ABC (1ª Edición)

«Si en 20 años no has leído los clásicos, no lo harás en verano»

» Es el autor de las vacaciones, la época en la que sus historias tienen más reclamo entre los lectores de España

- KARINA SAINZ BORGO

«No hay verano sin Dicker». Así reza la frase con la que la editorial Alfaguara ha cubierto los autobuses de Madrid para promociona­r la más reciente novela del autor suizo. Desde que publicó en España ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’, en 2013, Joël Dicker ha acaparado el estío y se ha subido al podio del ‘bestseller’ vacacional. Once años después de la novela que lo catapultó al éxito, Dicker regresa con ‘El caso Alaska Sanders’, una historia que arranca donde aquella novela termina.

Lo más veraniego de sus novelas es, justamente, el policiaco, el género literario preferido de quienes desean desconecta­r. En esta nueva entrega, el joven escritor Marcus Goldman y el sargento Perry Gahalowood deberán desentraña­r quién era realmente Alaska Sanders, una mujer cuyo cuerpo sin vida aparece nada más comenzar la historia. A medida que avanzan en la investigac­ión, resurgirán los fantasmas del pasado, incluido el de Harry Quebert, el personaje con el que comenzó todo.

Empacar

Nadie más propicio entonces que Joël Dicker para preparar y empacar maletas. Él es el hombre que hace verano al verano; el autor de las piscinas, los aviones y las hamacas; el dueño, cómo no, de la lectura de los vacacionis­tas. Su éxito estival no lo exime de triunfar en invierno, pero es, a su manera, una forma de jugar con ventaja en las mesas de novedades, porque su inercia se mantiene hasta otoño o invierno: el tiempo necesario para ponerse al día con sus libros anteriores.

—Nunca le importó lo de ‘bestseller’. ¿Ahora menos?

—No me planteo ese tipo de cosas. Lo único que me interesa es contar una historia. Tengo enfrente a mis lectores y experiment­o la sensación de avanzar con su acuerdo, con su asentimien­to. En la medida en que yo vea clara la historia y sea capaz de escribirla de esa forma, ellos avanzarán conmigo. Quiero escribir cada vez más y mejor para conseguirl­o.

—Leer es viajar, ¿escribir qué supone?

—La literatura en general es un viaje extraordin­ario, sobre todo en momentos difíciles. Lo vivimos en la pandemia, cuando estuvimos encerrados. Ahora nos angustian la guerra de Ucrania, la inflación, la subida de los precios, la gasolina, el gas, la luz... Una forma de aislarnos de todo eso está en los libros. La literatura es un escape mucho más efectivo que una serie de televisión o una película.

—Insisto, ¿qué es escribir para Joël Dicker?

—Es un viaje personal, el mismo que ofrece la lectura. Me hice escritor porque me gustaba leer. Es una experienci­a potente y emocionant­e.

—¿Por qué el policiaco funciona tan eficazment­e en las lecturas de verano?

—Crea una relación directa con el lector. Es decir, el escritor es alguien como tú o como yo: alguien que va a llevar una investigac­ión con los mismos medios que tenemos a nuestro alcance. Eso lo acerca a las personas. Además, la novela policial es como el hilo de un ovillo.

—¿Sirve tanto para un roto como para un descosido?

—Es el género más extenso que existe. Aporta una libertad creativa enorme. Y lo que me gusta, a título personal, tanto en las novelas como en la vida cotidiana, es preguntarm­e por qué la gente es como es y por qué hace lo que hace. Y eso forma parte de la esencia del policiaco.

El mapa de Dicker

Hijo de un profesor universita­rio y una madre librera, Joël Dicker nació en Ginebra en 1985. Aún mantiene su aspecto de debutante. Todo en él es pulcro, empático, pero no excesivo. Su inglés afrancesad­o tiene trazas de acento americano, acaso porque ha vivido largas temporadas en Estados Unidos. Esta mañana, sin embargo, Dicker prefiere hablar en francés.

Segundo de cuatro hermanos, comenzó a escribir muy pronto, en la adolescenc­ia. La primera vez que envió un relato suyo a un concurso decidieron no premiarlo. Al abrir la plica les pareció muy joven. Por eso le dieron mención de honor. Para Dicker, los libros son como las montañas: imponentes y agotadores, pero bellos en el proceso que encarna completarl­os. Por eso lleva en su equipaje zapatillas de deporte: para él, salir a correr equivale a sentarse a escribir.

Dicker entiende el viaje desde muy joven. Siendo apenas un jovencito, se marchó a París para estudiar arte dramático, pero se dio cuenta de que no era lo suyo. Al mismo tiempo que estudiaba derecho en Ginebra, empezó a desarrolla­r de manera sistemátic­a su escritura.

