ABC (1ª Edición)

Fin de una época

A pesar de la caída del líder, Al Qaida sigue viva gracias a sus franquicia­s y a los talibanes

- LUIS DE LA CORTE LUIS DE LA CORTE IBÁÑEZ ES PROFESOR DE LA UNIV. AUTÓNOMA DE MADRID

Hijo de la clase media piadosa e ilustrada cairota, joven cirujano, Ayman al Zawahiri tuvo todo a su favor para convertirs­e en un ciudadano ejemplar. Pero también creció en el entorno y recibió los estímulos idóneos para transmutar­se en un extremista astuto y peligroso y estos últimos condiciona­ntes pesaron más que todos los demás. La autoría islamista del complot que acabó con la vida del presidente egipcio Anuar el Sadat (1981) le supuso la cárcel y el afianzamie­nto de sus conexiones con la Yihad Islámica de Egipto. Sus viajes a Pakistán en la década de 1980 le pusieron en contacto con los promotores árabes de la yihad afgana contra los soviéticos y con Osama bin Laden, a quien empezó atendiendo como médico y acabó apoyando para lanzar una yihad mundial. Así, el médico se trocó en asesino de masas

Tras el 11-S ayudó a mantener en pie la estructura de Al Qaida en condicione­s extremas. Reemplazar al saudí en el plano simbólico era imposible y tampoco lo procuró. Zawahiri no tuvo el halo carismátic­o de Bin Laden, pero tenía ganado el respeto de muchos acólitos, una formación religiosa más amplia, una mente estratégic­a e indudables dotes para la intriga. Apostó por priorizar la lucha contra el ‘enemigo cercano’ (la yihad en países musulmanes) frente al terrorismo contra el ‘enemigo lejano’ (Estados Unidos y Occidente), contribuye­ndo a la pervivenci­a de la marca Al Qaida y la multiplica­ción de filiales y focos de actividad insurgente contra gobiernos ‘apóstatas’ y ejércitos infieles. Sin embargo, no anticipó que la filial iraquí y su líder Bagdadi se atreverían a fracturar el movimiento yihadista y proclamar un nuevo califato.

La muerte de Zawahiri supone el fin de una época, pues era el último gran líder yihadista coetáneo de Osama, pero se ha producido cuando la ONU acababa de advertir que Al Qaida sigue viva gracias a sus franquicia­s y a los talibanes. Y lo mismo ocurre con Daesh (Estado Islámico). El fin de una época probableme­nte no traerá el fin de la yihad.

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