Carlos Sainz, la fuerza del coraje
Al trantrán, sin necesidad de arriesgar y poner en peligro una victoria que estaba cantada, a Carlos Sainz le bastó ayer llegar noveno a la meta de Córdoba (Argentina) para alzarse con su segundo título del Dakar. Lo tenía atado y no quiso que la fatalidad, compañera suya durante mucho tiempo, volviera a cruzarse en su camino. Ocho años después de lograr su primer Dakar, Sainz se quitó la espina de una prueba cuyas cinco ediciones anteriores tuvo que abandonar como consecuencia de las averías y los accidentes. Ayer no falló. El Dakar más duro de la historia viene a cerrar la carrera de un piloto que eligió la prueba más difícil para despedirse del circuito profesional. O quizá no.
«Voy a disfrutar de esta victoria, luego ya habrá tiempo de ver qué hago en el futuro», dijo Sainz, inagotable, tras cruzar la meta y brindar por su victoria. Será en familia donde el piloto, de 55 años, aborde la posibilidad de seguir al volante y volver a alistarse en esa prueba de fondo y forma que es el Dakar. De momento disfruta de las felicitaciones – «Soy el hijo más orgulloso del planeta Tierra», aseguró Carlos Sainz Jr. «Me duelen las manos de aplaudir a la leyenda», escribió Fernando Alonso– que le hicieron llegar propios y extraños.