Usar bien el agua
22 de marzo, Día Mundial del Agua ▼ Especialmente en Cuaresma, todos tendríamos que tomar conciencia de que derrochar el agua es un escándalo, una grave injusticia, un atentado al bien común, una carencia de caridad
El ritmo de vida que llevamos nos somete al vértigo de las prisas, a la tiranía de los caprichos y a la voracidad del consumismo. Sumergidos en mil cosas, acabamos por no tener espacio ni tiempo para reflexionar y ponderar lo hecho o lo dejado de hacer, lo que ha ocupado nuestro interés y aquello que hemos descartado sin más, lo que gastamos y cómo lo hemos gastado, usado y tirado. Inmersos en un frenético dinamismo, hay temas que son muy importantes y a los cuales, sin embargo, no les hemos otorgado el peso que merecen. Entre esas cuestiones, hay una de vital trascendencia. Me refiero al agua, a su consumo, a su derroche, a su escasez. La falta de este recurso está causando ya enormes estragos, daños cuantiosos a un buen número de países de la tierra. No es una cuestión que podamos posponer, pensando que no es para tanto, que se trata de una falsa alarma, de una de esas noticias engañosas que pueblan en la actualidad las redes sociales. Viendo que abrimos el grifo y el agua corre, ingenua o descaradamente nos decimos: ¡podemos seguir como hasta ahora!
Nada más lejos de la realidad. La brecha entre ricos y pobres se nota sobre todo cuando se mide el acceso de una persona al agua. Seguramente, alguien que viva en Alemania, Inglaterra, Irlanda, se extrañaría si se le preguntara por el problema del agua. «¿Qué problema?», diría. Para ellos el agua no constituye problema alguno. La tienen en abundancia, la consumen a placer. Pero si la misma pregunta se formulara a alguien de Etiopía, Eritrea, Somalia, Sudán del Sur, Uganda, Afganistán, China, India, Irán, Malí, Chad o Marruecos, de su respuesta sabríamos que en esos países el agua corre, en el mejor de los casos, una vez por día, que hay que hacer muchos esfuerzos para conseguirla y luego almacenarla. Nos diría que dónde habita, el agua huele fatal, que tiene un color horrible. Además, si se bebe sin hervirla minuciosamente, con casi toda seguridad, se contraerá una enfermedad.
No tenemos nada más que consultar internet para conocer los estudios y las cifras desgarradoras que ponen de relieve la escasez de agua en determinadas regiones del planeta. Rápidamente veremos que, en algunas zonas de la tierra, miles de niños mueren cotidianamente a causa de epidemias relacionadas con la contaminación del agua. Las estadísticas que se manejan son muy elocuentes y avisan de que se debe frenar e invertir esta grave e inhumana situación.
Pero seamos realistas. No hemos de irnos lejos, ni evadirnos pensando que la falta de agua es algo que solo fustiga ciertas regiones de Asia, América Latina o África, donde millones de personas carecen de manantiales de agua potable y por ello son muchas las mujeres y niñas –porque casi siempre son mujeres y niñas–, las que tardan seis o siete horas al día en recolectar un poco de agua, tiempo que podrían estar en el trabajo, en casa o en la escuela. Lamentablemente, también algunas zonas de Europa padecen serias crisis por la escasez de tan valioso líquido. El problema lo tenemos, por consiguiente, a la puerta de casa. Por tanto, programar un uso solidario, sostenible y racional del agua no es una cuestión menor hoy en día. Todo el mundo debería responsabilizarse a la hora de consumirla. Todos tendríamos que tomar conciencia de que derrocharla es un escándalo, una grave injusticia, un atentado al bien común, una carencia de caridad. Es urgente, pues, plantar cara a la problemática del agua y a su valor esencial para el bien de la humanidad. En este sentido, conviene mentalizarse cuanto antes. Se ha de insistir sin demora en que el agua es un bien escaso, de inmenso valor. Es importante recordar algo tan sencillo y evidente como que el agua engendra vida y su escasez genera muerte y desolación. Donde hay agua hay futuro y la sociedad puede avanzar y desarrollarse sanamente. Es primordial que todos pongamos de nuestra parte para velar por nuestro planeta, ese planeta otrora azul y rico en agua. Hemos de cuidarlo, porque nuestra indiferencia e insensibilidad han estropeado muchas de esas fuentes antes cristalinas, de esos ríos en el pasado limpios y seguros y hoy sucios y contaminados (Laudato si, 27-29).
Propuestas para la Cuaresma
Estamos en Cuaresma, tiempo para volver a Dios, para que nuestra conducta abunde en obras de amor y misericordia, para salir de nosotros mismos y de nuestras miras cortas y no raramente mezquinas. Buscando ayudarnos, el Papa Francisco ha