¿Quién mató a Pedro, Helena y Nadia?
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Saber el qué, el quién, el cuándo, el dónde y el por qué. Éste último acostumbra a ser el interrogante más complicado de responder. El por qué de las cosas. Ese por qué, en ocasiones, martiriza a los investigadores de Homicidios. Crímenes sin resolver. Las familias de las víctimas saben el qué, el cuándo y el dónde. También el cómo. Incluso el por qué puede pasar a un segundo plano cuando queda por despejar la incógnita fundamental: quién o quiénes se encuentran tras la muerte violenta de sus seres queridos. A veces existen indicios claros contra el sujeto que podría haber ejecutado la acción, pero la Justicia ha dejado ese interrogante sin resolver. Sin condena. Crímenes sin castigo. Existen indicios sí, pero, a efectos legales, no los suficientes para que se traduzcan en una pena de cárcel, como con los asesinos de Pedro Álvarez, Helena Jubany y Nadia García.
«Cuando apelamos a la Justicia y esta nos da la espalda, bien por falta de pruebas o porque la Policía no ha encontrado a un culpable, hay un sentimiento de desesperanza y de desapego. Que pueda existir una condena es una parte fundamental para la reparación, porque la víctima ve que se ha asumido una parte de la responsabilidad», explica a ABC la psicóloga forense Elisa Micciola.
«Nadie está preparado»
Pero la reparación va más allá del proceso penal. «Ante una muerte natural, podemos hablar de una adaptación. Factores estresantes a los que el ser humano se acomoda pasado un tiempo. En cambio, cuando se trata de muertes violentas, traumáticas y sorpresivas, nadie está preparado para ello», apunta la experta.
Las familias se afanan en conocer la verdad, en encontrar a los culpables para poder proseguir con su duelo, aunque no siempre es posible. «La reparación es un proceso legal, social y personal. Tanto si el autor ha sido descubierto como si no, e incluso existiendo una condena, no hay como resarcir el daño a nivel psicológico», constata Micciola, que indica que con las víctimas se trabaja, durante el largo proceso de recuperación, la gestión de la tristeza, la rabia, la desafección por la vida y la desconfianza. «Construcciones lógicas que parten de la necesidad de protegerse a uno mismo frente a las amenazas exteriores», detalla.
En España se esclarecen cerca del 80 por ciento de los homicidios, pero tras los expedientes sin resolver hay familias que aún buscan respuestas.