Ione, mascotera
«Yolanda levita con sus trajes, Belarra con sus muñecos. Como Maricarmen»
CUANDO se enfrente al juicio de la Historia, Ione Belarra, silente en lo que va quedando en el club de los asaltacielos, quedará como una franciscana de manual. Su carnet este de idoneidad de mascoteros es una genialidad sacada del mismo arcón o saco de piensos de la ¿izquierda? española, ahora que los parias de la Tierra son las ‘maris’ de Botero de la playa de La Viña y hasta de una instagramer que pasaba por ahí y no se movió, le cambiaron en el estampado y salió en la foto de Igualdad.
Hace años, demasiados años para la frágil memoria, se legisló, Zapatero mediante, sobre los gorilas; gorilas en la niebla, gorilas en el secano, que en plena crisis de todo fue la ocurrencia de aquella nebulosa del zapaterismo, con querencia a cualquier homínido que se mueva por las florestas bolivarianas.
Ione Belarra ha colado en la legislación que los dueños de mascotas demuestren un comportamiento ‘social’, y la propuesta de Belarra no va, creemos, por aquel cuadro de los perros jugando al póquer; sino más bien para que el perro se podemice desde cachorro, que nunca se sabe si un can puede acabar dirigiendo un círculo perruno, asaltando una capilla y pidiendo la República, mañana, con esos bríos de la Vestrynge.
El carnet de mascotero, fruto de ese mismo pensamiento que culpa a la entrepierna masculina del Apocalipsis, no es ni bueno ni malo en esencia. Ideologizar ocurrencias por ley es peligroso, porque en el espíritu de la medida entran ‘los vertebrados’ así, a cachiporra, con sus derechos entre el rabo y las escamas. Mi perro Lupo, el perro Tom, iban al quiosco a por el periódico. Y trauma ninguno.
La Guardia Civil, en los años referidos, les daba dos caricias y ponderaba, a la hora del café, la fidelidad de los animales, a los que uno amó sin pasar por comisarios políticos.
Para el mapa completo, anótese también que el abertzalismo siempre fue muy animalista, y que mientras Yolanda Díaz levita entre trajes, la patronal, el Sumo Pontífice en un viaje ‘low cost’, Belarra anda por ahí con sus cuestiones de bichos. Como Maricarmen con sus muñecos.