ABC (1ª Edición)

Ni un matiz

Prefiero ser un Salman Rushdie muerto que una mujer en Afganistán viva

- ROSA BELMONTE

VIVIMOS COMO SUIZOS

SIEMPRE a favor de Houellebec­q y aquello por lo que fue procesado, juzgado y absuelto: «Todas las religiones son gilipollas y el islam es la más gilipollas de todas». Repito. Procesado, juzgado y absuelto. Pero estamos hablando de un Estado de derecho, el francés, aunque el escritor haya predicho que se va al garete. Estamos hablando, de momento, de jueces, no de fanáticos religiosos. Vaya por delante que siempre he querido ser un Kennedy muerto y que me quiten lo bailao (o lo foll…). Te hayan pegado un tiro o te hayas estrellado en la avioneta que tripulas como Sor Citroën el Dos Caballos. Será que alguien, como Howard Hughes a Yvonne de Carlo, enseñó a John-John a despegar y aterrizar, pero no a estar en el aire. Que te han pegado un tiro o te has estrellado, pero un Kennedy es un Kennedy, viva mucho o poco (siempre exceptúo a la hermana a la que lobotomiza­ron como en ‘De repente, el último verano’). Y como con los Kennedy, me pasa con Salman Rushdie, aunque sea mucho más feo. Prefiero ser un Salman Rushdie muerto que una mujer en Afganistán viva. Y digo mujer de Afganistán porque el aniversari­o de la vuelta al medievo talibán nos las recuerda estos días. Digo una mujer en su situación, aunque las afganas resulten tan simbólicas como abandonada­s.

Lo de la libertad de expresión y el fanatismo que la amenaza. Ni un matiz. Siempre a favor de la libertad. Ni un matiz para el ataque a Rushdie. Aunque me parezca una especie de sátiro sexual. Al menos después de leer lo que Padma Lakshmi contó. Lo de ese apetito sexual insaciable que tenía y que le importara un pepino su endometrio­sis. Al parecer, ella sufría bastante. Me lo imagino como al Reverendo Osborne Whitworth con la pobre Morwena en ‘Poldark’ (cualquiera de las versiones). Pero también sufría él cada vez que no le daban el Nobel. Según su cuarta mujer, había que consolarle cada año. Vale que estamos muy mal cuando un tipo orejudo apellidado Matar puede acuchillar a un hombre amenazado, pero es un estar muy mal del primer mundo en el siglo XXI. Claro que el ideal es siempre el de ese dicho francés de «Pour vivre hereux, vivons cachés». Para vivir felices vivamos escondidos. Pero no porque te obliguen unos barbudos. Escribir escondido también es una manera de no ganar el Nobel. Mira J.D. Salinger o Thomas Pynchon. Aunque el más listo de todos siempre ha sido uno que no era escritor, Dennis Thatcher, el marido de la premier británica. Un tipo tan británico como el pastel de riñones: «Pasar inadvertid­o y conseguir que nadie escriba una línea de uno es la mejor manera de evitar problemas».

Nos ha tocado vivir una época donde el fanático religioso está en la casa de al lado con un cuchillo, el patrón sigue exigiendo lealtad ciega y los tontos de capiwoke van cancelando gente como la reina de corazones de Lewis Carroll manda cortar cabezas.

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