«Atrapados en lo políticamente correcto, nos da miedo decir lo que pensamos»
▶ Debuta hoy en el Festival de Teatro Clásico de Mérida como protagonista de la divertida comedia de Plauto ‘Miles Gloriosus’
«No olvidemos nunca que cuando el sentido del humor entra en una sociedad las cosas mejoran»
«Los tengo, y más en este gran teatro. Pero una vez en el escenario se pasan. Estoy muy ilusionado»
El popular y querido actor y presentador, nacido en Baracaldo en 1960, estudió Derecho y fue profesor en la Universidad del País Vasco. Pero, nos confiesa, aunque en su familia no había antecedentes artísticos, desde siempre tuvo muy claro que su pasión era el espectáculo: «Lo bueno es que las generaciones vayan cambiando. Hijo médico de padre y abuelo médico es muy aburrido. En mi familia tuvimos un latigazo, un cambio radical conmigo. Ya en 1980 fundé la compañía La Espuela, y, luego, en la Universidad del País Vasco, con el buen Pedro Barea, que también era profesor y crítico de teatro, hoy en ‘El Correo’, pusimos en marcha el Aula de Teatro. En el País Vasco siempre ha habido una gran inquietud teatral, y en los setenta y los ochenta nacieron grupos míticos y salieron extraordinarios actores». Ahora, se enfrenta al reto del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, protagonizando ‘Miles Gloriosus’, de Plauto, coproducción del Festival y de Arequipa Producciones, en versión de Antonio Prieto y montaje de Pep Antón Gómez.
—¿Cómo afronta su debut en Mérida?
—Estuve cinco años presentando los premios Ceres, pero como actor no había estado nunca. Sí como espectador, pero es otra cosa. Estás muy relajado, dispuesto a tener una buena experiencia y a pasártelo bien. Como actor delante del público implica una enorme responsabilidad.
—¿Impone el escenario emeritense? ¿Está nervioso?
—El público impone siempre, pero más cuando son 3.000 personas y en un espacio tan emblemático como el Teatro Romano de Mérida. Tengo mucha ilusión, estoy como un niño deseando pisar las tablas. Siempre hay nervios, aunque se lleve muchos años en la profesión. Pero eso está muy bien, porque facilita que tengas una mayor concentración. Y una vez que estás en el escenario, los nervios se te pasan. El público te retroalimenta. Actuar para 3.000 espectadores va a ser una delicia.
—¿Cómo es su personaje?
—El militar fanfarrón al que dedica esta obra nuestro amigo Plauto es el hombre que tiene todos los defectos en todas las épocas. Es un hombre con una tremenda vanidad, muy soberbio, acostumbrado al halago, que se cree el rey del mambo, que piensa que todas las mujeres están loquitas por sus huesos. Ejerce el poder de una forma despótica y solo le interesa acostarse con el mayor número posible de mujeres, utilizando cualquier tipo de estratagema. Es un personaje abyecto, lo que pasa es que como suele ocurrir con Plauto y también con muchos de sus coetáneos, pero especialmente con este gran comediógrafo, aunque se aplica en toda la obra a vilipendiarlo, a criticarlo, al final busca un final feliz, la redención de los personajes, y a ‘Miles Gloriosus’ también le ofrece esa posibilidad de redención. Ese camino es el centro de la función. Ver su evolución.
—¿La versión y el montaje son fieles al original?
—Queríamos respetar la estructura de Plauto. Se ha alterado, lógicamente, la extensión de la pieza. La original es mucho más larga. La adaptación es mínima, hay algún tipo de licencia artística que nos hemos permitido, que no le puedo desvelar, es una sorpresa, y también hemos acomodado los diálogos al lenguaje de hoy para hacer la obra
más accesible.
Pero los clásicos tienen una gran ventaja, y Plauto no es una excepción, y es que ‘Miles Gloriosus’, a pesar de estar escrito hace miles de años, es muy actual, muy moderno, por los problemas que trata y por la forma en que lo hace. Y el sentido del humor que utiliza.
—¿El sentido del humor es hoy más necesario que nunca?
—Los clásicos decían que las malas costumbres morales había que corregirlas con humor. Y es verdad. El sentido del humor es la vaselina que permite que se puedan examinar cuestiones y problemas de todo tipo para ponerlos de manifiesto, para criticarlos e intentar mejorar. Lo que ocurre es que el sentido del humor va por épocas y también depende un poquito de cómo esté la sociedad civil en cada momento. Ahora hay que reconocer que llevamos un tiempo en el que todos nos sentimos muy ofendiditos, muy especialitos, y no estamos contentos con la etapa que nos ha tocado. Y probablemente con razón: pandemias, restricciones de todo tipo, guerras que nos afectan... Hay como una especie de malestar general que hace que seamos muy sensibles y que no siempre empleemos y aceptemos el sentido del humor. Pero cuando el sentido del humor entra en una sociedad, las cosas mejoran. No hay que olvidarlo nunca.
—¿En la actualidad hay mucha autocensura?
—Estamos atrapados en lo políticamente correcto, todos queremos ser extremadamente escrupulosos, nos da miedo decir lo que pensamos porque además las redes sociales te pueden lapidar en cinco minutos. Esto produce a veces una realidad distorsionada y empezamos a vivir en una gran mentira. Estamos mucho tiempo frustrados por no manifestar lo que pensamos, y vivir en esta especie de acuerdo tácito de no me hinches las narices y no te las hincho a ti. Llega un momento en el que esto no puede funcionar, pues no se puede estar todo el rato instalado en la mentira. Al final, no somos felices. Y todo se ha politizado a los extremos, hay que tener especial cuidado. Me parece que todo esto es una pena. No creo que hoy tengamos la libertad que teníamos hace veinte años.
—¿Cómo ve ahora el teatro?
—Se está recuperando. Se encuentra en un buen momento. Es un espectáculo en vivo, irrepetible, la gente ha vuelto en tromba. Espero que se mantenga y que no nos afecte lo que se avecina, la crisis económica.