Olviden la corbata
La Constitución llama soberano al pueblo, que se lo cree, mientras permite semejante reparto
LA mesa de diálogo entre el Gobierno español y el catalán, situación en sí misma ya escandalosa, dio algunos frutos lingüísticos opacados por el importante asunto de la corbata de Sánchez.
Cuando el PSOE no encuentra más dinero ajeno que dar, lo siguiente es repartir el idioma común. Derechos lingüísticos o nuevas facultades al respecto. Esto lo hace el PSOE y lo hizo el PP, y todo apunta a que lo volverá a hacer. Aquí todos ‘lo volverían a hacer’.
‘El País’ aplaudió al día siguiente el acuerdo con un editorial: ‘Un estado, varias lenguas’. Eso ya lo había, pero ahora se empieza a ver de otra manera: un Estado, varios países en potencia; un Estado fragmentado en territorios donde mandan élites con el atributo lingüístico, protegidas por la lengua, amuralladas por ella y donde, y esta es la novedad, el español ya no entra, ya está excluido de la oficialidad. Se hablará en la calle porque no hay suficiente presupuesto para tapar la realidad, pero en esas regiones no se estudiará, aprenderá, dispondrá o deliberará libre y normalmente en español. El incumplimiento catalán de la sentencia del Constitucional se convierte así en modelo, en ‘nuevo impulso’ para un Estado autonómico que se barroquiza por días: las bilaterales, la ‘onu’ de presidentes o nuevas formas monárquicas, como las de Bonilla en su investidura bajando las escaleras de palacio de la mano de la primera dama…
España queda cuarteada y las nacionalidades van definiéndose: estatalidades con lengua propia y, por tenerla, con capacidad para negar el español y para redefinir el ‘demos’, el nosotros, el sujeto político...
El resto de España, «la que no puede ser otra cosa», también autonomizada, se dividirá en ‘colectivos’ e identidades sexuales.
Viendo viejos programas de La Clave con motivo de la muerte de Balbín, encontré a un político de entonces, socialista, definiendo el Estado autonómico: «la soberanía es del pueblo español, pero el poder político se reparte». La Constitución llama soberano al pueblo, que se lo cree, mientras permite semejante reparto.