ABC (1ª Edición)

La eternidad del verano

Vivimos fijos en el puente de agosto. Después de la eternidad, ya veremos

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

ESCRIBO en lo alto del puente populoso, que ha resucitado una vieja costumbre del espíritu, la eternidad del verano. Se mueve el gentío como si, en verdad, el verano volviera a cumplir para todos una duración de eternidad, que es algo que sólo se da entre jóvenes, o enamorados. Que no siempre son el mismo milagro. Pero de pronto regresa el verano eterno, como cuando entonces, porque venimos del purgatorio de una pandemia, y vamos acaso a otros purgatorio­s, o al infierno al fin, según el día en que miremos el periódico, o sea, la auscultaci­ón de la vida inminente, o próxima. De modo que se comprende muy bien que el peatonaje encaje en cuatro días mal contados la eternidad completa del verano, y luego ya se verá. Porque lo que se verá es eso a lo que ahora cerramos los ojos: la inflación en alegre crecida, como el reguetón, la gasolina como una lujuria para dueños de un porche, el aguacate a precios de esmeralda, la vivienda tamaño Tokyo, y Putin probando a mutilarnos de frío. Eso, y el orfeón de virus. Abrevio, por pintar rápido el paisaje. Porque esta guerra, que en verano no afloja, quiere incluir entre sus varias barbaries el frío como herramient­a homicida, y por eso se ha dado mucha prisa la ministra Ribera en avivar el proyecto de un gasoducto que conecte la península con el resto de Europa, y así pillar gas por el sur, y no por el norte, quitando del asunto al caudillo del Kremlin. Nosotros, y Francia, y Alemania.

El proyecto asoma tan utilísimo como tardío. Pero algo es algo, oigan. Mucho, incluso. Esto del gasoducto europeo es un propósito que ayer mismo veían ‘demodé’ aquellos que ahora lo elogian bajo urgencias, como la propia ministra, que dice que en el pispás de ocho meses lo tenemos incluso pintado. Con tenerlo pronto, iríamos medio aliviados. Quién iba a sospechar que el estado de bienestar sufriera un día la amenaza del frío. Aunque para eso queda mucho. O muchísimo. Vivimos fijos en el puente de agosto. Después de la eternidad, ya veremos.

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