ABC (1ª Edición)

La fiscal quiere prisión permanente revisable para el torturador de la niña Naiara

- CRUZ MORCILLO MADRID

–Jueza: ¿Qué pasó cuando usted empezó a zarandear a Naiara de los pelos? –Iván Pardo: Me enfadé, me parece que le pegué con los puños un poco fuerte en la cabeza y me cogí una raqueta eléctrica cazainsect­os y se la puse (...) –Jueza: ¿Para qué daba pequeños calambres a Naiara? –Iván Pardo: A ver si cambiaba de comportami­ento en los estudios y de obedecer a los mayores y tener respeto, que fue para lo que bajó a la casa. –Jueza: La raqueta, ¿en qué parte del cuerpo de Naiara la empleó? –Iván Pardo: En los pies y en los muslos (…) –Jueza: ¿Como consiguió paralizarl­a? –Iván Pardo: Le puse unos grilletes, dos grilletes atados con una cuerda en las manos y en los pies (…) le puse un calcetín limpio en la boca para que no chillase.

Es un fragmento de la declaració­n en sede judicial de Iván Pardo Pena, el 8 de julio de 2017, acusado de asesinar a Naiara Briones, hijastra de su hermano, de solo ocho años, en Sabiñánigo (Huesca) porque la pequeña no quería estudiar. Sus palabras, las de la Guardia Civil y las de la jueza componen la crónica de las siete horas de torturas a las que fue sometida la criatu- ra hasta dejarla «como un vegetal». Murió un día después en el hospital. La fiscal pedirá prisión permante revisable, según indicó en su alegato para solicitar la prisión provisiona­l sin fianza tras narrar Pardo la saña con la que se empleó. «¿Usted cree que actuó con crueldad?», le preguntó la representa­nte del Ministerio Público. No fue capaz de negarlo. Está en la cárcel desde entonces. Además, figuran como investigad­os su madre y su hermano, padrastro de la pequeña. La causa ha sido declarada compleja y prosigue la instrucció­n. La acusación ejercida por el bufete de Marcos García Montes, en nombre del padre natural de la niña, Manuel Briones, acaba de pedir que declaren todos los familiares.

Copiar 20 hojas

«A las ocho y cuarto de la mañana del 6 de julio Iván Pardo Peña (33 años) entró en la cocina donde estaba Naiara para tomarle la lección que le había impuesto el día anterior cuando la obligó a estar toda la noche de rodillas con piedras debajo de las rodillas. Tenía que copiar veinte hojas de la lección que tenía que estudiar y cuando le dijo que no lo tenía hecho se puso muy nervioso, se enfadó y comenzó a propinar golpes con los nudillos cerrados en la cabeza de la cría. Luego se fue al salón, se quitó la camisa y dijo: “Yo voy a sudar, pero tú lo vas a pasar muy mal, te voy a dar durante diez horas”».

Así comienza el relato del auto de prisión de la titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucció­n número 1 de Jaca (Huesca), Mercedes González, en el que constata la «extrema gravedad, crueldad y dureza» de los hechos que provocaron un día despúes la muerte de la pequeña. «Cogió dos esposas y ató con unas a Naiara con las manos a la espalda y otras en los pies de la niña (…) utilizó una cuerda negra que ató a los pies de Naiara (de esposa a esposa) para evitar así que la niña pudiera moverse y de nuevo cogió la raqueta eléctrica produciend­o descargas a la menor por todo el cuerpo llegando a caerse el calcetín colocado en la boca de Naiara de tanto gritar por lo que Iván Pardo volvió a meter el calcetín en la boca más profundo mientras propinaba puñetazos en la cara, boca y nariz de la niña y apretaba las mejillas a la niña obligando a Naiara a morderse a sí misma», continúa la magistrada.

«Le pegué con el cinturón a ver si así se ponía las pilas. Me enfadé porque siempre estaba con que se sabía el tema y no se lo sabía», declaró el detenido. Naiara Briones, a pesar de que había aprobado el curso (tercero de Primaria), llevaba dos noches y dos días sin dormir, obligada a estudiar por el hermano y la madre de su padrastro, de rodillas sobre grava o de pie, vigilada por sus dos primas de 12 y 14 años, que debían turnarse para impedir que la criatura descansara.

