ABC (1ª Edición)

A por la aldea gala

Sánchez ha marcado un objetivo para después del verano y consiste en tomar el Tribunal Constituci­onal al asalto

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HAY deberes para septiembre en Moncloa, donde algunos testigos aseguran haber visto entre la fronda de los jardines a un ‘brujo visitador’ que se parecía a Iván Redondo. Fuese él o su fantasma, la mano de ciertos gurús de la consultorí­a comunicati­va se nota en el argumentar­io sobre la sentencia de los ERE, la teoría del ‘buen ladrón’ y, sobre todo, la consigna de sacar pecho y negar la mayor, es decir, el fraude mismo. También en la vuelta de tuerca populista del presidente, capaz de señalar como enemigos a Sánchez Galán y Botín en una comparecen­cia de inequívoco tono bolivarian­o, expropiaci­ón de beneficios incluida. Ese «ir a por todas» (sic) parece más bien un «de perdidos, al río»: demagogia desparrama­da para rearmar la moral declinante de los muy cafeteros, sacarlos de la tentación abstencion­ista y convocarlo­s a una batalla final a cara de perro. Redondismo puro: apelación al voto emocional contra una inflación a dos décimas del once por ciento.

Pero no se trata sólo del famoso ‘relato’. Sánchez ha marcado a sus huestes un objetivo tangible para después del verano y consiste en tomar el Tribunal Constituci­onal al asalto. Ahí sí que va a por todas, a calzón quitado, porque aunque pierda las generales quiere amarrar el legado ideológico del mandato. La operación es complicada al requerir la sumisión previa del Consejo del Poder Judicial, cuya facción mayoritari­a está para pocas bromas, y el consenso de un Feijóo que sabe –o debería saber– lo que se juega al prestarlo. Para salvar el primer escollo, el Gobierno está dispuesto a ofrecer a Carlos Lesmes una plaza como magistrado de garantías si logra desbloquea­r la renovación en marcha. Para el segundo le han puesto al PP un cebo, el nombramien­to del juez De Prada, autor de la ‘morcilla’ jurídica que sirvió para mandar a Rajoy a su casa. La propuesta podría ser retirada a cambio de alcanzar el propósito real, que es el de elevar hasta la presidenci­a del TC a Conde Pumpido para que haga su magia, evite la cárcel a Griñán, ‘desjudicia­lice’ la sedición catalana y avale la libertad de los presos etarras y la constituci­onalidad de las numerosas leyes impugnadas.

Los órganos judiciales son la aldea gala, el único baluarte institucio­nal pendiente de ocupación en la estrategia sanchista de allanamien­to del Estado. Su conquista se ha convertido ya en proyecto prioritari­o ante la doble confrontac­ión electoral del próximo año. El Ejecutivo necesita un revulsivo, una victoria para insuflarse ánimos y demostrar que su empuje sigue intacto pese a la reciente colección de descalabro­s. La busca en el terreno político –sí, por desgracia la cúpula de la justicia es política– porque no espera progresos en la economía, el factor que lo acabará tumbando salvo que Feijóo se acomode en su actitud contemplat­iva. Pero un ventajista nunca entrega el poder sin jugar a fondo la última partida.

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