La clase del 81
Los datos de EE.UU. muestran que la experiencia directiva empieza a vivir en cuerpos mucho mejor conservados
Un par de lecturas muy sugestivas, además del inevitable paso de los años, me llevan al tema del envejecimiento. Byrne Hobart se pregunta en su blog ‘The Diff’ si acaso todo está envejeciendo en EE.UU. Su preocupación nace de la cultura: «Estamos escuchando música antigua y viendo actores mayores en películas que son en su mayoría versiones de franquicias existentes». El dato no me parece tan extraordinario, porque Hollywood siempre ha hecho ‘remakes’ o secuelas, pero
Hobart cita indicadores políticos que resultan llamativos: el Senado de EE.UU. es el más envejecido que jamás ha existido, su presidente ‘pro tempore’ tiene 82 años, los líderes de los partidos 71 y 80 años, y la presidencia la ocupa un hombre que a los 77 años compitió contra un presidente de 74 años.
Hoy, el poder en EE.UU. se parecería más al de la Unión Soviética de Chernenko (1984-85) que al de una moderna y pujante democracia.
Pero, quizá el dato más relevante sea que entre 2005 y 2019, la edad promedio de los nuevos consejeros delegados (CEO) de las 500 empresas estadounidenses más grandes pasó de 45,9 a 56,8 años, un aumento de casi 11 años que va en sentido contrario a lo ocurrido entre 1980 y 2001 cuando la edad promedio de los CEO se redujo cuatro años, según la consultora ChristKolder Associates. Por lo tanto, el mejor prescriptor para adivinar si un gestor llegará al máximo puesto ejecutivo es que pertenezca a la categoría de ‘boomer’ (nacidos en EE.UU. entre 1946 y 1964). «Debe haber algo realmente especial en la clase del 81», dice Hobart.
Al menos en EE.UU. algo ha cambiado en los últimos años en la forma de contratar y promover directivos, algo ha variado de cara a las prejubilaciones (ahora menos incentivadas) y, sobre todo, algo se ha modificado respecto al envejecimiento. Antes, el problema era que cuando una persona alcanzaba un grado de experiencia interesante, su condición física se deterioraba y hacía imposible aprovechar sus habilidades. Hoy, la experiencia empieza a vivir en cuerpos muchísimo mejor conservados.
Hay un aspecto interesante. Hobart sugiere que, hasta la década de 1980, los avances médicos se compensaban con una serie de hábitos nocivos (alcoholismo, tabaco, drogas, etc.), pero a partir de entonces, el estilo de vida ha mejorado mucho lo que ha permitido la supervivencia en mejores condiciones. El envejecimiento, además, es un indicador de la creciente aversión al riesgo.
El estereotipo indica que los jóvenes son más flexibles y los mayores se fijan más en sus costumbres. Pero hay un contraejemplo importante: en las ‘startups’ y otras firmas que están sesgadas hacia los jóvenes y que viven un rápido crecimiento, se produce una especie de ‘barrera del sonido’ cuando sus directivos, que nunca han pasado por momentos críticos, se topan con problemas. Cuando llega ese momento se echa en falta la experiencia de gestores que hayan visto un par de ciclos económicos más.