AQUÍ NO HAY QUIEN GOBIERNE
El cierre de la Administración refleja la disfunción política y presupuestaria de EE.UU.
Las instituciones para el pionero gobierno democrático de Estados Unidos fueron diseñadas con la obsesión de evitar la concentración y el abuso del poder. Es el sistema de checks and balances (controles y equilibrios) formulado en la Constitución de 1787. Un sistema que promueve tanto el conflicto inevitable como requiere el consenso obligado. Un sistema en el que nadie retiene todos los ases de la baraja y donde los resultados óptimos solamente son posibles a través de acuerdos.
La responsabilidad presupuestaria ha sido históricamente un monopolio del Congreso. No será hasta comienzos del siglo XX, con Woodrow Wilson, que los ocupantes de la Casa Blanca iniciarán ese proceso remitiendo al Legislativo una propuesta anual para financiar al Ejecutivo federal. Ante la creciente parálisis institucional que sufre Washington –un problema con bastante más antigüedad que el nacional-populismo de Trump– uno de los puntos de mayor fricción es precisamente el de las cuentas públicas.
El primer lunes de febrero, el presidente remite un borrador presupuestario al Capitolio, donde el diagnóstico suele ser: «ingresó cadáver». Como demócratas y republicanos son incapaces de ponerse de acuerdo para aprobar un presupuesto anual, el gasto público se divide en porciones (continuing resolutions). Esto supone que varias veces al año hay que volver a ponerse de acuerdo en cómo financiar al gobierno federal. Lo cual plantea toda clase de oportunidades para mezclar churras con merinas y forzar pulsos a costa de los contribuyentes, que como siempre son los que pagan por toda esta disfunción y postureo político.
Cuando el debate llega a un punto muerto y los políticos en Washington se niegan a asumir su parte de corresponsabilidad en el buen gobierno de la cosa pública, se produce el penoso espectáculo del cierre de Administración, salvo servicios «esenciales». Esto ha ocurrido 13 veces desde 1981. No importa que el temido Fisco americano esté recaudando ahora más que nunca o el desmoralizante espectáculo de incompetencia enfermiza que ofrece la primera economía del mundo.