Las razones que llevaron al Papa a poner fin a la peculiaridad del Opus Dei
▶La norma dictada por Francisco acaba con la singularidad jurídica de la Obra como prelatura personal y restablece el orden canónico
Cuando en 1982 Juan Pablo II erigía al Opus Dei en la primera, y única, ‘prelatura personal’, los dirigentes de la Obra respiraron tranquilos. «Hasta entonces nos pasábamos más tiempo explicando lo que no éramos, que lo que realmente éramos», decían. La decisión ponía fin a una larga discusión canónica. Casi cuarenta años después, otro Papa, Francisco, ha roto aquel equilibrio con un ‘motu proprio’, con el que, sin quitar el rango de prelatura personal, adscribe a la entidad al dicasterio para el Clero en vez de al de Obispos. Además, pide que entregue cada año un informe cuando antes lo hacía cada cinco. Y explicita que el prelado «no será distinguido con el orden episcopal», en aras de favorecer una forma de gobierno fundamentada «más en el carisma que en la autoridad jerárquica». También, el Papa insta al Opus a reformar sus estatutos y presentarlos para su aprobación.
¿Qué significan estos cambios? Por lo pronto, los dirigentes del Opus Dei han perdido la tranquilidad de no tener que explicar «lo que no somos». Para Jesús Juan, director de comunicación de la Obra en España, se trata de un «asunto bastante técnico» que «internamente no afecta en nada». «Es cierto que pasamos a depender del Clero, pero en la práctica ya tratábamos ahí muchas cuestiones». Interpreta como positivo que el Papa remarque la dimensión «carismática y subraye menos lo jerárquico» y no le parece preocupante que el prelado no sea obispo.
Pero sí hay diferencias. Si echamos la vista atrás, podemos percibir que las prioridades pastorales del cardenal Bergoglio, que pretendía jubilarse en una de las «villa miseria» de Buenos Aires, estaban lejos del acento eclesial que ha caracterizado a la Obra. En la Conferencia de Aparecida, Bergoglio se enfrentó a quien era el miembro del Opus con
El prelado ya no será obispo ni lo parecerá, al dejar de usar atributos episcopales como la cruz pectoral, la mitra y el báculo
mayor rango, el cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani. El documento final, con un marcado carácter social, recogió las ideas de Bergoglio. Solo hubo dos votos en contra. Uno, el de Cipriani. Cuando presentó su renuncia al Papa Francisco le fue aceptada en un mes. Lo habitual son dos años de prórroga.
Con esos precedentes, era lógico que el Opus Dei se movilizara cuando el ‘habemus papam’ señalaba al cardenal Bergoglio como Pontífice. Se empezó a conocer que Bergoglio tenía una «gran simpatía» por la Obra y que incluso se había «convertido» a la santidad de su fundador tras un episodio en el que pasó de creer que no era santo a arrodillarse ante su tumba. Se encargó de difundirlo Carlos Nannei, entonces procurador del Opus Dei en Roma, que había conocido a Bergoglio cuando era vicario de la Prelatura en Argentina. A los conocidos del Papa dentro de la casa general en Roma, pronto se sumó otro argentino, Mariano Fazio. Fue nombrado vicario general del Opus Dei en 2014, y concedió varias entrevistas en las que defendía la gestión de Francisco, incluso una de sus frases más polémicas, el «quién soy yo para juzgar». Cuando en 2017 falleció monseñor Echevarría y Fernando Ocáriz fue nombrado nuevo prelado, Fazio pasó a ser vicario auxiliar, el segundo puesto en el gobierno del Opus Dei. Por entonces, el nombramiento de Ocáriz como obispo se percibía como inminente. Nunca ocurrió.
Cuando hace unos meses, la reforma de la Curia daba al dicasterio del Clero la supervisión de las prelaturas Ocáriz quitó hierro al asunto y afirmó en una carta que «no se modifica en nada la sustancia de la prelatura». Pero ahora, la decisión del Papa sí supone un importante cambio en su forma jurídica.
Hasta ahora, a lo que más podría asemejarse una prelatura era a un arzobispado castrense. Como éste, tenía un obispo, unos sacerdotes incardinados y fieles. Esa estructura queda ahora descabezada, al determinar expresamente Francisco que el prelado nunca será nombrado obispo. La decisión no es simbólica. Como obispo sólo debía rendir cuentas ante el Papa, podía ordenar a sus sacerdotes o razonar, en el mismo plano jerárquico, con otro obispo. Además, el motu proprio muestra la decidida intención de que el prelado no solo no sea obispo, sino que deje de parecerlo. Hasta ahora, los prelados podían utilizar algunas distinciones propias del episcopado. Francisco lo ha equiparado a un «protonotario apostólico», lo que implica decir adiós al pectoral, la mitra y el báculo.
Cuando se presentó la reforma de la curia el canonista Gianfranco Ghirlanda explicó que lo que ha hecho el Papa Francisco era «restablecer la coheren
cia dentro del orden canónico entre la competencia del dicasterio [del Clero] y la acción de la prelatura personal». Ghirlanda explicó que si bien las disposiciones del Concilio Vaticano II y la legislación de Pablo VI situaban a las prelaturas personales como «una estructura de carácter clerical», durante la elaboración del Código de Derecho Canónico se configuraron por un tiempo «en la parte de la estructura jerárquica de la Iglesia local». Fue justo en ese momento de ‘impasse’ en el que Juan Pablo II erigió el Opus Dei. Más tarde, la interpretación volvió a la idea original y «las prelaturas personales dejaron de configurarse como iglesias particulares personales».
Cambio en los estatutos
Así, el Opus, pese a seguir siendo prelatura personal, pierde su peculiaridad y se encuadra en la misma estructura que las asociaciones sacerdotales o las órdenes religiosas. Queda por delante la revisión y adecuación de los estatutos, que no será protocolaria. Es previsible que el prelado pierda su condición de cargo vitalicio, como ha establecido Francisco para las congregaciones. Queda por definir el papel de los laicos –que son un 90%– dentro de «una estructura de carácter clerical».
Cuestiones, no menores, que pueden tener un encaje complejo si las propuestas que pueda hacer el Opus Dei no convencen a Francisco. De ahí que, en entornos eclesiales, los detractores de la Obra hayan comenzado a difundir que la estrategia pasa por dilatar los plazos de redacción de los estatutos, en espera de tiempos mejores o un Papa más a favor.