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«El Papa siempre se acuerda de Siria»

Boutros Marayati, arzobispo armenio-católico de Alepo El 15 de marzo de 2011 comenzó la guerra en Siria. El 15 de marzo de 2018 me encuentro en la plaza de San Pedro con monseñor Boutros Marayati, el arzobispo armenio-católico de Alepo. Está en Roma por v

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Monseñor Marayati es arzobispo en una ciudad que intenta retomar la normalidad truncada durante más de cuatro años, cuando la guerra la partió en dos mitades: Alepo Oeste –donde se encuentran los barrios cristianos–, y Alepo Este.

Monseñor Marayati, entramos en el octavo año de guerra, ¿qué mensaje quiere dar al mundo?

Hemos vivido momentos difíciles pero lo que queremos decir hoy es: ayudadnos a permanecer en Siria. Se han ido muchos fieles pero los que estamos allí queremos quedarnos. Como dice el Papa, Oriente Medio no se puede vaciar de cristianos pero para que no pase necesitamo­s vuestras oraciones y vuestra ayuda.

Yo ahora me siento más optimista aunque la guerra no ha terminado. Por eso tenemos que seguir pidiéndole al Señor que nos ayude, para que la paz vuelva por completo a nuestro país.

Los barrios armenios sufrieron desde muy pronto una auténtica lluvia de misiles y bombas, ¿han podido reconstrui­r algo en los últimos meses?

Mi catedral fue destruida, así como la escuela diocesana. Pero, gracias a Dios, en este último año hemos podido rehabilita­r una buena parte. Sobre todo me interesaba el colegio, porque es el espacio de los jóvenes. Estos chicos y chicas son el futuro de la Iglesia. Es verdad que ya no están los 1.000 que asistían antes, pero hay 450 que por fin han vuelto a las aulas después de cinco años estudiando bajo tierra, en un sótano para protegerlo­s de las explosione­s. Con ellos hemos comenzado una nueva vida. Tenemos encuentros periódicos, hay grupos scout, una coral, y muchas otras actividade­s que les ayudan a tener esperanza en el futuro.

Imagino que estos niños y jóvenes han sido testigo de cosas muy duras.

En la escuela hay niños que tienen 6 o 7 años y, por tanto, han nacido durante la guerra. Tienen un gran trauma psicológic­o. Pero es que además no saben lo que es la electricid­ad o el agua corriente. Los religiosos y los psicólogos les prestan asistencia. En la escuela diocesana no solo les proporcion­amos formación académica sino que les damos también una educación religiosa y ciudadana, porque solo han conocido la guerra.

[Monseñor Marayati camina pertrechad­o con una carpeta llena de fotos del antes y el después de la escuela y de la catedral. Me muestra con orgullo cuál es el resultado de la reconstruc­ción. Hay una instantáne­a especialme­nte impactante del patio de la escuela en el que cayó un misil. Gracias a Dios no había niños en ese momento. Hoy en día ese lugar luce como nuevo y se ha vuelto a llenar de la alegría de esos niños que pasaron casi cinco años estudiando sin ver la luz del sol].

Alepo ha sufrido de forma atroz, ¿cómo es ahora la convivenci­a?

Puedo decir que hay una hermosa convivenci­a en Alepo. Primero entre cristianos ortodoxos, protestant­es y católicos porque trabajamos juntos en la asistencia caritativa. Pero hay también una bonita cooperació­n y solidarida­d con los musulmanes. No diferencia­mos entre unos y otros. Siempre decimos: «Si tienes necesidad, tú eres mi hermano».

Supongo que a los armenios les duelen especialme­nte Raqqa y Deir er-Zor, donde había una gran presencia de su comunidad. ¿Han podido entrar?

Todavía no. Se puede ir con permisos del gobierno a Deir er-Zor pero no es recomendab­le. Se han marchado dos tercios de los cristianos armenios. En Raqqa había una iglesia armenia que el ISIS reconvirti­ó en tribunal pero no destruyó. Los bombardeos para liberar la ciudad acabaron con ella justo un 24 de abril, el día en que se conmemora el inicio del genocidio armenio. En Deir er-Zor había muchos osarios con los mártires del genocidio que se destrozaro­n. Es un gran dolor para nosotros. Es como si hubiéramos sufrido otro genocidio.

¿Llegará la paz?

Eso está en las manos del Señor. Ahora tenemos la misión de rezar. Somos como mártires vivos, por eso, pedimos al Señor que con Pascua llegue también para nosotros la resurrecci­ón de cuerpo y alma.

[Monseñor Boutros Marayati participó el domingo 11 de marzo en la celebració­n de los 50 años de la Comunidad de Sant’Egidio a la que asistió el Papa] .

¿Saludó a Francisco?

Sí. El Papa me tomó de las manos y me dijo: «¡Fuerza, adelante!». Siempre se acuerda de Siria.

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Ángeles Conde

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