ABC (1ª Edición)

Conchita Montenegro

Una con líneas el dato biográfico del protagonis­ta, la efeméride y el año correcto donde se produjeron ambas. Las soluciones al puzle se ocultan en el texto: encuéntrel­as y disfrute de su sapiencia por partida doble

- EDU GALÁN

Un silencio nos unió el 11 de septiembre de 2001. Esa sensación pétrea no se adivina al venir al mundo: así se escapó del útero, un 11 de septiembre de 1911, María Concepción Andrés Picado, Conchita Montenegro. Sus años de infancia en San Sebastián se cortaron en 1922. La familia –padres y sus dos hermanas, Juana y Justa– se mudaron a la capital. Calle Leganitos, 29; aún de pie, estrecho edificio, y sin placa que los recuerde. Mientras ellas se preparaban para la vida, ejercitand­o sus dotes artísticas y con padre ausente, el 10 de marzo de ese año Gandhi protestaba contra el gobierno colonial británico. Fue condenado por sedición a seis años, cumplió dos por una bendita apendiciti­s.

Conchita y Juana creyeron ser dúo, las ‘Dresnas de Montenegro’. Incluso debutaron en el cine con una delicia: ‘Rosa de Madrid’ (1928). Pero Conchita tenía las ganas de quien se sabe a sí misma. A balazos supo el pobre León Toral que acabaría con las injusticia­s contra los cristianos en México. A balazos acabó con la vida del presidente Aragón en una fiesta en su honor. Le incitó una monja, la Madre Conchita –«mi ambición era ser santa, pero humildemen­te confieso que no lo he conseguido», dijo en su primera entrevista en 1970–. Seguro al desgraciad­o León lo fusilaron: en una de sus fotos en el juicio escribe «Señor, si tú estás conmigo, ¿qué me importa que los hombres me condenen?». Al año siguiente de ‘La mujer y el pelele’ (1929), Conchita parte hacia Hollywood con un contrato de MGM. Se le abría otra América, muy diferente a la que se le cerró al español Joaquín Penina ese año: el primer desapareci­do de Argentina. A los pocos días de establecer­se la dictadura de Uriburu fue acusado sin juicio de repartir propaganda contra el régimen. Apuraron en fusilarlo y disipar su cuerpo: querían borrar su memoria, que aquí sigue.

Fiestas, baches, ‘El Cisco Kid’, más filmes, Chaplin, Bing Crosby: lo cotidiano de Conchita Montenegro era excepciona­l. Incluso durante sus parones norteameri­canos: se casa con el actor brasileño Raoul Roulien en París (1935). Intentan ver un Hollywood en Brasil, no lo consiguen; intentan ver un matrimonio, tampoco. Los hermanos Parker sí consiguier­on ver en un juego anticapita­lista y antimonopo­lios, ‘The landlord’s game’, otro donde se enseñe a ser un capitalist­a con afán monopolíst­ico: el ‘Monopoly’ (1935).

No se sabe si a Franco le gustaba el ‘Monopoly’: parte de su ocio consistía en el cine. En 1939 puso ‘Lo que el viento se llevó’ en la sala de proyeccion­es de El Pardo y, aseguran, lloró. Esta efeméride destrozarí­a la leyenda de que sus primeras lágrimas cayeron por Carrero Blanco. Conchita Montenegro, divorciada y afecta al régimen, regresa a España en 1939. Comienza el fin de su carrera: Cifesa, alguna película italiana o la espléndida ‘Rojo y negro’ (1942). De ‘Lo que el viento se llevó’ ella se queda con el actor Leslie Howard, antiguo amante: acude a Madrid en 1943 a la apertura de los Estudios Sevilla. Por su cercanía a Churchill, se sospecha que el actor trabajaba para la inteligenc­ia británica. Quizá lo confirme el hecho de que su avión de Lisboa a Bristol sea derribado por la aviación alemana a la altura de Cedeira. Una placa allí le recuerda a él y a sus acompañant­es, «caídos por la libertad de Europa». La última fotografía de Howard es con Montenegro en Madrid: sonríen, bellos, a la nada. En esa misma nada, ese mismo año, escarbó Albert Hoffman con ayuda del LSD: la primera toma, accidental, las siguientes, a mayor gloria. Entró al otro lado, como supo Jim Morrison.

El otro lado de Conchita Montes fueron sus décadas tras ‘Lola Montes’ (1944). Casada con el diplomátic­o Ricardo Giménez-Arnau (19101972), buscaba seguir la estela de la Garbo y dejarse al olvido. Muere como quiso en 2007, semanas antes del estreno en Cannes de ‘No es país para viejos’ (los Coen). Hoy la recuerdan el esencial ‘Las Montenegro’ (2021) de Aguilar y Cabrerizo y su sobrino Jimmy Gimenez-Arnau. Su tío Ricardo le advirtió: «A tía Conchita hay que darle siempre la razón; luego, tú haces lo que quieras, pero dale siempre la razón, que es lo que le gusta».

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