ABC (1ª Edición)

Afganos que reinventar­on su vida tras huir del terror fundamenta­lista

Hace un año los talibanes retomaron el control total de Afganistán. Después de la retirada de las tropas occidental­es, en la capital se inició una carrera contra el reloj para evacuar a los ciudadanos que querían salir del país. Esta es la historia de tre

- POR GERARD BONO

«Ahora pienso como una persona viva. Allí, cuando me iba a dormir, solo deseaba poder despertar»

«Cuando vi a un hombre ahorcado en una grúa, decidí abandonar el país»

Shadab Rahimi, de 26 años, decidió abandonar Kabul cuando vio a un hombre ahorcado en una grúa cerca de su casa. Ahora vive como refugiado en Leganés (Madrid), donde toma clases de español. Le gusta «llevar la barba bien afeitada» y pasear por las noches en un parque cercano a su casa, mientras agradece a Dios el hecho de seguir vivo, porque siente que aquí no le va a «matar nadie».

Antes de la llegada de los talibanes, trabajaba como informátic­o en una empresa norteameri­cana y daba clases de inglés a niños de la comunidad. Vivía en una casa cerca del aeropuerto con sus padres, su mujer y una de sus cuatro hermanas. Cuenta que, aunque la protección sobre ellas debía ser constante, puesto que Afganistán nunca fue un país del todo seguro –él mismo fue víctima de un atentado terrorista–, «todas pudieron estudiar en la Universida­d». Hoy esto no sería posible.

Intuía que la firma del Acuerdo de Doha en 2020, que supuso la retirada de facto de las tropas norteameri­canas del país, devolvería el terror a sus calles. Cuando se hizo efectiva, siguió por televisión cómo los talibanes, empezando por Kandahar, iban sometiendo provincia tras provincia, sin la oposición del Ejército afgano, hasta tomar el palacio presidenci­al de Kabul el 15 de agosto de 2021.

Película de zombis

Ese día Shadab vio a alguno de sus amigos correr hacia al aeropuerto. Le gritaban: «Ven con nosotros, escapa y salva tu vida». Sin imaginar todo lo que le esperaba, rio y volvió a casa. Fue a la mañana siguiente cuando empezó a ponerse nervioso. Ninguno de sus conocidos respondía al teléfono, la gente estaba huyendo en aviones militares y empezó a escuchar disparos y explosione­s fuera de su casa. Su madre no le permitía salir a la calle. «Eres nuestro único hijo varón. Si mueres, ¿qué vamos a hacer sin ti?».

La situación en la capital afgana ya era insostenib­le. «Los talibanes patrullaba­n todas las calles, golpeaban a niños y mujeres y disparaban a la gente. Cuando vi a ese hombre colgado de una grúa, volví a casa y le dije a mis padres que debíamos esconderno­s y hacer las maletas para huir», cuenta

Shadab. Siguiendo las indicacion­es del periodista Antonio Pampliega y de Mustafa, un traductor del Ejército español, debían dirigirse al aeropuerto con una prenda de color rojo para que los militares españoles pudieran identifica­rles.

Con muchas dificultad­es, puesto que la madre de Shadab iba en silla de ruedas y su hermana estaba embarazada, se desplazaro­n en coche al aeropuerto. A cien metros de la puerta principal, la gente se amontonaba a los lados de la carretera. «Nunca había visto nada igual, parecía una película de zombis». Los talibanes habían bloqueado la entrada principal: «Empezaron a disparar al aire, toda la gente empezó a correr».

En ese momento, Shadab, que iba al volante, dio la vuelta y escapó para buscar otro camino, dejando atrás a las milicias talibanes. Cuando consiguier­on llegar a la zona desde donde despegaban los aviones militares, se adentraron entre la muchedumbr­e. «Había más de mil personas amontonada­s, durmiendo en el suelo y colapsando el acceso. No podíamos acceder a la puerta, no podíamos volver hacia donde estaban los talibanes, y si nos quedábamos quietos nos aplastaba la gente que venía por detrás», cuenta.

Entregaban a los niños

Después de esperar varias horas, la gente empezó a avanzar. «Era la primera vez que estábamos cerca de la puerta de embarque», afirma Shadab. Una vez allí, una soldado búlgara o portuguesa, no lo recuerda bien, disparó al aire para que su madre y su hermana pudieran pasar entre la gente. «Había personas que entregaban a sus niños a los militares. Fueron momentos muy duros. Mi mujer dejó atrás a toda su familia», comenta. Finalmente, Shadab y su familia lograron subir al avión: «Habíamos conseguido dejar atrás la crueldad. Fue la primera vez que me relajé. Me sentía como un pájaro que escapa de una jaula».

El 23 de agosto de 2021, después de hacer una parada en Dubai, llegaron a España. Shadab cuenta, con los ojos vidriosos, que nunca olvidará a las primeras personas que le acogieron: «Ahora pienso como una persona que está viva. Allí, cuando me iba a dormir, solo deseaba poder despertar». Vive con tristeza la situación en la que se encuentra su país. «Hay hambre, violencia... si estás en contra de los talibanes tus vecinos te denuncian y te matan por la noche. Primero que la religión está la humanidad». Antes de volver paseando a casa, comenta la guerra de Ucrania: «Es un país europeo, Afganistán está en Asia. Soy consciente, primero ayudas a tu vecino, pero no podemos olvidarnos de quien está allí».

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// DE SAN BERNARDO Shadab Rahimi, en un parque de Leganés

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