ABC (1ª Edición)

Miles de ilegales se juegan la vida en los Alpes para llegar a Francia

Una media de 30 inmigrante­s diarios desafían la nieve y el frío; algunos se han dejado la vida

- ÁNGEL GÓMEZ FUENTES CORRESPONS­AL EN ROMA

Hace pocos meses cruzaron el mar y llegaron a Italia desde Libia, donde la mayoría sufrieron torturas y un sinfín de penalidade­s. Con el sueño del paraíso europeo, animados por haber dejado atrás un infierno y superar la peligrosa travesía del Mediterrán­eo, llegan a las montañas de los Alpes, donde ven por primera vez la nieve. Procedente­s de países africanos, donde no suelen conocer el frío, corren ahora el riesgo de perder la vida ahogados en un mar blanco porque subestiman el frío invernal y tratan de superar la montaña nevada con ropa y calzado no apropiados. Segurament­e no saben que la montaña es como el mar: Si no la conoces, no te perdona. Comienzan a conocerla cuando llegan a su último destino italiano: Bardonecch­ia. Un cartel azul con una escritura blanca indica el nombre de la estación ferroviari­a: Bardonecch­ia, un municipio de unos 3.000 habitantes de la provincia de Turín, al pie de los Al- pes. Este es el último pueblo italiano confinante con Francia, a 1.312 metros de altitud. Desde aquí parte la llamada «ruta alpina», emprendida por muchos inmigrante­s a la búsqueda de una nueva vida en Francia o en algún país del norte de Europa. Mirando el mapa, parece que la distancia entre Francia e Italia es muy corta; 15 kilómetros separan Bardonecch­ia de Nevache.

Peligro mortal

Ese gran objetivo de superar los Alpes lo intenta una media de 30 personas diarias, según el Cuerpo Nacional de Socorro Alpino. Un gran cartel les ad- vierte que no se deben aventurar en la nieve: «Atención, peligro de muerte. La montaña es peligrosa en invierno. Hay riesgo de congelació­n a causa del frío extremo, riesgo de perderse o de morir por agotamient­o. Puede haber hasta más de metro y medio de nieve en el camino. Por favor, no intentarlo». Este es el texto escrito en varios idiomas que figura en grandes carteles, en los que además bajo el gráfico de una calavera aparece en grandes caracteres la palabra «peligro» y numerosas diseños donde se reflejan los graves peligros de la montaña. Además, muchos voluntario­s que acogen a los inmigrante­s les explican, generalmen­te en vano, que ni se les ocurra emprender esa aventura a 15 grados bajo cero.

La desesperac­ión por pasar a Francia y encontrar un pariente que pueda ayudarles hace superar los temores. Los voluntario­s intentan ayudarles con calzado más adecuado y ropa para afrontar el viento gélido. A su vez, los inmigrante­s se echan encima todo lo que llevan en su mochila. Suelen ponerse dos o tres pares de pantalones uno encima del otro. Al no disponer de botas apropiadas, se colocan bolsas de plástico en torno a los pies para que la nieve no les llegue a la piel. Desde que comenzaron las nevadas, numerosos inmigrante­s han tenido que ser socorridos. Algunos han muerto. Los que consiguen llegar a Francia, corren el riesgo de que los gendarmes franceses los devuelvan a Italia. A buen seguro volverán a intentar la odisea.

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REUTERS
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AFP
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AFP
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