«La enganché, la zarandeé de los pelos y fue ahí cuando la cría se quedó como desmayada (…) La enganché, la levanté y la bajé repetidas veces, cuatro, cinco o seis.. en una de esas se quedó que se caía. Se quedó como inconscien­te, no respondía, me la llevé al baño para meterle la cabeza debajo del agua a ver si se le pasaba».

En la casa de la avenida de Yebra de Sabiñánigo vivían Nieves Pena, viuda, su hijo Iván Pardo, vigilante jurado de 33 años, y las dos nietas de Nieves: Azahara y Mariam, de 14 y 12 años, respectiva­mente, de las que tenía la tutela.

El tío de la víctima confesó a la jueza cómo golpeó, engrilletó y estrelló contra el suelo a la pequeña durante siete horas porque «no se sabía la lección». Naiara tenía ocho años; cumple el primer supuesto para aplicar la condena agravada Dos horas Estuvo dos horas inconscien­te hasta que entró en parada y dejó de respirar sin que nadie avisara

Naiara era la hija que su nuera Mariela Alejandra Benítez había traído desde Argentina. Casada con su hijo Carlos, la pareja había tenido dos niñas en común: una de cuatro años y otra de uno. Naiara estaba pasando unos días en la casa de su abuela postiza porque estaba «rebelde, rompía sillas, contestaba…y no podía con ella», según declaró el padrastro de la niña, Carlos Pardo.

Yo voy a sudar «Yo voy a sudar, pero tú lo vas a pasar muy mal, te voy a dar durante diez horas», así comenzó el horror

La madre, en el trabajo

La mandaron allí mientras su madre trabajaba en Bielsa. De día se quedaba al cuidado de Iván Pardo, que no ejerció jamás de tío, sino de verdugo. La mañana de julio, la del infierno, después de desmayarse a causa de los golpes, Iván Pardo la metió en la bañera, ordenó a su sobrina mayor que le llevara amoniaco y lo echó sobre la boca de la niña. Naiara sangraba mucho; le colocó una bolsa de guisantes congelada para bajar la hinchazón. A la una de la tarde, después de casi cinco horas de saña, mandó a sus dos sobrinas que fregaran la sangre y recogieran

todo, incluidas las piedras que estaban en el suelo, las esposas, el calcetín y las hojas de la lección que la criatura tenía que estudiar. Las crías lo tiraron todo al cubo de la basura; horas después la Guardia Civil lo encontró, según consta en la espeluznan­te acta de inspección ocular.

En esa acta se recoge que había pelo de la niña prácticame­nte por toda la casa, dada la «saña» con la que le arrancó el cuero cabelludo, incluso pegados a la bolsa de guisantes. En tres estancias encontraro­n piedras pequeñas, la grava que agujereó las rodillas de Naiara, rastros de sangre, grilletes, cuerdas, alcohol, amoniaco.

Desde la una de la tarde y hasta las 15.38 Naiara estuvo a punto de morir dos veces. Azahara y Marian alertaron a su tío a gritos diciéndole que se ahogaba, que no tenía pulso. «El tiempo transcurri­do desde la pérdida de conocimien­to hasta que entró en parada cardiaca y no respiraba fue de dos horas», señala la Guardia Civil. Pero Iván Pardo construyó el relato y les dijo a sus sobrinas lo que debían contar: que la niña se había caído por la escalera al salir a buscar el correo. A las 15.30 llegó la ambulancia. Un helicópter­o trasladó el cuerpecito desmadejad­o de Naiara al hospital Miguel Servet de Zaragoza. Tenía politrauma­tismo, traumatism­o craneoence­fálico, hematomas y equimosis. Nada más verla los médicos sabían que no se había caído. La operaron de urgencia, pero no aguantó ni un día.

Las lesiones representa­n un «ensañamien­to efectuado bajo brutal tortura». Se detectan «señales típicas de grilletes policiales cuando son puestos con presión», concluyero­n los agentes de Criminalís­tica. En el sumario figura un reportaje fotográfic­o que estremece. No hay prácticame­nte una zona del cuerpo de Naiara que quedara libre de contusione­s, erosiones, hemotamos, costras, sangre, moratones… «Papá, te quiero mucho, te prometo que voy a cambiar», le dijo la pequeña al marido de su madre. Nadie tuvo piedad con ella.

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EFE Iván Pardo, el presunto asesino de la pequeña Naiara, hermano de su padrastro, a la izquierda en su coche. Sobre estas líneas, Mariela Benítez, la madre de la niña a la que su padre natural Manuel Briones (a la izquierda) acusa de haberle ocultado el...
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