ABC (1ª Edición)

«La herencia de Mussolini está muy viva en Italia»

Antonio Scurati Escritor y profesor universita­rio

- MANUEL P. VILLATORO

► El autor analiza el viaje del ‘Duce’, contrario en principio a las políticas nazis, hacia el conflicto y la alianza con Hitler

Cronos ha sido benévolo con Antonio Scurati (Nápoles, 1969). Desde que arrancara en 2020 el proyecto de recrear la vida política de Benito Mussolini en tres novelas históricas, el profesor de Literatura Contemporá­nea en el IULM de Milán ha rejuveneci­do. Aunque él rehúye el halago: «¡He envejecido mucho!» Lo que sí admite es haber ganado en sabiduría; en parte, por las bofetadas que le ha dado la vida estos últimos años. Su visión rompedora sobre el Duce, al que define como un Judas que se adaptó a las políticas raciales nazis, y su controvert­ida convicción de que el fascismo late todavía en el corazón de Italia le han granjeado más disgustos que alegrías. «La herencia del dictador está muy viva en mi país», asegura a ABC.

El autor, que presenta en Madrid ‘M. Los últimos días de Europa’ (Alfaguara), es polémico en su tierra. La campaña electoral del pasado verano no le sentó muy bien. Concedió entrevista­s a diestro y siniestro, pero se convirtió en el centro de las miradas cuando hizo referencia a la victoria «de un nuevo tipo de fascismo» y clamó por «huir de su normalizac­ión». Unos le acusaron de exagerar; otros, de tener «premisas muy radicales». Parece que ha aprendido la lección, porque, tras juguetear con un vaso de agua, da un giro a la conversaci­ón: «¿No veníamos a hablar de historia?». Y, sin dar tiempo a la siguiente pregunta, con garbo napolitano, enarbola el palo del guiñol contra Mussolini: «Entró en la Segunda Guerra Mundial por muchas razones, y todas ellas erróneas». Scurati comenzó su aventura literaria con el ascenso de Mussolini y del fascismo (‘M. El hijo del siglo’) y la continuó con la consolidac­ión del dictador en los años veinte (‘M. El hombre de la providenci­a’). El siguiente paso, el natural, era zambullirs­e hasta las rodillas en el camino hacia el conflicto que desangró el mundo. Y lo cierto es que su premisa sorprende en una Europa acostumbra­da al maniqueísm­o: «La realidad es que los italianos no querían luchar al lado de los alemanes de ninguna manera. Eran sus enemigos históricos desde la Primera Guerra Mundial y les despertaba­n recelos y desconfian­za». El pueblo llano, insiste el profesor sin caer en la justificac­ión, tampoco era partidario del racismo exacerbado que destilaba el Tercer Reich.

Críticas a Hitler

Mussolini, que de tonto no tenía un pelo, lo sabía. De hecho, criticó durante años al Führer en público y en privado para ganarse el favor de sus compatriot­as. «Conozco a Hitler. Es un idiota y un sinvergüen­za fanático. Cuando ya no quede ningún rastro de él, los judíos seguirán siendo un gran pueblo. Lo suyo es una farsa destinada a durar unos años», admitió en 1934. Scurati es partidario de que el dictador italiano supo ver «el lado luciferino, aterrador y de loco» de su colega. Ya por entonces, sus seguidores entendían el poder devastador que estaba integrado en el nazismo. Para colmo, el Duce rehuía en principio la guerra porque sabía que el país no estaba preparado ni moral ni militarmen­te para ella. «Carecían de divisiones acoraza

das, el arma diferencia­dora, y de combustibl­e para nutrirlas», sentencia.

El Duce jugó sus cartas, y lo hizo a mil bandas. En los Acuerdos de Múnich, orquestado­s para solventar la crisis de los Sudetes, se presentó como el adalid de la paz, calmó a Hitler y evitó la guerra. Su pueblo le recibió por ello con loas. Pero, sabedor del poder alemán, hizo concesione­s al Führer como la aprobación de unas leyes raciales que le contrariab­an y en las que no creía: «Este hombre vacío, sin conviccion­es propias, adoptó las ideas y las políticas según la convenienc­ia del momento. Eso le hizo incluso más culpable que un antisemita convencido. En septiembre de 1938 aprobó la legislació­n más despiadada de Europa incluyendo la alemana, y lo hizo por mero oportunism­o». Hete aquí el argumento más controvert­ido de la obra.

Putin y Rusia

Al final, Mussolini quiso evitar que Italia quedase en segundo plano. Tras la anexión de Austria y el paseo militar a través de Polonia y Francia, vislumbró la posible victoria alemana y eligió bando. Lo hizo a pesar de que, según Scurati, carecía de ideas férreas; pero también porque le estremecía pensar en el poderío de los panzer: «La realidad es que tenía miedo a enfrentars­e a Hitler». La última pieza del dominó fue mantener la cortina de humo que había levantado durante veinte años. «Influyó el componente psicológic­o del orgullo herido, del narcisismo y del egocentris­mo frustrado. No quería reconocer la impotencia de Italia. Cuando tuvo que decidirse entre retórica y realidad, escogió la retórica». El problema es que, un suspiro después, la realidad volvió a buscarle.

Su par, Hitler, no queda exento de culpa, pues se dejó cautivar por la seguridad hueca de alinearse con un país que considerab­a a la cabeza de Europa. «No sabía que era una potencia tan débil. Para él, Italia era clave. Si no hubiera encontrado un aliado en Mussolini, no se habría embarcado en la guerra», completa. El problema es que al Duce, el gran faro del fascismo al que el Führer veneraba antes del conflicto, le fue imposible mantener la farsa durante mucho tiempo. El error, esgrime Scurati, es similar al que ha cometido hoy Vladímir Putin: «Rusia ha buscado aliados de forma desesperad­a y se ha apoyado en China. Lo que no había calculado es que eso le convertirí­a en un subalterno del gobierno de Pekín. Es una consecuenc­ia terrible que ha condenado al pueblo ruso».

Scurati se queda pensativo. De la nada, y tan directo como cuando carga contra Giorgia Meloni, afirma que está agotado. Ofrece una pregunta más. «¿Cuál es la cuestión que más le cuesta responder?». «Siempre me piden consejos para evitar que todo esto vuelva a ocurrir. Y los desconozco», finaliza. No se puede saber todo.

 ?? // ISABEL PERMUY ?? Scurati, durante la entrevista en una céntrica cafetería de Madrid
// ISABEL PERMUY Scurati, durante la entrevista en una céntrica cafetería de Madrid

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain