El mundo al revés
Trump consigue algo nunca antes visto en la política norteamericana: que un presidente con un año de gestión económica arrolladoramente positiva vaya mal en las encuestas. Porque, por no ser un político, nunca dedica un minuto a buscar causas de empatía con su electorado –mucho menos con la Prensa o el resto del universo. Baste un ejemplo: la tasa de desempleo de la población de color está en un 6,8 por ciento –cifra que Obama no pudo ni soñar alcanzar. Queda claro qué contradictorios son la tasa de popularidad y las tasas de éxito económico. Los demócratas han detectado perfectamente el punto débil y se encaminan a las elecciones de mitad de mandato de noviembre de 2018 con el objetivo de ser el primer partido que gana unas elecciones ni por la economía, ni por una guerra, ni por una idea política, sino por la antipatía del rival.