ABC (1ª Edición)

El escritor atado a una sentencia de muerte

- KARINA SAINZ BORGO

Cuando publicó ‘Los hijos de la medianoche’ (1981), aquel gran fresco que dibujaba la historia de la India y en buena medida la suya propia, Salman Rushdie no sólo recibió el premio Man Booker, sino que se ganó la ovación unánime de la crítica, que declaró aquella como la mejor obra en la historia del prestigios­o galardón literario. Fue comparado con el Swift de ‘Los viajes de Gulliver’ y con el Voltaire de ‘Cándido’. La fama literaria cubrió su nombre, que muy poco tardaría en hacerse célebre por otras razones.

Ocho años después, en 1989, el ayatolá Jomeini dictó una fetua en su contra tras publicar ‘Los versos satánicos’. Aquel edicto religioso ordenaba a todo musulmán matar a Rushdie por haber escrito un libro que considerab­a «blasfemo», y en el que el escritor confeccion­ó una ácida parodia contra el fundamenta­lismo.

El decreto de Jomeini fue considerad­o «irrevocabl­e y eterno» y, aunque en 1998 Irán dijo que ya no apoyaba esta condena a muerte, su sombra planea sobre el escritor y este reciente apuñalamie­nto lo confirma. Durante décadas permaneció escondido como Joseph Anton, el nombre falso con el que ocultó su identidad y que dio título a la autobiogra­fía donde contó aquel infierno.

La persecució­n en su contra afianzó el compromiso a favor de la libertad de expresión: se hizo con las riendas de PEN América durante dos años y procuró posicionar­se contra todo fanatismo. Sin embargo, en una entrevista concedida en Francia, en 2016, el escritor británico de origen indio aseguró que quería dejar de ser conocido como «el escritor de la fetua». «Vivo en Nueva York tranquilam­ente desde el año 2000 y no me ha pasado nada, salvo que la gente sigue viendo mi trabajo a través del prisma de la fetua», indicó al semanario francés ‘Les Inrockupti­bles’.

A lo largo de los años ha insistido en su «derecho a ser solo un escritor». Ese deseo lo expresó clarísimam­ente en su ambiciosa novela ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’ (Seix Barral), un juego de cifras y palabras que alude claramente a ‘Las mil y un noches’. Aquella fue la primera obra de ficción que escribió tras la orden de ejecución en su contra. «A cualquier persona que se dedique a crear se le va la vida en ello, incluso no siendo literal, que sí es el caso de Sherezade. Escribir cada palabra como si tu vida dependiera de ello es una buena forma de ver la escritura. Esa es una de las razones por las cuales Sherezade es tan potente como personaje. Ella no sólo cuenta historias para salvar su vida sino para civilizar al violento, al rey bárbaro con el que se ha casado», explicó en una entrevista concedida durante su visita a España en 2015.

Casi tres décadas después del oscuro decreto que lo convirtió en un objetivo religioso, Salman Rushdie continuó adelante con una obra que aspiraba a lo que Scherezade: a dejarse la vida en cada relato. Y así lo ha hecho a lo largo de su obra de ficción y ensayístic­a. Sin embargo, a su pesar, siempre será el perseguido. Siempre será Josep Anton, el hombre atado a una sentencia de muerte. Y este episodio de ayer slo confirma.

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En 1989, el Ayatolá Jomeini dictó una fetua en su contra tras publicar ‘Los versos satánicos’
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