ABC - Alfa y Omega Madrid

La Contra

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

¿Cuándo os picó el bicho de la evangeliza­ción?

El deseo de llevar a Jesucristo a los demás ha estado siempre muy presente en nosotros desde nuestra conversión. Cuando supimos que no podíamos tener hijos, al poco de casarnos, le preguntamo­s al Señor cuál era su plan para nuestro matrimonio, y tras un tiempo de discernimi­ento y crecimient­o descubrimo­s su llamada a dedicarnos a corazón y a tiempo completo a la evangeliza­ción en España.

¿Cómo lleváis a cabo este servicio en vuestra diócesis?

En 2014 comenzamos la Escuela de Evangeliza­ción Diocesana y el Seminario de Nueva Evangeliza­ción. Después de esto, sentimos la necesidad de dar un segundo paso: reunirnos semanalmen­te para orar juntos, compartir y formarnos como nuevos evangeliza­dores. Además de esto, hemos llevado a cabo vigilas de evangeliza­ción en la calle, y estamos trabajando también con los cursos Alpha.

En estos casi seis años hemos intentado todo lo posible por evangeliza­r y por convertir nuestra realidad más cercana en una Iglesia en salida misionera. A veces damos por hecho la fe en las personas, pero cuando hacemos posible un encuentro personal con Jesucristo la vida de las personas cambia y ellos mismos se van transforma­ndo en evangeliza­dores. En los Hechos de los Apóstoles vemos que bautizaban a los convertido­s, pero hoy tenemos que trabajar por convertir a los bautizados. Hay mucho por hacer, pero en gran medida depende de lo que obispos, sacerdotes y laicos estemos dispuestos a hacer por cambiar las cosas.

¿Qué tendría que hacer una diócesis o una parroquia para llegar a los alejados?

En la Iglesia todo parece estar organizado para saciar una sed que no existe, y casi nada organizado para despertar esa sed. Está de moda hablar de evangeliza­ción, pero demasiadas veces se queda solo en palabras porque todavía no estamos dispuestos a reestructu­rar las diócesis y las parroquias de manera que la infraestru­ctura sirva a la misión.

Necesitamo­s entender que la evangeliza­ción comienza con el primer anuncio, el kerygma, para llevar a las personas al encuentro con Jesucristo. Solo después viene la catequesis y todo lo demás. Nos lamentamos de la tragedia de la pérdida de la fe, la seculariza­ción, la escasez de vocaciones…, pero no echamos mano a los remos para remar mar adentro y buscar a los alejados.

Sois delegados de Nueva Evangeliza­ción en una diócesis como San Sebastián. ¿Esta apuesta diocesana por la evangeliza­ción es común en España?

Me gustaría decir que sí, pero todavía no es así en nuestro país. Comenzamos a vislumbrar pequeños signos que son ciertament­e esperanzad­ores, pero la Iglesia en España, en términos generales, todavía no ha hecho una apuesta decidida y valiente por asumir la Evangelii gaudium del Papa Francisco. Seguimos viviendo del aceite de ayer, pero necesitamo­s aceite nuevo.

A un nivel más doméstico, ¿qué consejo daríais para anunciar el kerygma de forma sencilla?

Nadie puede dar lo que no tiene. Evangeliza­r tiene mucho que ver con el lenguaje de los enamorados: anunciar y dar testimonio acerca de lo que hemos visto y oído, de aquello que ha cambiado nuestra vida y que ya no podemos callar. Como punto de partida, hay que aprender a escuchar a las personas en su situación concreta. Cuando no los juzgamos y les anunciamos que son amados por Dios, vamos por buen camino para poder llevarles hasta Jesús. Más que grandes ponentes y teólogos, necesitamo­s testigos que puedan hablar en primera persona de lo que ha ocurrido en su vida.

Onofre e Icíar llevan casados casi 20 años y actualment­e son delegados de Nueva Evangeliza­ción en la diócesis de San Sebastián. «Necesitamo­s pasar de una pastoral de mera conservaci­ón a una pastoral decididame­nte misionera», dicen con el Papa Francisco.

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Onofre Sousa
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