«Tenemos más de 400.000 seguidores en TikTok»
—El Prado salva el honor de Madrid.
—Ahí estamos. Va justito.
—En Barcelona, el museo más visitado es el del Barça.
—El peso de la Historia es importante. El Museo del Prado es el principal reclamo turístico desde el siglo XIX, y durante años quizá el único.
—Pero si fueron ustedes la capital de un imperio.
—Sí, pero no tenemos tantos museos o palacios, o un urbanismo monumental, como por ejemplo tienen Londres y París. El Prado es su contenido y su continente, y además está en una de las pocas ubicaciones de Madrid que aún reflejan lo que en Europa es una gran capital.
—Y todo esto para ganar al Barça.
—Hace 30 años nos llamaban el museo enfermo de Europa, pero ha habido un esfuerzo y una constancia y ahora nos sentimos razonablemente orgullosos. Nuestra adaptación tecnológica está considerada entre las mejores del mundo. Tenemos más de 400.000 seguidores en TikTok.
—¿Cómo cree que le sienta a Velázquez en el Cielo lo del TikTok?
—Seguro que bien, pero con una gran sorpresa, porque era un autor palaciego, sólo para los ojos de unos pocos. No llega al gran público hasta que se abre el Museo del Prado.
—¿No buscaba la eternidad?
—Fuera de la Corte no lo conocía nadie. Pero es cierto que a partir del Renacimiento a muchos autores se les nota que buscan perdurar con su pintura a través del tiempo. Otra cosa es que la pintura no era un arte de masas en aquella época.
—Francesc Cambó, Alfonso Guerra.
—Cambó dice en sus diarios que cuando en el Congreso había demasiado ruido se iba al Prado para estar solo y poder pensar. Alfonso Guerra también explica que al día siguiente de la victoria del PSOE de 1982 necesitó estar solo y se fue al Prado. El turismo de masas es algo relativamente nueva para el museo. La afluencia de público se ha multiplicado por 5 o por 6 en los últimos 20 años.
—¿España se vende bien?
—Tenemos que vendernos mejor y con argumentos más variados.
—Tenemos el mejor país del mundo.
—Y un concepto no demasiado elevado de nosotros mismos.
—Un madrileño cuando viaja va a más museos que en Madrid.
—Es así pero pasa lo mismo en todas partes. Las estadísticas están ahí y son muy similares. Cuando vas fuera intentas verlo todo.
—¿Pasea de noche por el museo?
—Alguna vez lo he hecho. Es la primera fantasía que intentas realizar cuando te nombran director. Una vez lo has hecho, lo que quieres es que las salas estén llenas.
—¿Le ha servido para ligar?
—Es que yo llegué ya casado. Pero en los años 50, 60 y 70 si querías ligar con una extranjera tenías que ir al Prado. La mayor concentración de suecas de la ciudad la teníamos aquí en el Museo.
—Dicen que funcionaba.
— Los más tímidos saben que epatan más con un comentario ingenioso sobre Las Meninas que con una copa en la mano.
—Los dineros.
—El Prado tiene desde 2003 una ley propia. Es la primera institución cultural que la tuvo. Antes de la pandemia, el 65-70% de nuestra financiación salía de los recursos que éramos capaces de generar. Los ingresos cayeron en picado con el cierre y ahora nos estamos recuperando. De todos modos, creo que habría que llegar a un equilibrio de mitad y mitad, porque en un Estado sin ley de Mecenazgo, una autofinanciación superior al 50% pone al museo en una cierta sensación de precariedad.
—¿Lo virtual sustituirá la visita?
—Las reproducciones digitales son técnicamente indistinguibles del original. Ahora se hacen incluso con textura, con el relieve de la pincelada. Pero no se trata de técnica sino de sensaciones. Es el áura de Benjamin.
—El aire de Las Meninas.
—La tecnología no sustituye la contemplación, al contrario. El conocimiento virtual aumenta las ganas de visitar el original.
—¿No querría fugarse con su cuadro preferido para vivir con él y que nadie le molestara nunca más? —Entiendo el sentimiento pero no es el mío. Me gusta verlo y que lo vean los otros.
—Esto es sexo en grupo.
—En el instante que lo veo es enteramente para mí, aunque el siguiente visitante venga a desmentirme. Supongo que el amor no es tan distinto.
Don Miguel Falomir (Valencia, 1966) es un erudito, un estudioso, es un conservador minucioso, pero a la vez es un director del Museo del Prado que entiende el peso de la tecnología y que vive en la realidad de nuestra era. Sabe qué es TikTok y ha metido a Velázquez.