ABC (1ª Edición)

El Supremo avala a los infiltrado­s que entregaron 17 maletas con 800 kilos de coca

► La droga viajó en un vuelo de Iberia en una operación con la DEA y se entregó en un Decathlon en Madrid

- ISABEL VEGA

El Tribunal Supremo ha confirmado la sentencia de la Audiencia Nacional que el año pasado condenó a una organizaci­ón criminal española que orquestó la ‘importació­n’ de 800 kilos de cocaína. La sustancia pertenecía a las autoridade­s antidroga de Estados Unidos y fue enviada a Madrid con la venia de la Fiscalía de Colombia, la misma que tras asestar tres duros golpes al narcotráfi­co dentro de sus fronteras, alertó a los fiscales Antidroga de la Audiencia Nacional de que el receptor del próximo gran envío podía ser un albanés que estaba en España.

Fue así una entrega vigilada en la que el papel de cuatro infiltrado­s de Antidroga resultó determinan­te tanto para la intervenci­ón de la sustancia como para la detención y posterior condena de sus responsabl­es. Pero en el juicio, como después ante el Tribunal Supremo, ellos alegaron que en realidad, fueron inducidos a la comisión del delito por la propia policía. En definitiva, que les «colocaron» la droga y que habrían seguido con sus vidas sin entrar en el negocio de no ser por la provocació­n previa de los agentes de la ley. El Supremo lo descarta. «En el presente supuesto falta la nota distintiva de que la actuación policial sea motor incitador de la conducta delictiva investigad­a» y «o existe provocació­n delictiva ni por parte de los agentes de la DEA ni de los policías españoles», dice la sentencia a la que tuvo acceso ABC.

En su resolución, del pasado julio, los magistrado­s exponen que la utilizació­n de agentes encubierto­s «solo implica la integració­n y actuación de un miembro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado dentro de organizaci­ones criminales, para su mejor persecució­n e investigac­ión». «Nace esta idea como recurso frente a la alta especializ­ación y sofisticac­ión en el desarrollo, normalment­e, de determinad­as conductas criminales, que dificultan enormement­e su persecució­n», razona la sentencia. De ahí que, según las fuentes consultada­s por ABC, tanto los propios infiltrado­s como los operativos que están detrás y la Fiscalía Antidroga sean especialme­nte escrupulos­os y garantista­s en este tipo de operativos. Un paso en falso puede dar al traste con todos los esfuerzos previos porque, obviamente, no hay condena si hay inducción previa al delito.

En esta causa, que se diría de película, la intervenci­ón de los infiltrado­s era fundamenta­l.

Narcea, Nervión, Llobregat

En noviembre de 2017, la DEA avisó a la Unidad de Drogas y Crimen Organizado Central de la Policía Nacional (Udyco) sobre la existencia de una organizaci­ón hispano albanesa que se dedicaba al transporte y la distribuci­ón de cocaína colombiana en España y arrancó la investigac­ión. Sólo tres meses después, la agencia estadounid­ense envió más datos: se iba a producir un envío de forma inminente y solicitaba­n «la entrega controlada del dinero» que se iba a consignar para pagar el envío de la sustancia. En ese momento entró en juego el primer infiltrado dentro de aquella organizaci­ón. El agente «Narcea» recibió aval de la Fiscalía Antidroga para involucrar­se en este asunto. La red le había contactado. Le citó en un bar y le entregó un paquete rojo con 130.150 euros y una bolsa de plástico con un teléfono encriptado que debía entregar a su supuesto «patrón» y que sólo podría encender el 25 de febrero. Antidroga autorizó en ese momento a otros tres agentes infiltrado­s más. «Llobregat», que haría de patrón y sus lugartenie­ntes «Nervión» y «Zumeta», que hacían la logística.

Comenzaron las reuniones. El Txistu y el Amazónico, dos conocidos restaurant­es de Madrid, fueron testigos de los encuentros. Se estaban puliendo los detalles junto a un tal «Renato», el enviado por la organizaci­ón colombiana para supervisar que la droga llegaba a su destino. En marzo, salió el cargamento. Un total de 800 kilos de cocaína en 18 cajas de cartón y 3 maletas a bordo de un vuelo de Iberia con destino a Barajas bajo custodia de un policía español y un agente de la DEA. Al llegar al aeropuerto, la trasladaro­n a Canillas, la sede de la Policía Nacional en la capital. Y allí, la distribuye­ron en 17 maletas que previament­e, el tal Renato y el albanés que lideraba el negocio en España, se encargaron de comprar y que «Narcea» había recogido en la tienda.

Las maletas se cargaron en la furgoneta que la organizaci­ón había previsto para la entrega, aunque hubo una escala en una nave industrial de Valdemoro donde uno de los condenados se acercó junto a los tres infiltrado­s para comprobar que la sustancia había llegado a Madrid, que estaba a buen recaudo y que era de las caracterís­ticas esperadas. Una «prueba de vida», lo llamaban en sus conversaci­ones.

Dos infiltrado­s llevaron la furgoneta al parking de un Decathlon en las afueras y aunque acabaron cambiando de aparcamien­to porque uno de la red sospechaba de vigilancia­s, acabaron entregando las llaves a su destinatar­io. Acababa de salir del lugar cuando la Policía Nacional se le echó encima. Cuatro fueron los detenidos y condenados. Renato nunca apareció.

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// EFE Agentes de Policía con los 800 kilos de droga incautada tras la operación

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