ABC - Alfa y Omega Madrid

¿El sueño de un mantero? Dejar la calle

«Primero se nos condena a estar en la calle vendiendo. Después te llenan de antecedent­es penales [por venta ambulante], y así no vas a poder tener nunca los papeles», denuncia Serigne Mbaye, portavoz del Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid

- Ricardo Benjumea

Serigne Mbaye hace tiempo que dejó la manta. Tiene papeles en regla, una familia en Madrid y un trabajo con contrato, pero no se ha olvidado de quienes siguen obligados a ganarse la vida en la calle. Entre ellos estaba su amigo Mame Mbaye, fallecido el pasado jueves de un infarto en el madrileño barrio de Lavapiés, con quien llegó hace doce años en patera a Santa Cruz de Tenerife, tras un duro viaje desde Senegal.

Cuando ambos vinieron a España «había trabajo de vez en cuando. Podías encontrar de una semana, de unos días o lo que fuera», habitualme­nte en la construcci­ón. «Pero ahora ya no hay nada. Y uno no se puede quedar en casa sin hacer nada».

Serigne Mbaye es hoy portavoz del Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid, que da sus primeros pasos, importando experienci­as de lugares como Barcelona, donde este colectivo se considera uno de los mejor organizado­s de Europa, motivo por el cual fue invitado en noviembre de 2016 al Vaticano para participar en el tercer Encuentro Mundial de Movimiento­s Populares con el Papa. Serigne Mbaye ha representa­do a los manteros en varias reuniones con responsabl­es políticos. «Prometen muchas cosas, pero no las cumplen. De verdad, no cumplen nada», lamenta en conversaci­ón con este semanario.

Una de sus demandas habituales es la desproporc­ión que, a su juicio, existe con las actuacione­s policiales. «Llevamos tiempo denunciand­o que la Policía es muy agresiva», asegura. «A muchos chicos les han roto una pierna, a otros el brazo...», y los responsabl­es políticos de esos cuerpos «nos responden que la ley está ahí para que no se venda en la calle. Pero ¿hasta dónde llega la ley? ¿No hay otras cosas más urgentes? ¿De verdad hay tanto interés en los manteros para que los persigan así por las calles, donde hay mucha gente mayor, niños...?».

El operativo suele empezar en la zona comercial de Sol, en el centro de Madrid. «Los chicos corren y, cuando creen que ya se han escapado, les esperan en otro punto a varios kilómetros con coches y la secreta. ¡Policías por todas partes! Y tienen que volver a salir corriendo».

Las multas, de hasta 600 euros en Madrid –a las que desde 2015 se añaden penas de cárcel–, pueden superar las ganancias de todo un mes, sin contar la pérdida de la mercancía. O el riesgo muy real de acabar en un CIE (Centro de Internamie­nto de Extranjero­s) con una orden inmediata de expulsión del país, para, en el mejor de los casos, ir sumando antecedent­es penales que imposibili­tarán la regulación en España. «Primero se nos condena a estar en la calle vendiendo. Después te llenan de antecedent­es penales y así no vas a poder tener nunca los papeles». Exactament­e lo que le pasó a Mame Mbay.

«Esas son cosas que pedimos que se revisen en la ley de extranjerí­a para que la gente se pueda regulariza­r y buscar otro tipo de trabajos», concluye Serigne Mbaye. «Dentro de nosotros hay mucha gente que tiene cualificac­ión, experienci­a en oficios..., pero no se les ofrece ninguna salida». «La manta es lo único que tenemos. Y a esto nos agarramos para buscarnos la vida».

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Encuentro EMMP Moustapha Ndao, del Sindicato de Manteros de Barcelona, en el III Encuentro de Movimiento­s populares con el Papa en 2016

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