ASTURIAS ES ESPAÑA...
Cargado de sentido común, Javier Fernández ha dejado a Pedro Sánchez en el más absoluto ridículo
ASTURIAS es España y lo demás, tierra reconquistada. Este aforismo local condensa en siete palabras toda una lección de Historia. Con la parquedad propia del saber popular, el dicho resume a la perfección el ser y el sentir de una región determinante en el devenir de España. El orgullo legítimo de saberse origen, corazón, esencia y pieza nuclear de una nación antigua, en cierto modo preexistente a la invasión musulmana y forjada en ocho siglos de lucha incesante por recuperar su personalidad occidental y cristiana. La voluntad de integrar, de sentirse parte de algo grande, de compartir protagonismo en la contribución decisiva de este país a la configuración del mundo tal como lo conocemos hoy.
Asturias es España, no cabe duda. Es, de hecho, el último refugio de la Hispania visigoda, unidad política y territorial que englobaba toda la península, y el embrión de la España que peleó durante ochocientos años para ganarse el derecho a formar parte de Europa no ya por su localización geográfica, sino por su cultura y su modelo de sociedad. Lo demás es tierra reconquistada porque la islamización brutal impuesta a raíz del Guadalete llegó en menos de dos años hasta Covadonga y allí cosechó su primera derrota. A partir de ese momento empezó un proceso de rebelión ante el invasor que no se detuvo hasta la rendición de Boabdil a las puertas de Granada. Ningún otro territorio islamizado en esa oleada ha logrado librarse después del dominio musulmán. Como mujer, madre de una hija y amante del progreso, la libertad y la igualdad, yo celebro de corazón que España lo consiguiera. Que se aferrara a sus raíces en el empeño obstinado de recobrar su identidad.
Lo que acabo de escribir entra en la categoría de lo políticamente incorrecto. ¿Qué digo, incorrecto? Intolerable, amén de «facha», para quienes consideran la Reconquista una empresa «insidiosa». Basta mirar a cualquier país ribereño del Mediterráneo en su flanco sur para constatar lo «insidiosa» que fue, rebato yo. Claro que la realidad nunca ha destronado un buen prejuicio biempensante. Asumamos pues que lo que acabo de escribir es políticamente incorrecto y «facha», pero verdad. Y viene a cuento de las palabras recientemente pronunciadas por el presidente del Principado, aprovechando su presencia en Fitur. Una respuesta contundente a la última ocurrencia de Pedro Sánchez. Breve, concisa, irónica, culta, inteligente, cargada de sentido común y por todo ello humillante, sin pretender serlo. En terminología tuitera, un «zasca» como un castillo.
Con la afabilidad que le caracteriza, Javier Fernández ha dejado en el más absoluto ridículo a su secretario general, que se une a los podemitas en la exigencia de convertir el bable en lengua cooficial de la comunidad autónoma e imponerlo en la educación pública. O sea, en el empeño de crear un problema nacionalista donde no lo hay, con tal de abrevar a unos cuantos amiguetes en los correspondientes pesebres y, sobre todo, echar leña al fuego de la destrucción de España, pensando en verla hecha añicos antes que «pepera» o «ciudadana». Fernández, representante de la izquierda previa a Zapatero y probablemente por ello sólido referente político en el PSOE que conserva poder territorial, se opone a ese disparate. Es consciente de la «fortísima identidad» asturiana, «un reino con trece siglos de andadura» y hasta una «montaña mágica», pero aboga por una interpretación inclusiva de esa identidad; nunca excluyente. Lo suyo no son las «ensoñaciones nacionalistas» sino la suma de fuerzas en aras de avanzar juntos. Él es asturiano y a fuer de asturiano, español, además de socialista. ¡A mucha honra!