llevan hasta la orilla en ‘amphi buggie’ (un vehículo de playa adaptado para gente con discapacid­ades). Una vez en el agua y sobre la tabla, su acompañant­e se pone en la parte trasera y, con las aletas enfundadas, la empuja hacia el interior. Es allí, donde rompen las olas, cuando Sarah despega y vuela gracias a la propia fuerza del mar y a su remada, dibuja una estela entre la espuma y acaba, de nuevo, en la orilla. Incluso es capaz de, sin ayuda, volver hacia el interior de nuevo, aunque todo depende de dónde surfee. «En un Cantábrico o en un Atlántico es más difícil remontar».

Pero Sarah se ha reencontra­do al fin con la felicidad. «Pones por encima las cosas positivas de las negativas. Por ejemplo, ahora llevo un mes sin poderme poner las prótesis porque me han hecho una herida. Pero me pasan tantas cosas positivas que las otras van desapercib­idas». Incluso su nueva vida la ha hecho, por ejemplo, ser menos tímida. En California, donde se proclamó subcampeon­a del mundo, fue una de las participan­tes que más focos atraía. Los asistentes al evento estaban fascinados por cómo Sarah domaba al Pacífico. No le quedó más remedio que quitarse el miedo y contarles su historia.

Pese a todo lo que le ha dado el surf y con los Juegos Paralímpic­os en el horizonte, el gran sueño de Sarah es ayudar a la gente a superar problemas con su ejemplo, como hizo en la arena de Pismo Beach: «Decir lo que todos sabemos pero que necesitan que te recuerden. Transmitir un mensaje de ánimo y que todo el mundo, si quiere, puede».

«Cuando estaba en el hospital se me vino el mundo encima, creía que no valdría para nada en lo que me quedaba de vida »

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// ABC ENTRE LA FACULTAD Y LAS PLAYAS DE MARBELLA Sarah, pese a su éxito deportivo, vive en Marbella junto a su familia, estudia en la facultad de Derecho de Málaga y su gran sueño es dar charlas motivacion­ales
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