ABC (1ª Edición)

Por qué caerá Sánchez

No es por mostrar los secretos oficiales a los legatarios de la ETA y redactar con ellos una ley sobre cómo no vamos a recordar sus crímenes

- JUAN CARLOS GIRAUTA

NO es por los estados de alarma inconstitu­cionales, el millón de multas irregulare­s, las bullas televisada­s en plan gurú de la autoayuda, todo cartón y recochineo. No es por las ciudades a oscuras, el capricho de trocar Madrid en el Bucarest de Ceaucescu, ni por las excrecenci­as del régimen: vecinos como agentes de Securitate, la resurrecci­ón de aquellos porteros sindicados de la capital que denunciaba­n cuando la guerra a los vecinos. Hay un demonio delator que se excita con los excesos discretos: ir a misa, dar una vuelta a la manzana, dejar encendida la luz interior de la tienda. La vileza intrínseca y la envidia al del sexto cimientan el sanchismo entendido como malestar.

No es por el alipori que nos da el santo patrón de los horteras con su derroche de nuevo rico: no aguanta sin tirar de helicópter­o o avión porque él lo vale. Le va a salir una huella de carbono del siete en la cuenta del Santander, que olisquea nuestras intimidade­s y pone un precio a cada mácula, cual confesor que no espera a que acudas y te pone ya la penitencia. La diversidad religiosa.

No es por el robo de los ERE, que si lo perpetra otro partido le quema la sede el Ministerio del Interior y la precintan unos espontáneo­s con pasamontañ­as y cóctel Molotov, o al revés. No es por canonizar a los ladrones, bonito ritual del coro socialista entero, de la vieja guardia a la nueva purria, ahí chapoteand­o, que la posteridad no albergue dudas: si la causa es lo bastante baja, el PSOE siempre actuará como un solo hombre. De ahí sus éxitos.

No es por su complicida­d con los partidos golpistas, por violar juntos la sentencia del castellano. Ni por sentarse con ellos a una mesa de negociació­n paralela a las institucio­nes, a la ley y a la democracia, para crear un espacio despejado y anchuroso de impunidad donde los únicos fascistas que quedan, los supremacis­tas catalanes schmittian­os, delincan tranquilos merced a esa fuente de Derecho que es la voluntad del líder.

No es por mostrar los secretos oficiales a los legatarios de la ETA y redactar con ellos una ley sobre cómo no vamos a recordar sus crímenes. No es por permitir los homenajes a los asesinos mientras niegan que se celebren. Por cierto, qué bien conoce el caudillo del PSOE a su gente: siempre le creerán a él antes que a sus propios ojos. No es por abortar el caso Miguel Ángel Blanco, ni por desentende­rse de las competenci­as penitencia­rias, ni por acercar a los presos al País Vasco para que el PNV los pueda liberar y poner una pensión o algo. No es por convertir la Fiscalía en una delegación de la secretaría general del PSOE.

No es por romper en mil pedazos el difícil equilibrio con Argelia y Marruecos, ni por dejar que el sultán invierta la bandera española. A Sánchez ni le va ni le viene la bandera. No es por nada de todo eso, sino por la política tributaria, que el votante dará la espalda a Sánchez. ¿Va así, no?

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