Sofía Casanova, la reportera que vio el mundo estremecerse
‘De guerra, revolución y otros artículos’ recoge las crónicas que escribió desde Polonia y Rusia la primera mujer corresponsal española
Cuando Sofía Casanova (La Coruña, 1861; Polonia, 1958) empezó a escribir en prensa, mucho antes de ser la corresponsal que sobrevivió a dos guerras mundiales y a la Revolución rusa, se la presentaba como ‘la distinguida poetisa’ o ‘la ilustre señorita que escribe’. Apadrinada por el poeta Ramón de Campoamor, tuvo en su juventud acceso a la corte de Alfonso XII. «Publicaba textos literarios en Blanco y Negro, en ‘El Debate’... Le labró algo de fama, pero no le granjeó el respeto. Este le llegó cuando se fue a Polonia», dice Amelia Serraller Calvo, responsable de la antología ‘De guerra, revolución y otros artículos’ (La Umbría y la Solana, Los libros de fronterad).
Allí, por casualidad, le sorprendió la Gran Guerra, y así comenzó una carrera periodística que ninguna mujer española había acreditado antes. Casada con el filósofo polaco Vicente Lutolawski, viajó a principios del verano de 1914 a Polonia para visitar a su hija mayor. El viaje coincidió con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, esto es, el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Tras unos meses en los que se perdió su rastro, en noviembre salió publicada su primera crónica: ‘Impresiones de Varsovia’, una carta que envió a la familia mientras trabajaba como enfermera. «Daba información que se desconocía en España, y el director de ABC le propuso una corresponsalía estable. Se volvió muy popular», afirma Serraller Calvo.
Con el permiso de Carmen de Burgos, ‘Colombine’, podría decirse que fue la primera mujer corresponsal de guerra española con contrato y con regularidad. Escribió en estas páginas entre 1914 y los años cuarenta, cuando escribió una crónica crítica con Alemania y la férrea censura de la Segunda Guerra Mundial la relegó al olvido. Siguió escribiendo, casi ciega, hasta el final de sus días, ya nonagenaria. En total, publicó más de un millar de artículos, la mayoría en ABC. Algunos se publicaron en su día en antologías apresuradas (’De la guerra’, 1916; ‘De la Revolución rusa en 1917’, 1917; ‘La Revolución bolchevista’, 1920), que con más o menos suerte han ido siendo reeditadas, pero la mayor parte de su obra estaba cogiendo polvo en las hemerotecas.
‘De guerra, revolución y otros artículos’ viene a cubrir este vacío con una muestra de unos 150 artículos, que en algo más de 600 páginas abarcan toda la trayectoria profesional de una periodista que sufrió cinco guerras –las dos mundiales, las civiles de Rusia y España, y la polaco-bolchevique– y tres revoluciones rusas. El coste personal fue alto, claro. Tras separarse de su marido, tuvo que trabajar para mantener a sus tres hijas. «Intentó vivir a través de sus crónicas», explica Serraller Calvo. «Se quedó casi ciega tras sufrir un golpe cuando iba a una manifestación en San Petersburgo. Los últimos cuarenta años de su vida apenas veía. En la Segunda Guerra Mundial, su casa fue destruida. Llegó a vender los diamantes de la insignia de la Gran Cruz de Beneficencia para poder comer».
El libro está dividido en cinco bloques, que coinciden con los acontecimientos históricos que cubrió. «Cuando esta carta sea leída nuevas batallas habrán borrado con sangrienta actualidad ese recuerdo», señala Casanova en una de las crónicas del periodo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Después, sería con John Reed una de las pocas periodistas en cubrir la Revolución rusa de 1917 ‘in situ’. Incluso consiguió una entrevista con Trotski. «Una de las más singulares manifestaciones de la crisis de Rusia es el silencio de sus intelectuales», supo ver. «La intelectualidad dormita o se rinde al pesimismo, que es negación y afirma la inutilidad del esfuerzo».
Candidata al Nobel
El tercer bloque de la antología recoge las crónicas de la independencia polaca (1919-1922). «Sofía se convierte en cronista de un Estado que resucita, exótico en cuanto a nuevo. Mientras, Rusia está envuelta en una extenuante guerra civil y los sóviets se consolidan, ávidos de ampliar su territorio», presenta Serraller Calvo. ABC siguió publicando las crónicas de Casanova. Los sucesos de la Europa de entreguerras conforman el cuarto bloque. «La tragedia máxima de esta época es la de Rusia. De ella sobreviven muchos personajes en la emigración y otros mueren en las urbes rojas de hambre o asesinados en las cárceles», resume la reportera en uno de sus textos. El libro lo completan artículos sobre el ascenso de los totalitarismos y otros sobre la cuestión judía o la mujer.
Según su antóloga, Casanova alcanzó su punto más álgido como periodista durante la Revolución: «Hasta el punto de que acuñó en español muchos de los términos revolucionarios, para los que dudaba entre la influencia del francés y del polaco». Hablaba seis idiomas y también escribió novelas, e incluso estrenó una obra teatral que Galdós aplaudió. Tradujo al español obras de autores rusos y polacos y ella misma fue publicada en polaco, sueco, francés e italiano. Llegó a colaborar con ‘The New York Times’ y Antonio Maura, en nombre de la Real Academia Española, la propuso para el premio Nobel de Literatura.
Fue una mujer conservadora –de joven leía poemas a Alfonso XII en audiencia privada–, pacifista y, para los estándares de la época, feminista. «Al final de la Segunda Guerra Mundial, tuvo que elegir entre quedarse en la Polonia Popular comunista, donde lo extranjeros no tenían nacionalidad y no podían viajar, o volver a España. Y ella, por su familia, por sus hijas y nietos, siendo tan anticomunista, se quedó allí, rodeada de los suyos». Tras el veto que sufrió en los años cuarenta, solo consiguió que una editorial de León le publicara algunos textos, ya sin repercusión. Envió su última crónica un mes antes de morir, con 96 años. «Vivimos en una época deslumbrante, pero conturbadora», decía en esas líneas.