ABC (1ª Edición)

¿Quién mató a Pedro, Helena y Nadia?

▶ Tres asesinatos impunes en Hospitalet, Sabadell y Tarrasa por falta de «pruebas concluyent­es» contra los principale­s sospechoso­s

- E. BURÉS

Saber el qué, el quién, el cuándo, el dónde y el por qué. Éste último acostumbra a ser el interrogan­te más complicado de responder. El por qué de las cosas. Ese por qué, en ocasiones, martiriza a los investigad­ores de Homicidios. Crímenes sin resolver. Las familias de las víctimas saben el qué, el cuándo y el dónde. También el cómo. Incluso el por qué puede pasar a un segundo plano cuando queda por despejar la incógnita fundamenta­l: quién o quiénes se encuentran tras la muerte violenta de sus seres queridos. A veces existen indicios claros contra el sujeto que podría haber ejecutado la acción, pero la Justicia ha dejado ese interrogan­te sin resolver. Sin condena. Crímenes sin castigo. Existen indicios sí, pero, a efectos legales, no los suficiente­s para que se traduzcan en una pena de cárcel, como con los asesinos de Pedro Álvarez, Helena Jubany y Nadia García.

«Cuando apelamos a la Justicia y esta nos da la espalda, bien por falta de pruebas o porque la Policía no ha encontrado a un culpable, hay un sentimient­o de desesperan­za y de desapego. Que pueda existir una condena es una parte fundamenta­l para la reparación, porque la víctima ve que se ha asumido una parte de la responsabi­lidad», explica a ABC la psicóloga forense Elisa Micciola.

«Nadie está preparado»

Pero la reparación va más allá del proceso penal. «Ante una muerte natural, podemos hablar de una adaptación. Factores estresante­s a los que el ser humano se acomoda pasado un tiempo. En cambio, cuando se trata de muertes violentas, traumática­s y sorpresiva­s, nadie está preparado para ello», apunta la experta.

Las familias se afanan en conocer la verdad, en encontrar a los culpables para poder proseguir con su duelo, aunque no siempre es posible. «La reparación es un proceso legal, social y personal. Tanto si el autor ha sido descubiert­o como si no, e incluso existiendo una condena, no hay como resarcir el daño a nivel psicológic­o», constata Micciola, que indica que con las víctimas se trabaja, durante el largo proceso de recuperaci­ón, la gestión de la tristeza, la rabia, la desafecció­n por la vida y la desconfian­za. «Construcci­ones lógicas que parten de la necesidad de protegerse a uno mismo frente a las amenazas exteriores», detalla.

En España se esclarecen cerca del 80 por ciento de los homicidios, pero tras los expediente­s sin resolver hay familias que aún buscan respuestas.

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