Las telecos sacan las miserias de una Europa desganada y desgarbada
Las turbulencias en Vodafone y BT son el síntoma de un mal mortal de necesidad: una Europa analógica, obsoleta y burócrata, donde siempre ganan los gigantes llegados de fuera, y que está en busca de autonomía estratégica. Mientras, en España, Indra está a la espera de estrategia y sin noticias de su autonomía
«E l orden de hoy lo edifican estadistas que administran enormes burocracias de tal complejidad que, a menudo, la energía de estos estadistas se gasta más atendiendo a la maquinaria administrativa que atendiendo un propósito. Estos estadistas han llegado a la cumbre del poder gracias a unas cualidades que no siempre son las necesarias para gobernar y aún son menos apropiadas para construir un orden internacional». La frase es de Henry
Kissinger, un joven valor que alcanza ya el siglo de vida y al que difícilmente alguien podría añadir una sola coma para obtener un diagnóstico más preciso de lo que es
Europa. Luego prueben a sustituir estadista por superejecutivo y a reemplazar orden internacional por multinacional y el resultado es espeluznante. La suma de una y otra cosa explica mucho de lo que está pasando en el Viejo Continente, donde la política se confunde con la propia vida y así nos va.
Los burócratas de Bruselas han diseñado durante décadas un modelo de Europa desgarbado y desganado, que ha servido como molde flanero a las compañías que en él habitan y estas, a su vez, han trasladado la apatía al personal que da sentido tanto a Europa como a su tejido industrial. Así, entre todos se la han cargado y ella solita agoniza. «Como estadista, uno tiene que obrar siempre con la suposición de que los problemas deben resolverse», añade el bueno de
Kissinger. Ni caso le hicieron, claro. La Europa digital es un proyecto que no homogeneiza sino que divide y centrifuga: los países del norte contra los del sur, los del este frente a los del oeste, las economías grandes ante las modestas… Es la
Europa de varias velocidades, del descontento, del miedo a la globalización, a las dificultades y, desde ya, a la inteligencia artificial.
La pandemia nos puso de acuerdo en un mantra: el futuro es digital, sostenible y teletrabajable. Como cuajó el consenso sobre la necesidad de ganar autonomía estratégica, de imponer el modo de vida europeo, con sus valores, sobre cualquier otro. Pero nadie quiso decir que requería relaños para llevarlo a cabo. Y mientras aquí nuestros comisarios europeos y sus gabinetes emperifollados se han entretenido en juegos florales, los gigantes americanos y asiáticos nos han comido la tostada aprovechando la ausencia de normas de un continente que, en palabras de Elon
Musk, es «La La Land». Resulta que la conectividad es estratégica, clave y vital, pero a la hora de pedir la cuenta las ‘Big Tech’ se han marchado al servicio y han dejado a las telecos de ‘pagafantas’. Mientras los gigantes californianos se dan un festín con los datos de Europa, las instituciones comunitarias continúan con el mareo de la perdiz y consultas blandiblú para no molestar. Luego, verán, muerto el burro, la cebada al rabo.
Las telecos están que no están. En una misma semana las grandes operadoras de Europa se despeñan en Bolsa tras presentar resultados –más que resultados son partes de daños a terceros– y anuncian miles de recortes laborales, desde los 11.000 de Vodafone hasta los 55.000 de BT. Pero esto no va de personas, va de proyecto. Es ahí donde falla todo, porque es el proyecto de
Europa el que no encuentra definición. ¿Queremos 5G? ¿Hace falta fibra óptica de última generación? ¿Buscamos acomodo para una industria de generación de contenidos que multiplica exponencialmente su caudal de tráfico cada año? Porque esto, Europa, va de datos.
Los gigantes americanos y chinos nos han comido la tostada ante la ausencia de normas en Europa
Las telecos se han sacado de la manga una estratagema llama ‘fair share’, un tente mientras cobro para que los que atascan las redes ayuden a que fluyan bajo advertencia de que en juego está el despliegue del 5G y los desarrollos tecnológicos del futuro digital. Ignoran tal vez que poco les importa a los atascadores norteamericanos, porque su negocio es llenar las vías de datos y después ya vendrá otro a arreglarlo; al fin y al cabo el problema no lo generan en sus continentes, qué va, sino en una
Europa tan de seda para ellos como de hierro para los operadores patrios. El ‘fair share’ es tanto como la capacidad de Europa de asumir sus propias responsabilidades, pero verán qué pronto asoma algún
comisario, comisaria o lo que se tercie para decir que se lo van a pensar en un periodo de reflexión urgente de no más de otros diez o veinte años. Y para cuando Europa quiera salir de su desganada y desgarbada situación se habrá quedado en una situación de franca desventaja, irremediable e irreversible, pero algún comisario abrirá entonces alguna consulta para obrar sobre seguro y sin precipitarse, tras hacer criterio con media docena de esos superejecutivos del sector que confunden la política con su propia vida y con el activo de sus inversores.
En esa sopa de letras de confusión se halla también otra compañía que será estratégica, pero cuya autonomía sigue en cuestión: Indra. Esta semana se ha completado a toda prisa el relevo del CEO. El bueno de José Vicente de los Mozos sustituye a Mataix a la espera de que lo ratifique la junta y a falta de que Rodrigo Buenaventura y su
CNMV nos expliquen cuáles son los «desacuerdos de gobernanza» que han forzado la dimisión de otro consejero independiente, Axel Arendt, quien llevaba apenas unos meses en el cargo, y al que llegó precisamente para cerrar otra crisis de gobernanza previa que el regulador zanjó sin revisar el VAR. El sanchismo ha salido rápido a cantar que Indra va a ser un campeón del sector de la defensa, y para dar testimonio de ello sus asesores han echado mano de la experiencia de De los Mozos en
Renault. Que si toma el volante, que si pisa el acelerador o, ya puestos, que Indra va a ir sobre ruedas. ‘Palabrita’, les ha faltado decir a los incrustados gubernamentales en una empresa bandera sacudida por el ‘Gobierno decorativo’ y las promesas incumplidas, que Murtra sigue sin poderes ejecutivos. A este paso, el hombre del PSC en la tecnológica va a tener que pedir a
Bruselas otra consulta pública a ver si le dejan mandar de una vez por todas. Tenemos una Europa que no nos merecemos.