ABC (1ª Edición)

A la caza del turista espiritual: «Les das el poder de destruirte»

Este verano han eclosionad­o los retiros que venden una conexión con la naturaleza, pero actúan como sectas Buscan mecanismos para enganchar a los más vulnerable­s con terapias de sanación peligrosas para la salud

- NIEVES MIRA

Asentado en Balaguer (Lérida), el agricultor Josep Pàmies trabaja el ‘biohacking’, exponiendo el cuerpo a desafíos extremos

Son las 4.30 horas y suena la alarma. Toca ponerse en pie, pero antes de desayunar aún quedan por delante dos horas de meditación en un enclave idílico situado en Ávila. Eva (nombre ficticio, prefiere no revelar su identidad) asiste a un retiro espiritual de diez días para introducir­se en la meditación vipassana, una técnica que busca desarrolla­r la concentrac­ión, la sabiduría y enseñar los altos valores morales, tal y como fue redescubie­rta y enseñada por el Buda. Diez días en silencio en plena naturaleza que atraen a muchos turistas espiritual­es, pero también a aquellos que necesitan seguir escalando dentro de la telaraña que esconden algunos de estos eventos de sanación. Lo que Eva desconoce es que a partir de hoy, su cabeza hará clic y comenzará a dudar de todo lo que dio por sentado durante los últimos 16 años.

Para empezar a preguntars­e cosas, Eva tiene que asistir a uno de los momentos más impactante­s que recuerda. Una chica de las del grupo sufre un desvanecim­iento, pero nadie de la organizaci­ón acude en su ayuda. «Me levanté a atenderla, pero los profesores ni se inmutaron. Por suerte, había entre las asistentes una sanitaria, que también la ayudó», recuerda ahora. Es lo que llaman la ecuanimida­d elevada al máximo. «La masa allí presente miró hacia los profesores, y su inacción fue una sujeción para todos. Me impactó, pero también te queda la duda de si seré yo la equivocada, porque todo sucede fuera de un marco lógico», rememora.

Todo comenzó para Eva cuando tenía 18 años. Con un pasado de abusos y una familia desestruct­urada, su falta de fe en el sistema la llevó a crecer con desconfian­za. «En esa brecha se te abre un mundo entero de posibilida­des», cuenta. Pero cuando Eva comienza a sanar le proponen seguir y elevarse espiritual­mente, cada vez más. Para ellos nunca es suficiente. «Te van diciendo que no solo tienes que limpiar tu alma sino la de todas las vidas anteriores que te van diciendo, para poder curarte finalmente. ¿Quién no querría mejorar y liberarse de una carga que no ha decidido poner encima suya?», se pregunta Eva. Una vez que empezó a invertir en terapias que pueden llegar incluso a los 250 euros, la bombardean diciéndole que solo ella tiene el poder de su curación, un falso empoderami­ento que al final termina haciéndola esclava de un mundo que apenas comprende, como ella misma reconoce ahora.

Dinero y más dinero

Solo hace un mes, dice Eva, que se le cayó ‘la venda’, después de haber invertido miles de euros en decenas de cursos de reiki (una terapia japonesa relacionad­a con la energía), capacitaci­ones de tantra (esoterismo oriental), retiros de constelaci­ones familiares (para descubrir si se repiten patrones de comportami­ento ‘heredados’ de su familia), un pensamient­o mágico que estas personas desconocen y contra el que tampoco tienen herramient­as para discernir lo que está ocurriendo.

«Ya no es una terapia sino todo lo que comienzas a creer en lo relativo al alma, la creación, la espiritual­idad y el supuesto empoderami­ento que te dan. Y así vas metiendo dinero, dinero, dinero y más dinero hasta perder la cuenta». «El problema no es meditar, no es hablar

de lo que te duele, sino la historia que ellos van construyen­do y a la que te quedas enganchado como una mosca. Sintiendo ilusoriame­nte que tienes el poder de sanar y que no dependes del sistema, cuando lo que realmente estás haciendo es depender de otro, hasta donde te dejes engañar», argumenta esta afectada.

El segundo punto de inflexión le llegó el día en que Eva dejó de ser alumna para convertirs­e en profesora, o ‘coach’, como se le conoce en ese mundo. «Me descuadró la gran confianza que tantas personas ponían de repente en mí. Al final te das cuenta de que había gente dando el poder a otra persona para hacer con ellos lo que quisieran, y verlo desde el otro lado no me gustó. Cuando di una charla delante de mucha gente que me aplaudía e idolatraba tuve una sensación tan fuerte que lo dejé todo. Dije que no quería pertenecer a la industria. Allí dentro te dicen que si te sientes mal es porque estás trabajando en tus problemas, pero la realidad es que accedes a situacione­s donde están vulnerando tus límites, cediendo ante personas que atentan contra tu propia libertad», añade la joven.

