El nombre del juego
El presidente del Gobierno no desaprovecha la ocasión de desaprovechar la ocasión. No hay día en el que no persevere en el volantazo populista que dio hace unas semanas. Lo de los últimos días es difícil de definir. Con descalificaciones ‘ad hominem’ u ocurrencias de chino de la esquina ha decidido irse de vacaciones. Igual hace descalificaciones ‘ad hominem’ que recomienda quitarse la corbata. Es todo tan chusco que resultaría grotesco sino fuera el protagonista la persona que preside el Consejo de Ministros.
Que haya nombrado a dos importantes empresarios españoles en su último discurso descorbatado es un buen indicador de que lo de menos es con cuanto arrimen el hombro y lo de más es aparecer como el azote del ‘establishment’ empresarial. El mismo que hace pocos meses hacía todo lo posible por que lo más granado del empresariado español le arropara en las presentaciones de, por ejemplo, las iniciativas de los fondos europeos, hoy se enfunda el chándal y los señala con el dedo. Es tan ridículo que solo se puede entender como medida de su desesperación demoscópica. Y es tan impostado que no le puede salir bien.
Supongo que como comentan los que saben de esto, lo que pretende es fijar un suelo por la izquierda porque el centro lo da por las buenas razones por perdido y tratar de no pasar a la historia como quien enterró al PSOE. Tratar de capitalizar el invierno del descontento con mensajes ramplones y propuestas descabelladas. Es el más difícil todavía del cuanto peor, mejor, pero orquestado desde los que están al frente. El descontento no sé cuanto podrá llegar a ser en los próximos meses, pero quien no puede tratar de beneficiarse del mismo es quien ha estado al timón. Es, en definitiva, un sin sentido de tal calibre que podría tratarse perfectamente de una filigrana del mismísimo Iván Redondo. Nunca se sabe.
En este sálvese quien pueda en el que está instalado, las elecciones generales las hará coincidir con municipales y autonómicas en mayo. Contra viento y marea, los barones y alcaldes no pueden imaginar un peor escenario que compartir cartel con su líder el año que viene, Pedro Sánchez está de nuevo en la carretera.
Lo malo es lo que todavía nos queda por oír. Y lo bueno es que es una estrategia que está mal parida y que no puede acabar bien.