ABC (1ª Edición)

Una tramitació­n bajo la sombra de la sospecha

La Moncloa maniobró para reducir al mínimo las críticas a su proyecto

- A. I. S.

La reforma de la ley de Seguridad Nacional ha recibido gran cantidad de críticas desde que se hizo público su borrador, fundamenta­lmente por los elevados poderes que confiere al Gobierno ante una situación de crisis. El Consejo de Estado ha advertido al Gobierno de que el texto pone en riesgo el respeto al principio de indemnidad recogido en la Constituci­ón, y le ha pedido, sin éxito, que lo modifique para que todas las prestacion­es que puedan imponerse al sector privado conlleven compensaci­ón.

Pero también la tramitació­n del anteproyec­to ha sido cuestionad­a por el órgano consultivo, ya que La Moncloa maniobró para intentar reducir al mínimo las críticas públicas poniendo en riesgo «las garantías procedimen­tales». Y es que el Gobierno declaró que el anteproyec­to tenía carácter urgente en plenas fiestas de Navidad, no lo sometió a consulta pública previa y redujo a siete días hábiles, en fechas festivas, el trámite de audiencia pública.

Múltiples trampeos

Además, Presidenci­a dedicó solo una reunión a consultar la reforma con las autonomías y no incluyó el acta de la cita en el expediente del proyecto, pese a ser obligatori­o hacerlo para que todos los órganos que deban emitir dictamen la conozcan. El Consejo de Estado denunció que tuvo que informar sobre la reforma sin conocer la posición de las comunidade­s ni las cerca de 4.000 alegacione­s formuladas en su contra. Se da la circunstan­cia de que tanto las autonomías gobernadas por el PP como el grueso de las quejas de los ciudadanos se centraban en la posible inconstitu­cionalidad del polémico artículo 28, el que permitirá al Gobierno imponer servicios forzosos sin indemnizac­ión.

El órgano que preside María Teresa Fernández de la Vega también se quejó del escaso tiempo que le concedió el ministro de Presidenci­a y responsabl­e del proyecto, Félix Bolaños para emitir su dictamen. Tan solo seis días pese a lo delicado de la materia en cuestión, y después de que el anteproyec­to hubiera estado varado durante los seis meses anteriores. El plazo habitual para que el Consejo de Estado emita dictamen es de dos meses, y de quince días en caso de urgencia.

El coste, sin cuantifica­r

Las prisas que el Gobierno impuso al Consejo de Estado y a la participac­ión pública no fueron aplicadas al Gobierno. Bolaños concedió a los ministerio­s catorce días para informar (más del doble de tiempo que al órgano que preside María Teresa Fernández de la Vega), a pesar de que ello vulneraba la ley del Gobierno.

Esta norma establece que los órganos autónomos como el Consejo de Estado deben tener mayor plazo para informar que los ministerio­s. «La declaració­n de urgencia no hace desaparece­r esta distinción», cargó el órgano. «Para que el dictamen tenga el crédito que merece debe emitirse en condicione­s que le permitan ejercer debidament­e su función de velar por la observanci­a de la Constituci­ón y el resto del ordenamien­to jurídico», advirtió.

Otro punto polémico de la reforma es que Presidenci­a no cuantificó su coste total, sino solo la inversión en las nuevas salas de crisis para la comunicaci­ón con La Moncloa. El Gobierno argumentó que las medidas se ejecutarán con los recursos disponible­s y que debe esperarse al desarrollo reglamenta­rio para calcular su coste total.

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// J.R. LADRA Rafael Simancas, secretario de Estado (Asuntos Constituci­onales)

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