«La discusión en la pareja no es mala, es necesaria para resolver conflictos»
► Varios expertos aportan claves para reforzar una relación en vacaciones y evitar su deterioro
Quien tiene pareja lo sabe. Al principio de la relación todo son sonrisas y buenos gestos, pero según se avanza en la convivencia diaria pueden surgir desencuentros y conflictos. Hay parejas, incluso, que se enfrentan a sus vacaciones con cierto reparo por lo que pueda pasar estando las 24 horas juntos. Pero, ¿por qué suelen enfadarse las parejas? ¿Es la discusión un síntoma claro de una mala relación?
A quién busque respuestas, Enrique Vázquez, psicólogo especializado en terapias de pareja, les transmite calma porque, tal y como asegura a ABC, «la discusión es parte esencial de la pareja y las buenas relaciones se definen en función de la forma en que discuten y solucionan sus problemas. Es decir, la discusión no es mala, es una realidad necesaria para resolver conflictos con el objetivo de que los problemas no se acumulen y llegue un momento en que se estalle y salgan a la luz todos ellos, con el riesgo de ruptura definitiva de la pareja».
Por su experiencia en consulta, asegura que una de las razones por las que más se pelean es por la batalla de poder. «Uno quiere tener la razón sobre el otro y, casi siempre, de manera inconsciente se convierten en adversarios. Ocurre sobre todo si la confianza es extrema y se entra en un juego de competición. Se generan egos y tratan de empoderarse sobre el otro, lo que resulta muy estresante».
Falta de simetría
Otro motivo que rompe la calma es la falta de simetría, entendida como la capacidad de la pareja para estar en una convivencia equilibrada. «Si, por ejemplo, uno es detallista, espera que el otro lo sea. Son cuestiones que se cuidan al comienzo, pero con el tiempo se pierden. Se produce una asimetría y el que tenía detalles echa en cara al otro que no los tenga y surge la pelea».
Este psicólogo apunta que para prevenir este tipo de situaciones, en las que uno de los dos se queja de que «ya no me quieres y, por eso, ya no tienes detalles conmigo», es que realicen por escrito una especie de contrato con aquello en lo que se deben esforzar uno y otro para mantener ese equilibrio y la sensación de que el otro está ‘trabajando’ para que la relación funcione.
Señala que hay que mantener los tres pilares de toda relación: confianza, respeto y sinceridad. «Para ello, hace falta tener compromiso. En ocasiones, no obstante, el deseo de uno no corresponde exactamente con el del otro, y estalla el conflicto. Hay personas que tienen objetivos a nivel personal que no cuadran con los de la pareja, que sitúan el éxito profesional por encima del tiempo de pareja e hijos. Esa disonancia es motivo muy habitual de discusión».
En el día a día, las labores domésticas también suponen una causa de enfrentamiento. «Es tan importante lo que hace cada uno como cuánto percibe el otro lo que yo aporto. Este asunto provoca muchas frustraciones en quien hace mucho y puede echar en cara al otro todo lo que no hace y ponerle castigos de manera más o menos inconsciente: ‘como no has hecho esto, ahora te fastidias y esta noche no voy a tener sexo contigo’».
Otra de las causas más comunes de los enfados llegan por elementos externos: la familia política. «Acciones o comentarios de los suegros o de algún cuñado suelen enfrentar a las parejas porque el afectado se defiende y el otro no admite que se metan con su familia. Pero hay que ser conscientes de que uno ‘se casa con su pareja... y también con su familia’. No obstante, este tipo de discusiones son más bien estacionales y coinciden con temporadas de Navidad y verano, que es cuando más se reúnen las familias».
De cara a estas vacaciones, la psicóloga Pilar Conde, de Clínicas Origen, explica que lo mejor es planificar actividades que sean de disfrute para ambos, que se expongan las preferencias mutuas y sus puntos de vista, necesidades, expectativas... «Si se escuchan y valoran, todo irá mejor –puntualiza–. Por otro lado, es muy necesario que dejen los móviles y utilicen las redes sociales lo menos posible: vivir primero, contarlo después. Las vacaciones son para experimentar lo que nos trae el verano, sin necesidad de mostrarlo a cada minuto al resto del mundo, hándicap que nos desvía del otro y nos puede convertir en esclavos del teléfono y de la opinión ajena. Y, sobre todo, no pueden faltar expresiones de afecto, tanto físicas como verbales».
Sexo para reconectar
También señala que es muy importante viajar con la mente dispuesta a conectar con la pareja, estar más tiempo juntos, y no solo centrarse en los hijos desatendiendo la relación de pareja. Recomienda tener un espacio para la sexualidad. «El sexo consigue conectar a ambos, que estén más receptivos. Si ha estado presente en las vacaciones es un factor que influye en pro de la relación».
No obstante, advierte que el verano puede servir para solucionar una mala relación, pero también para que empeore. «Hay parejas que en el día a día no pueden conectar por sus múltiples responsabilidades y que en vacaciones reconectan y toman conciencia de lo bien que están juntos. O, por el contrario, una pareja que sentía que no iba bien durante el año, al no conectar cuando sí se dan las condiciones para ello, les haga tomar la decisión de separarse».
En el caso de que salga reforzada, que sería lo ideal, recomienda que tras las vacaciones «no se dejen llevar por las rutinas y se esfuercen en seguir realizando actividades conjuntas, en expresar afectos, fomentar la comunicación, gestionar los conflictos, repartir los roles de forma clara y mantener una rutina sexual que agrade a los dos».