ABC (1ª Edición)

El hombre que susurró a los caballos

Estudió Derecho en Oxford, pero trabajó como periodista. David Lean le convenció para escribir ficción, y así lo hizo. Su gran éxito fue ‘El hombre que susurraba a los caballos’

- BRUNO PARDO PORTO

Nicholas Evans nació en 1950 y expiró su último aliento ayer mismo, víctima de un ataque al corazón. Fue un hombre con estrella, que dejó tras de sí una biografía tan interesant­e como exitosa; con su dosis de aventura, con su dosis de calma, con sus cuatro hijos: Finlay, Lauren, Max y Harry. Le dio tiempo a hacer muchas cosas, todas ellas relacionad­as, eso sí, con el viejo arte de la narración.

Evans se crio en Bromsgrove, una ciudad pequeña o un pueblo grande al suroeste de Birmingham, y de allí salió para estudiar Derecho en la Universida­d de Oxford. Se graduó con buenas notas, pero decidió dedicarse al periodismo. Empezó trabajando en el ‘Evening Chronicle’ de Newcastle, un diario local que, por lo que sea, tiene una ilustre nómina de antiguos plumillas, entre los que figuran, por ejemplo, Basil Bunting y Mark Knopfler. Ahí es nada. Tal vez fue una señal…

Duró tres años en la prensa escrita, que dejó por la televisión. Primero fue productor del programa ‘Weekend World’, en el que se analizaba la política estadounid­ense y su relación con Oriente Medio. Aprovechó el puesto para viajar mucho, y luego volvió a darle un vuelco a su currículum: se especializ­ó en hacer documental­es sobre artistas y escritores famosos, y así rastreó los vaivenes de mitos como David Hockney, Francis Bacon y Patricia Highsmith. En 1983 hizo uno sobre David Lean, y entre ellos nació una bonita relación discípulo-maestro. El director de ‘Lawrence de Arabia’, ‘Doctor Zhivago’ y tantas otras obras inmortales fue quien lo convenció para dar el salto a la ficción. Tiene gracia: dejar de contar la realidad consiguió que su realidad cambiara radicalmen­te.

Evans pasó diez años imaginando y produciend­o películas para cine y televisión, con más o menos éxito. Pero entonces llegó 1993. En el sureste de Inglaterra conoció a un herrero que le habló sobre los susurrador­es de caballos, gentes capaces de curar sus traumas, de devolver el galope a estos seres nobles. Voilà. Algo hizo clic en su cabeza, y se sentó a escribir. Dos años después publicaba ‘El hombre que susurraba a los caballos’, que terminó vendiendo más de 15 millones de copias en todo el mundo. Un año antes del éxito, por cierto, le diagnostic­aron cáncer de piel, porque la vida es así, un subibaja. Evans tuvo que pasar por quirófano, pero eso no evitó que consiguier­a colocar su libro. «El día después de la operación estaba dando vueltas por las editoriale­s tratando de parecer cortés y normal, pero estaba sudando frío, me estaba muriendo, tenía mucho dolor», recordaba el autor en una entrevista de 2011.

La novela contaba la historia de Grace, una mujer que sufre un terrible accidente en el que pierde a su mejor amiga y en el que su caballo queda gravemente herido y, a la postre, asalvajado: en un desesperad­o intento por sanarlo (por sanarla) su madre decide ir a Montana a ver a Tom Booker, un vaquero capaz de hablar con los caballos, esos animales tan humanos (al menos en la ficción). El éxito en papel se convirtió en éxito cinematogr­áfico de la mano de Robert Redford, que protagoniz­ó y dirigió la adaptación.

Evans escribió otras cuatro novelas: ‘El bucle’, ‘El saltador de humo’, ‘La brecha’ y ‘El valiente’. Se compró una casa del siglo XIV en Devon, a la orilla del río Dart, y allí vivió plácidamen­te hasta el final.

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