La posición exacta
La seguridad y cualquiera de estos festivales es oxímoron
HERIDOS y por lo menos un muerto en el festival de música electrónica Medusa, celebrado en la playa de Cullera. El drama se desencadenó a las cuatro de la madrugada. Debate sobre si el protocolo de seguridad era el adecuado o si no mandamos a nuestros festivales a luchar contra los elementos. Es un debate técnico, pero no el que de verdad importa.
Para que te mate una estructura que cae a las cuatro de la mañana en un festival de música electrónica en Cullera, tú tienes que estar allí. A mí esta estructura no me habría podido matar. ¿Por qué? Porque yo no estaba. ¿Y por qué no estaba? Porque no sé qué son los festivales, ni la música electrónica, ni las cuatro de la mañana en una playa.
A mí me educaron de otra manera. Con otro ocio, con otro gusto, con otro sistema mental de prestigios que no incluían festivales ni noches de fin de año ni verbenas. Tampoco multitudes, o por lo menos no buscadas. Mis padres y mis abuelas gastaron más dinero en mi educación pero sobre todo más tiempo y paciencia. Nunca desfallecieron ni mucho menos se rindieron en su afán por dejarme muy interiorizado su modo de ver el mundo, sus gozos y todo lo que les parecía horroroso. Yo tengo que pensar poco ante los impactos de mi vida, porque enseguida me vuelve del fondo una voz que me marca la posición exacta.
Mis padres y mis abuelas hablaron mucho conmigo, repitieron muchas veces lo mismo y los ecos de sus voces configuran la mía cuando hablo con Maria, que si en el futuro acude a uno de estos festivales no hará falta que se desprenda nada para que yo tenga la sensación de haber perdido. Lamento profundamente el dolor que han de estar sufriendo los padres del chico fallecido.
La seguridad y cualquiera de estos festivales es oxímoron. No tengo duda de que casi todos o la inmensa mayoría cumplen con la normativa, pero una multitud en un festival de un tipo de música que lleva asociado el consumo de un determinado tipo de sustancias es de las cosas menos seguras y más desastrosas que ahora mismo puedo imaginarme para mi hija. Y sin contar viento, ni la playa. De esta imaginación, y de la de mis padres y abuelos, nace lo que trato de explicarle a Maria desde que nació, cuando aún no entendía las palabras. La efectiva transmisión duró hasta los 5 o 6 años. Si luego he podido continuar llenando los pozos es porque los conductos funcionaban desde entonces. Dicho de otro modo, si te esperas a que cumpla los 18 para convencerla de las grandes verdades de tu vida, sin haberte sumergido en la labor previa, y la anterior, te vas a sentir un hombre muy desgraciado y muy solo.
Podemos hablar del viento, de la organización o de las estructuras. Siempre hablamos de tonterías para evitar la conversación de lo único sustancial y determinante, que es que todos los padres dicen querer mucho a sus hijos pero para muy pocos –una desoladora minoría– acaban siendo el centro, lo más importante de sus vidas.