ABC (1ª Edición)

¡Me cago en el padre de los Lumière!

- ROSA BELMONTE

Si no han visto a Ortega Cano con una bicicleta en la mano y gritando a un reportero de ‘Sálvame’, no han visto la ira en su última manifestac­ión televisiva. Y no es porque los españoles usemos en condicione­s normales el tono que otros guardan para la bronca. En voz muy alta: «¿Qué queréis? ¿Que me ponga violento? ¿Qué queréis? ¿Que vaya a la cárcel? ¿Qué queréis? ¿Qué queréis? ¿Qué queréis? ¡Que me dejéis tranquilo! (esto mucho más alto)». Ese sentimient­o de indignació­n y furia es ira. Claro que el ejemplo cinematogr­áfico más recurrente es Michael Douglas en ‘Un día de furia’, con ese hombre que saboteado por todos y hasta por el aire acondicion­ado de su coche, va pasando del bate de béisbol al cuchillo hasta llegar a las armas de verdad (todo prestado) y acabar con una pistola de agua.

Steinbeck no condena la ira de Tom Joad. En la novela se lee: «En los ojos de los hambriento­s hay una ira creciente. En las almas de las personas, las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, […] listas para la vendimia». Henry Fonda, que es Tom Joad en ‘Las uvas de la ira’, de John Ford, regresa de la cárcel por un homicidio y en el periplo que su familia emprende contra el hambre vuelve a matar a un tiparraco violento que protege a los ricos. Es lo único que le queda. Y eso lo ve Steinbeck, el lector y el espectador. La ira de Jack Nicholson en ‘El resplandor’ es otra cosa. Pero la de Sissy Spacek en ‘Carrie’, otra novela de Stephen King, es la mejor vengadora contra los abusones (abusonas) de instituto.

Siempre ha sido muy fácil ofender a un español. No sé, nombrándol­e a la madre. Pero antes no se les llamaba ofendidito­s. No te cancelaban, no te maldecían en las redes sociales, te pegaban. Miren en 1948 cuando vino Jorge Negrete y fue a la Estación del Norte toda aquella masa de chifladas (por él). Por la noche, en Villa Rosa, preguntó: «Pero… ¿aquí no hay hombres?». Cuenta Enrique Herreros que Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia se le acercó y, alegando hablar en nombre de los españoles, le arreó tal sopapo que lo tiró al suelo. Luis Lucia no pegaba en nombre de los españoles, pero ya sabemos que Fernán Gómez fue un día con él a un bar porque quería pegar a alguien al azar. Lo hizo. El iracundo director fue la inspiració­n para José María Caffarel en ‘El viaje a ninguna parte’. «¡Me cago en el padre de los hermanos Lumière!»

Según Ortega (el otro), no hay pueblo en Europa que posea caudal tan rico de vocablos injuriosos. Quizá Nápoles. Escribió Fernando Díaz-Plaja que con los insultos que tienen que ver con la madre, España no ha llegado nunca al extremo de México, «que en muchos aspectos es España sin Europa». Qué bonito. Pero él no llegó a disfrutar los insultos argentinos a Higuaín por el amistoso previo a Rusia entre España y Argentina en 2018 que acabó 6-1 para la selección española. A Higuaín lo llamaron «cementerio de canelones» o «terrorista de choripanes». Y a Sampaoli, el selecciona­dor argentino, «tobogán de piojos».

La ira puede llegar a la crueldad y a eso que Azorín llamó el canibalism­o español. Lo de «es para matarlo» puede ser una frase, pero ahí está la Guerra Civil. Y ningún escritor de crueldades puede superarla. No me digan si no, esa historia de dos que estaban dando un paseo a otro. Los que iban a dar el tiro se quejaban del frío. La víctima también se quejó del frío. «Cabrón, tú no te quejes, que no tienes que volver».

Imagino al torero con bicicleta marcándose un «¡Me cago en el padre de los hermanos Vasile!».

 ?? // ABC ?? Fernán Gómez (izq.) y Jack Nicholson (arriba)
// ABC Fernán Gómez (izq.) y Jack Nicholson (arriba)
 ?? // ABC ?? José Ortega Cano
// ABC José Ortega Cano
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain