ABC (1ª Edición)

¡Me lo merezco!

- ROSA BELMONTE

La soberbia es el mayor pecado capital porque lleva a igualarse a Dios, aunque ahora no pensemos en eso cuando hablamos de soberbia, sino de vanidosos tontos del culo. Además, el español tiene mucha familiarid­ad con Dios. El segundo mandamient­o nos lo hemos pasado siempre por el forro. Usamos el nombre de Dios todo lo que queremos. Vaya, que hasta ojalá y olé son ejemplos. El primero significa «quiéralo Dios». Y el segundo, «oh, Dios» (aj-Alá y wa-Al-lá).

El año 590, el Papa Gregorio I formuló los siete pecados y la soberbia estaba en el vértice de la pirámide por ser el origen de todos los demás. En el cine, quizá la mayor representa­ción de la soberbia sea Gloria Swanson (Norma Desmond) en ‘El crepúsculo de los dioses’. Pero también es verdad que estaba como una cabra. Hay gente así sin ser una vieja gloria del cine mudo. Es mucho más representa­tivo de la soberbia ‘Ciudadano Kane’. O ‘El manantial’. Incluso ‘El diablo viste de Prada’. La soberbia es un pecado capital muy relacionad­o con el orgullo, con la vanidad, con el engreimien­to, con la arrogancia y con la susceptibi­lidad, lo que lo hermana con la caterva de ofendidos de hoy, los que no aceptan crítica, los que se molestan sin motivo. A las chicas del podcast ‘Estirando el chicle’ las han puesto a caldo por llevar a una supuesta terf, una feminista transexclu­yente que no habló de nada terf. Pero, ay, sus tuits. Lo más terrible era alguno de los comentario­s ante las explicacio­nes de Carolina y Victoria de que nunca en su programa ha habido un discurso de odio y de su «compromiso con el colectivo LGTBIQ+»: «¿Entonces entrevista­ríais a JK Rowling hablando de sus libros, aunque no diga nada de los trans?». Es una pregunta extraordin­aria, tan extraordin­aria como la soberbia de la cerrazón mental.

Contra soberbia, humildad. Pero de la de verdad, no la de Juan de Mañara, ese Don Juan revisado en la obra de teatro de Manuel y Antonio Machado estrenada en 1927. Si Don Juan se va de rositas, Juan de Mañara acaba asesinado. Para expresar su humildad había dado órdenes de que pisaran su lápida en la entrada del Hospital de la Caridad de Sevilla. En la lápida se lee: «Aquí yace el más grande pecador del mundo». Como dice DíazPlaja, ¿cabe mayor petulancia?

En el Mundial de 1990, Michel metió tres goles a Corea. Antes, la selección había empatado con Uruguay y las críticas fueron feroces. Por eso el jugador español gritó aquel «¡Me lo merezco!». Unamuno hizo algo parecido. El vasco había escrito ‘Sobre la soberbia’: «Humildad rebuscada no es humilde y lo más verdaderam­ente humilde en quien se crea superior a otros es confesarlo…». Y así lo había hecho él con Alfonso XIII cuando le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII. «Señor, me siento muy orgulloso de la distinción que me concedéis y que verdaderam­ente merezco». Y el Rey: «Don Miguel, me sorprende vuestra respuesta porque todos aquellos a los que he distinguid­o con la misma condecorac­ión me han dicho que no se la merecían». Unamuno: «Muy cierto, Majestad, y tenían toda la razón al decirlo». Un soberbio de manual. Ya lo escribió Baroja: «No hubiera dejado hablar por su gusto a nadie. No escuchaba. Le hubiera explicado a Kant lo que debía ser la filosofía; a Riemann o a Poincaré, lo que era la matemática; a Planck y a Einstein, el porvenir de la física… No le hubiera indicado a Mozart o a Beethoven lo que tenía que ser la música porque había decidido que la música no era nada y no valía la pena de ocuparse de ella, porque a él no le gustaba».

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// ABC Arriba, Gloria Swanson en ‘El crepúsculo de los dioses’. A la izquierda, Meryl Streep en ‘El diablo viste de Prada’
 ?? // ABC ?? Orson Welles, en ‘Ciudadano Kane’
// ABC Orson Welles, en ‘Ciudadano Kane’
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