La Contra
¿Cuándo os picó el bicho de la evangelización?
El deseo de llevar a Jesucristo a los demás ha estado siempre muy presente en nosotros desde nuestra conversión. Cuando supimos que no podíamos tener hijos, al poco de casarnos, le preguntamos al Señor cuál era su plan para nuestro matrimonio, y tras un tiempo de discernimiento y crecimiento descubrimos su llamada a dedicarnos a corazón y a tiempo completo a la evangelización en España.
¿Cómo lleváis a cabo este servicio en vuestra diócesis?
En 2014 comenzamos la Escuela de Evangelización Diocesana y el Seminario de Nueva Evangelización. Después de esto, sentimos la necesidad de dar un segundo paso: reunirnos semanalmente para orar juntos, compartir y formarnos como nuevos evangelizadores. Además de esto, hemos llevado a cabo vigilas de evangelización en la calle, y estamos trabajando también con los cursos Alpha.
En estos casi seis años hemos intentado todo lo posible por evangelizar y por convertir nuestra realidad más cercana en una Iglesia en salida misionera. A veces damos por hecho la fe en las personas, pero cuando hacemos posible un encuentro personal con Jesucristo la vida de las personas cambia y ellos mismos se van transformando en evangelizadores. En los Hechos de los Apóstoles vemos que bautizaban a los convertidos, pero hoy tenemos que trabajar por convertir a los bautizados. Hay mucho por hacer, pero en gran medida depende de lo que obispos, sacerdotes y laicos estemos dispuestos a hacer por cambiar las cosas.
¿Qué tendría que hacer una diócesis o una parroquia para llegar a los alejados?
En la Iglesia todo parece estar organizado para saciar una sed que no existe, y casi nada organizado para despertar esa sed. Está de moda hablar de evangelización, pero demasiadas veces se queda solo en palabras porque todavía no estamos dispuestos a reestructurar las diócesis y las parroquias de manera que la infraestructura sirva a la misión.
Necesitamos entender que la evangelización comienza con el primer anuncio, el kerygma, para llevar a las personas al encuentro con Jesucristo. Solo después viene la catequesis y todo lo demás. Nos lamentamos de la tragedia de la pérdida de la fe, la secularización, la escasez de vocaciones…, pero no echamos mano a los remos para remar mar adentro y buscar a los alejados.
Sois delegados de Nueva Evangelización en una diócesis como San Sebastián. ¿Esta apuesta diocesana por la evangelización es común en España?
Me gustaría decir que sí, pero todavía no es así en nuestro país. Comenzamos a vislumbrar pequeños signos que son ciertamente esperanzadores, pero la Iglesia en España, en términos generales, todavía no ha hecho una apuesta decidida y valiente por asumir la Evangelii gaudium del Papa Francisco. Seguimos viviendo del aceite de ayer, pero necesitamos aceite nuevo.
A un nivel más doméstico, ¿qué consejo daríais para anunciar el kerygma de forma sencilla?
Nadie puede dar lo que no tiene. Evangelizar tiene mucho que ver con el lenguaje de los enamorados: anunciar y dar testimonio acerca de lo que hemos visto y oído, de aquello que ha cambiado nuestra vida y que ya no podemos callar. Como punto de partida, hay que aprender a escuchar a las personas en su situación concreta. Cuando no los juzgamos y les anunciamos que son amados por Dios, vamos por buen camino para poder llevarles hasta Jesús. Más que grandes ponentes y teólogos, necesitamos testigos que puedan hablar en primera persona de lo que ha ocurrido en su vida.
Onofre e Icíar llevan casados casi 20 años y actualmente son delegados de Nueva Evangelización en la diócesis de San Sebastián. «Necesitamos pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera», dicen con el Papa Francisco.