En 2009, con 25 años, ya había terminado ‘Los últimos

‘Bestseller’

«No me planteo ese tipo de cosas. Lo único que me interesa es contar una historia»

Leer

«La literatura es un viaje, sobre todo en momentos difíciles: lo vivimos en la pandemia, cuando estuvimos encerrados»

Kit de escritura

«Hago fotos a las páginas de las libretas, para no perder los apuntes»

Equipaje de mano

«Llevo también mi ordenador. Me permite transcribi­r lo que tengo en libretas»

Libros

«Creí que el verano era el momento de leer los grandes clásicos.

Ya no lo hago»

Bolígrafos

«Llevo muchos. En los aviones la tinta se escapa y lo mancha todo»

Lo que no puede faltar

«Las zapatillas y la ropa de correr. También las gafas de sol y libros que tengo pendientes»

días de nuestros padres’. «Me tomó dos años encontrar quien la publicara. Desde ese momento hasta 2012 escribí ‘La verdad sobre el caso de Harry Quebert’. Mi editor quiso publicarla­s casi a la vez. A mí no me parecía lógico sacarlas con una diferencia de seis meses. Pero él me dijo: créeme, va a funcionar». Y funcionó.

Algo en este escritor se parece a sus personajes: busca su lugar en el mundo, se escala en los sentimient­os y experienci­as. «El tema común de mis novelas, el más importante, son las personas: cómo son, de qué manera se comportan y se relacionan. Nadie es blanco o negro. Mis personajes habitan una zona gris. Puedes tener unos celos enormes de tu mejor amigo, pero si lo admites quizá puedas llevarlo mejor. Ese para mí es el gran tema. Tenemos que lidiar con lo que somos», explica.

—Escribe desde tan joven, que ganó Le Goncourt des lycéens... ¿Y luego?

—Fue un gran cambio. De pronto la gente me identifica­son ba como escritor, pero cinco meses antes nadie me conocía como tal.

—¿Por qué no lo paralizó el éxito?

—He tenido la suerte de haber escrito los libros antes. Harry Quebert era mi sexto libro. Eso es importante tenerlo en cuenta. Cuando llega el éxito hay muchos sentimient­os ligados. Creo que la prudencia y el trabajo me han permitido mantener la calma.

—En sus libros se repite la idea de no conocer a quienes nos rodean. ¿Por la maleta se saca al pasajero?

—Hay que quitar la máscara a las personas y a los personajes. En una sociedad como la actual, tenemos distintos niveles de ocultamien­to: está la máscara de la buena educación, del buen humor, de la buena apariencia. Eso se ha visto reforzado por las redes sociales, donde lo que proyectamo­s siempre sustituye a lo que somos. Todo va bien: el matrimonio es extraordin­ario, nuestros hijos maravillos­os y nuestra vida es perfecta. Eso plantea preguntas. La vida no está hecha de momentos extraordin­arios.

De avión en avión

Desde que comenzó su carrera, Joël Dicker ha vendido más de seis millones de ejemplares y ha sido traducido a más de 40 idiomas. Lo reclaman en los festivales y encuentros literarios de los lugares donde se publican sus libros. Por eso conoce los aviones y los trenes como la palma de su mano, y aunque procura concentrar toda la promoción en bloques, acaba siempre en un aeropuerto o una estación.

Al momento de conceder esta entrevista, el escritor acababa de llegar de un viaje de promoción. Desde febrero de este año ha encadenado un compromiso tras otro. Hacer maletas le sale natural y por eso tiene bastante claras las cosas que necesita llevar: lápices, libretas, bolígrafos, libros y zapatillas.

—¿Qué mete en una maleta el Joël Dicker escritor?

—Mis cuadernos para escribir y muchísimos bolígrafos. Sobre todo si voy en avión, porque la tinta se escapa un poco y se vuelve todo un desastre.

—¿Se considera maniático con estas cosas?

—No diría maniático, tengo mis propios bolígrafos y los llevo siempre conmigo.

—¿Escribe como en el XIX?

—Llevo también mi ordenador, porque en un momento me permite transcribi­r mis notas. A veces con el móvil le hago fotos a las páginas de las libretas, para no perder los apuntes. Pueden mojarse, y en ese momento se pierde todo.

—¿Qué empaca Joël, el que no es el Dicker escritor?

—Las zapatillas y los pantalones de correr. En general llevo los libros que no he tenido tiempo de leer a lo largo del año. Los recopilo, los ordeno en una torre y voy cogiéndolo­s.

—¿Hay algún libro o clásico que sea el gran postergado de sus libros de verano?

—Es algo que he dejado de hacer. Como suele ocurrir a todo el mundo, yo también creía que el verano era el momento perfecto para leer los grandes clásicos. Pero si han pasado veinte años y no te has leído los clásicos aún, ¿qué te hace pensar que de verdad lo harás en verano?

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 ?? // ISABEL PERMUY ?? Dicker, en Madrid, afinando su maleta para la promoción de su libro
// ISABEL PERMUY Dicker, en Madrid, afinando su maleta para la promoción de su libro
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