Contempla tu vida y la historia de nuevo en Semana Santa
En la Semana Santa haz esta prueba: sal de ti mismo, encuéntrate con los pobres, entra en las periferias, regala la medicina de la misericordia y no te dejes alcanzar por el demonio
Este domingo comenzamos la Semana Santa. El Domingo de Ramos es el prólogo de esta semana en la que os invito a que viváis la novedad que adquiere la vida del ser humano y la historia con los acontecimientos que vamos a celebrar. La Semana Santa no es para defender un poder mundano secular, tampoco es una semana para defender el prestigio de una empresa o algo semejante. Es una semana santa en la que podemos contemplar cómo el ser humano y todos los caminos del hombre se abren de una manera nueva. Es una semana santa en la que podemos descubrir y vivir que la vida plena del hombre, de todo lo que existe, no está en el éxito, sino en el amor y en la entrega a los demás.
Es una semana en la que debemos dedicarnos más a la oración, a la escucha de la Palabra de Dios, a vivir la celebración de la fe con profunda intensidad y a dejarnos envolver por el misterio. Es una semana para contemplar la grandeza de Dios. No disolvamos nuestra fe en demasiadas discusiones sobre detalles que, a la larga, vemos que son muy poco importantes; tengamos ante nosotros siempre la grandeza de Dios, la grandeza de la fe.
Dios, en el centro de la comunidad
La Semana Santa pone a Dios en el centro de nuestra vida y de las comunidades. En las celebraciones y en las procesiones, gracias a las diversas imágenes de Dios que toma rostro humano, el pueblo se va identificando con Él y entendiendo la pasión y el amor que tiene por todos los hombres, el mismo que debemos tener nosotros.
La Semana Santa es un tiempo para volver a tener ánimo, fe, esperanza y amor. Tiempo para que no nos encerremos en nosotros mismos, para sentirnos impulsados por el amor de Cristo a salir y a acoger, a buscar siempre a quien se perdió o no conoció. Tiempo para tomar una hoja de ruta e ir a las periferias, a los que más necesitan, a los más pobres, sea la pobreza que sea; ellos son los que clavan la mirada en nosotros y nos provocan la misma pregunta que sacaron de Jesús: ¿qué quieres que haga por ti? Tiempo para ver que hemos de cambiar el mundo y, allí donde está el mal, oponer el bien que repercutirá su presencia en todos. Tiempo para acumular y llevar la misericordia, que es la medicina que cura y sana en lo profundo del corazón del ser humano. Tiempo para descubrir al demonio, que es quien nos quiere separar de Dios y dividir a los hombres entre amigos y enemigos, mientras que Cristo nos dice que somos hermanos. En la Semana Santa haz esta prueba: sal de ti mismo, encuéntrate con los pobres, entra en las periferias, regala la medicina de la misericordia y no te dejes alcanzar por el demonio. Te invito a que en la Semana Santa vivas esta experiencia:
1. Jueves Santo: Celebra la institución de la Eucaristía, del ministerio sacerdotal y del día de la fraternidad y que, gracias a la misma, la Iglesia renace siempre de nuevo, es la red en la que todos nosotros los discípulos de Cristo, al recibir al mismo Señor, nos transformamos en un solo cuerpo y abrazamos a todo el mundo, es el corazón de la Iglesia. ¡Qué cambio más radical se produce cuando los cristianos permitimos que toda nuestra vida tome forma eucarística! ¡Qué fuerza tiene poder decir que donde está Cristo allí está toda la Iglesia! La Cena es el lugar donde nació la Iglesia. Pidamos por los sacerdotes que nacen allí también.
2. Viernes Santo: Pasión y Muerte del Señor. Es Jesús quien revolucionó el sentido de la muerte y lo hizo con su enseñanza y afrontando Él mismo la muerte. Cristo mató la muerte que mataba al hombre, la muerte ha sido privada de su veneno. Porque el amor de Dios ha dado un giro absoluto a la existencia del hombre, fue transformado el morir. En Cristo, con su Pasión y Muerte, la vida humana es paso de este mundo al Padre y la hora de la muerte es el momento en que este paso se realiza de modo concreto y definitivo. Por eso, quien se compromete a vivir como Él, es liberado del temor a la muerte.
3. Vigilia pascual: ¡Resucitó! Renovemos continuamente nuestra adhesión a Jesucristo muerto y resucitado por nosotros: su Pascua es nuestra Pascua, pues en Él, resucitado, se nos da la certeza de nuestra resurrección. Es muy importante afirmar la verdad fundamental de nuestra fe que es la Resurrección de Cristo: por nuestro Bautismo, al morir con Cristo al pecado, renacemos a una vida nueva, se restablece en nosotros la dignidad de hijos de Dios en el Hijo. En la Vigilia Pascual se nos indica el sentido de este día con tres símbolos: la luz, el agua y el canto nuevo, el Aleluya. Cuando se debilita la fe en la Resurrección del Señor, se debilita el testimonio de los creyentes. La Resurrección es nuestra esperanza, nos introduce en un nuevo futuro.