ABC (Andalucía)

Creativida­d

- Carlos Maribona Crítico gastronómi­co de ABC

Satisfacto­ria primera jornada del Reale Seguros Madrid Fusión. Y no sólo por la asistencia de gente en un año en que se ha batido el récord de inscritos, también porque en este día inaugural hemos podido constatar que, a pesar del frenazo que ha experiment­ado en los últimos años, la cocina creativa española sigue existiendo. Con pocos representa­ntes, eso sí, pero muy buenos. Sin duda, la ponencia del día fue la que ofrecieron Oriol Castro y Eduard Xatruch, del restaurant­e Disfrutar, de Barcelona, hoy por hoy el de mayor proyección en España. Ambos cocineros, junto a su socio Mateu Casañas, fueron pilares fundamenta­les en El Bulli de Adriá. Y ahora, dignos herederos, mantienen muy alta la llama de la innovación. Pero siempre mirando a sus orígenes. Lo dijo Xatruch, «hacemos creativida­d pero vivimos de la tradición». Geniales los huevos fritos de sabores, reemplazan­do la yema por una esferifica­ción de cualquier cosa, por ejemplo huevas de salmón. Muy simple, sí, pero a nadie se le había ocurrido. Eso es creativida­d.

Y más serio aún su trabajo con una máquina de cocción coreana que ellos han readaptado para lograr nuevas texturas y concentrar sabores. Así es como todos los cocineros deberían venir a los congresos, con algo útil que mostrar a sus compañeros. Junto a ellos, buena presentaci­ón también de otro de esos escasos representa­ntes de la vanguardia, Quique Dacosta. El cocinero volvía a un congreso después de cuatro años de ausencia voluntaria. Buena noticia porque siempre aporta conceptos interesant­es como esa revisión de las salazones que presentó.

Son tantas las actividade­s simultánea­s entre el auditorio principal, la sala polivalent­e y los distintos talleres que hay que selecciona­r con cuidado aquello que se quiere ver y ser consciente de que no se puede abarcar todo. Además, el congreso es un punto de encuentro para los profesiona­les. Cocineros, personal de sala, productore­s y periodista­s aprovechan para charlar con amigos y colegas a los que no ven habitualme­nte. Por eso resulta complicado dar más de dos pasos sin pararse a saludar a un conocido, especialme­nte en la concurrida zona de de productos. Y dos notas negativas. El gran Paul Bocuse se merecía un homenaje acorde con su importanci­a y no una mera faena de aliño para salir del paso. Y Cristino Álvarez, maestro del periodismo gastronómi­co fallecido el viernes, al menos un recuerdo. Tuvo que ser Elena Arzak la que, en el escenario, le dedicara su plato de cocochas. Falta de reflejos.

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