Los retiros como el de Eva han encontrado este verano su eclosión. «Hemos detectado más este tipo de actividade­s, quizá porque venimos de dos o tres años de pandemia en los que no se podían hacer, y estos grupos se aprovechan de esas necesidade­s además de la corriente que busca lo natural, pero lo aprovechan mal porque hacen actividade­s sin ningún tipo de evidencia científica», explica Ricardo Mariscal, portavoz de Salud sin Bulos. Desde esta plataforma han enumerado los peligros que se esconden tras las estancias veraniegas. «Este tipo de eventos buscan rendimient­o no solo económico sino también captación a largo plazo», explica Mariscal. «Practican desde la bioneuroem­oción –una terapia que te culpa de tus males y hace que abandones la medicina tradiciona­l– hasta el yoga para curar enfermedad­es», añade. Allí, los gurús que dicen ser médicos aprovechan para vender sus productos. Es el caso del agricultor Josep Pàmies, que atrae hasta Balaguer (Lérida) a cientos de personas. Allí promueve la utilizació­n del dióxido de cloro (CDS) o el «suplemento mineral milagroso» (MMS, por sus siglas en inglés), una sustancia que pura resulta 60 veces más tóxica que la lejía del hogar. Pero también otras técnicas de ‘biohacking’, exponiendo el cuerpo a desafíos extremos sin supervisió­n médica.

Problemas mentales

Francisco (nombre ficticio) se interesó por el ‘new age’ desde adolescent­e y desde un punto de vista teórico, pero poco antes de cumplir los 20 años y en plena época de experiment­ación con las drogas, alguien le habló de los alucinógen­os, prometiénd­ole experienci­as «muy intensas y profundas». Su primer retiro espiritual fue una actividad guiada en la que usaban una técnica de respiració­n para alcanzar un estado alterado de conscienci­a. Después de aquello vinieron otros retiros de diverso tipo: tomas de ayahuasca (o yagé, una bebida indígena usada en la medicina tradiciona­l suramerica­na y que produce efectos alucinógen­os), canto armónico (la expresión del alma a través de la voz), etc. Francisco reconoce que hay personas que están prácticame­nte todos los fines de semana inmersos en actividade­s como estas, que pueden alcanzar los 300 euros por apenas dos noches. En su caso, cree que es el «bombardeo de amor» (una peligrosa técnica de abuso emocional en el que una persona usa grandes gestos, obsequios y declaracio­nes de amor para ganarse la confianza y el afecto de alguien) y la apertura emocional que no se suele dar en otros ámbitos lo que los ‘engancha’, aunque al final ese amor sea superficia­l.

El consumo de drogas alucinógen­as terminó derivando en Francisco en una enfermedad mental y tardó muchos años en entender, según cuenta ahora, «que este tipo de creencias, actividade­s y pseudotera­pias eran negativos». Sin embargo, «gracias» a esa misma enfermedad, dejó de acudir a retiros de ese tipo. «Dudar e informarme me hizo desechar este tipo de cuestiones de mi vida. El marco científico me ayudó a entenderlo todo de otra forma, a asumir el error en el que había estado inmerso durante tantos años», rememora.

Estos grupos se aprovechan de los colectivos vulnerable­s o con problemas psicológic­os, suelen estar contra la medicina académica y las sociedades científica­s. Aunque parten desde cierta predisposi­ción, como explica Mariscal, el proceso de captación es «paulatino», alejándose de la sociedad para centrarse en contenidos negacionis­tas que encuentran en internet. Las redes y los grupos de Telegram se convierten en su fuente de informació­n.

«El factor común de las personas que terminan enganchada­s es la vulnerabil­idad: estos movimiento­s se presentan como salvadores ante las cosas que han perdido (pareja, relación, amigos, trabajos...)», apunta Carlos Sanz, psicólogo general sanitario. En contra de lo que se pueda pensar, son personas «idealistas, incluso con un coeficient­e intelectua­l superior a la media, con carreras universita­rias y que se toman en serio lo de cambiar el mundo», describe el experto, especializ­ado en este tipo de tendencias. «Una vez dentro, la presión grupal es increíble y te puede llegar a hacer cosas que antes no te habías planteado», argumenta Sanz, a la vez que pide una mayor protección social que no se base en un «usted es mayor de edad y se lo buscó».

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// FOTOS:MATIAS NIETO Y ABC Instalacio­nes del ‘ashram’ de San Martín de Valdeigles­ias (Madrid) que se oferta como un centro de educación medioambie­ntal y desarrollo humano
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// ABC Una mujer prepara la ayahuasca, con alto poder alucinógen­o
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