ABC (1ª Edición)

El desierto, la esclavitud, el mar... y los Alpes

- ÁNGEL EXPÓSITO

El valle de la Clarée (Alpes franceses) y el calle de Susa (Alpes italianos) son limítrofes. Pueden ser dos de los lugares más bonitos del mundo junto con la región de los Alpes suizos (algo más al este) y los lagos contiguos del norte de Italia (Como, Belagio, Cernobbio...). Se trata de una región del mundo tan increíblem­ente hermosa como multimillo­naria. Los locales italianos aseguran que hay más diferencia de renta entre el Lago di Como y Nápoles o Sicilia que entre España y Marruecos. Y puede ser cierto. Por eso remueven las entrañas las imágenes de cientos de africanos cruzando los Alpes por los valles de Susa y Clarée, sin apenas abrigo, sin guantes, en zapatillas... dispuestos a morir, otra vez.

Cómo será la desesperac­ión de esa gente; cuáles serán sus sueños; qué poco tendrán que perder que atravesaro­n desiertos, se agolparon como ratas en almacenes de esclavos, se tiraron al Mediterrán­eo y ahora cruzan a pie los Alpes. Lo que sea por un mínimo de dignidad.

Las autoridade­s italianas, como en Grecia y España en breve, no dan abasto. Y redistribu­yen a los inmigrante­s desde Sicilia y Lampedussa por todo el país, donde permanecen hasta que cumplen la mayoría de edad, se recuperan o simplement­e se atreven a seguir hacia Europa central.

Hace un par de años vimos a sirios, iraquíes y afganos muriendo de frío en las fronteras de la Europa del Este, huyendo de Daesh o Al Qaeda, escapando de la miseria de la guerra y del terror. Ahora, los que mueren congelados son africanos en mitad de los Alpes, que huyen de Al Shabab, de Boko Haram o de AQMI, del mismo terror y del hambre del cambio climático. ¿Cuál será la siguiente escena de este cementerio natural en Europa, ante la que permanecem­os inútiles? PD: Hace unos meses, un equipo de «La Tarde de Cope» estuvimos en Sicilia. Pasamos una noche con adolescent­es africanos y asiáticos en la sede de una ONG católica. Nos alertaron del impresiona­nte número de chavales africanos que se dedicaban a la prostituci­ón masculina en la Italia continenta­l. Cada «servicio» cuesta cinco euros. Los clientes son europeos. Como para no seguir huyendo, aunque sea descalzo, por mitad de los Alpes a quince grados bajo cero.

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FOTOS. REUTERS A la izquierda, un grupo de inmigrante­s se refugia en una cueva de Nevache (Francia). Sobre estas líneas, la travesía alpina que realizan los africanos
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