ABC (Andalucía)

MADRE ARBITRAL

Mártir del estamento, nadie pensó nunca en ella

- HUGHES

En La Sexta dieron ayer una noticia que no lo fue nunca: «Árbitros insultados». La noticia sería que no lo fueran. Sería como el señor mordiendo al perro.

La diferencia es que estos árbitros eran mujeres y hombres de color. En el caso de las mujeres, en lugar de acordarse de las madres se acordaban directamen­te de ellas. Los árbitros sufrían comentario­s racistas. En ambos casos los partidos se detenían; se piden sanciones federativa­s, expediente­s y conciencia­ción social.

Cuando un arbitro pisa el campo lo normal es que le digan de todo. Ha venido siendo así desde el inicio del fútbol. ¿Por qué lo admitimos? Quizá porque entendemos que son insultos genéricos. Salvo que sea gay reconocido, el insulto de maricón nunca escandaliz­ó. De hecho, solo fue noticia cuando se lo dijeron a un árbitro que había publicitad­o su condición. En cuanto a cabrón, gilip..., hijo de p... –o incluso el heptasílab­o hijo de la gran p...–, todos son insultos considerad­os ofensivos pero no traumatiza­ntes. Son como música ambiental, como el pasodoble del torero, y lo que es noticia –y siempre hasta cierto punto– es que el árbitro tenga que salir corriendo o acabe linchado al alimón por las dos aficiones.

Este caso enseña algo sobre la nueva sensibilid­ad y el delito de odio. Aparece si el menospreci­o se dirige a un grupo identifica­do por raza, religión, sexo o ideología. El loco de la grada se puede cagar en el juez de línea, pero siempre que no acierte en un motivo.

Cuando al árbitro se le insulta damos por hecho que no se le insulta como persona, sino en tanto árbitro. Digamos que es su oficio. En eso se ha especializ­ado –y quizás sea la razón por la que no es sustituido por una máquina, porque la máquina no tiene madre–.

Con los nuevas colegiadas habría por tanto que dejar claro si se les insulta por mujeres-árbitros o por árbitros-mujeres y separarlo bien. Lo primero es inadmisibl­e, lo segundo...

El «mujer tenías que ser» debe ser erradicado del fútbol y de las calles. A la mujer árbitro no se le debe insultar jamás, pero si se incurre en ello por barbarie o burricie, que sea como de costumbre y en términos de total igualdad. Es decir, acordándos­e de su madre.

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