Joao Félix y Morata vuelan
▶ Exhibición de pegada rojiblanca ante el Getafe con goles del español y pases del luso
El Atlético es mejor de lo que era. O eso transmite. Otra vez serio, perfeccionado por atrás con Witsel (lo que necesitaba el equipo era un central no un centrocampista), consolidado en el medio con el triángulo que ya estaba y redondeado por una pareja de ataque, al fin formada a golpe de meritocracia, intratable: Joao Félix, por supuesto, y Morata, que además conectan, se encuentran, parecen hechos el uno para el otro. El portugués es la calidad que ya se conocía, tan a menudo secuestrada por su jefe, y el español está en racha, luce una versión que asusta, de nueve perfecto. Tres asistencias el uno, dos goles el otro. El Atlético tiene buena pinta.
Tras la última revisión de sí mismo de Simeone, su Atlético añade electricidad. Una saludable secuencia de vertiginosas maniobras de primera, toco y me muevo, que suceden a una recuperación, que enredan y desnudan al rival, lo electrocutan. Y como por ahora el equipo además luce pegada (una efectividad descomunal a la que conviene todavía mirar con cierta cautela, por si acaso), el marcador se vuelve un aliado implacable.
Así sucedió en todos los goles del estreno, una prolongación escrupulosa de las excelentes sensaciones emitidas por el Atlético durante la pretemporada. La respuesta rápida a un error, la presión decidida para corregirlo y tener de vuelta el balón y el dañino tictic-tic-tic posterior: Lemar, Saúl, Joao, Morata primero... Solo Joao, Morata después. Cuando el Getafe quiso darse cuenta, el Atlético corría celebrando.
Morata está fino. Se pega una paliza, corre para defender, para asociarse y también para desmarcarse. Se implica en todos los asuntos del partido, baja la pelota para asear la transición, y además ahora está con una puntería brutal, podría decirse que desconocida. Y se ha encontrado en Joao un socio impagable. Trituradora ante el Juventus y también ayer. Un nueve, nueve.
Cuando el Getafe se levantó del 0-1, el Atlético recuperó ciertos defectos, una querencia al paso atrás que tantos disgustos le ha dado. Fue solo un cuarto de hora, el último del primer tiempo, que permitió crecerse a los azulones. Pero los azulones lo que no tuvieron fue pegada. Mayoral falló los dos centros venenosos y cruzados que se fabricó Iglesias desde la derecha (y que hizo al Atlético reencontrarse con un viejo dolor de espalda de sus laterales, como en los tiempos de Juanfran y Filipe Luis). Pero el larguero y las nubes (también en un mano a mano de Unal ante Oblac) de los remates dejaron sin premio al Getafe, que no tiene mal equipo. Muerde como de costumbre y maneja la pelota con sentido, ha vuelto a armar un bloque interesante. Pero el Atlético ha empezado imparable. Todo lo que tira acaba en gol.
Los rojiblancos trataron de desdecirse de su paso atrás tras el descanso, alejarse de Oblak, buscar la prosperidad con más intención de pelota, ahora que tiene argumentos para sacarla jugada, y la misma determinación ante la portería enemiga. El Getafe rondó igual el empate, pero el único que supo ver el gol fue el Atlético y su pareja letal.
Lo de Joao en el 0-2 volvió a ser para soltar aplausos. Robó más arriba (o se la entregó el Getafe) y lo adornó con un pase profundo engañando a todos, por dentro hacia Morata y no a la derecha para Llorente, como hizo creer al mundo. La definición inapelable con la izquierda del repentino goleador hizo el resto. Y al luso aún le dio tiempo a una tercera asistencia (a Griezmann, que llevaba seis meses sin anotar de rojiblanco y se sumó a la fiesta). El Atlético empieza volando.