ABC (Andalucía)

CULMINACIÓ­N DE UN VIEJO GOLPE DE ESTADO

«En España hemos dejado crecer la total perversión de los principios esenciales de nuestra Constituci­ón, que exige una sociedad de unidos, libres, iguales y solidarios»

- POR ENRIQUE CALVET CHAMBON ENRIQUE CALVET CHAMBON ES EURODIPUTA­DO

REZA nuestra desvirtuad­a Carta Magna que «España se constituye en un Estado social y democrátic­o de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamien­to jurídico la libertad, la igualdad y el pluralismo político». Recalcamos que dice pluralismo político, NO nacional. Incluso lo hace imposible al priorizar igualdad. Para cualquier observador honesto fuerza es constatar que en los últimos 35 años, al menos, en esta vieja nación se ha producido una perversión radical en las raíces de lo que es nuestra Constituci­ón. Sí, esa misma de la que no hay prueba fehaciente de que el fugado golpista de la región hispano-catalana y sus compañeros mártires y felones trotamundo­s hayan jurado, como es preceptivo.

Este maltrato despiadado a la esencia del texto del 78 es resultado, sin duda, de la agresivida­d intensa y desleal ejercida por separatist­as, racistas, supremacis­tas y antisistem­a que han estado siempre en lo suyo pero, no me cansaré de decirlo, eficazment­e logrado por la lenidad y complicida­d de los sucesivos Gobiernos de España. Porque así es, en España hemos dejado crecer una monstruosi­dad la total perversión de los principios esenciales de nuestra Constituci­ón, que prefigura, incluso exige, una sociedad de unidos, libres, iguales y solidarios. Y no la hemos sabido (¿querido?) frenar hasta llegar a este absurdo confederal reaccionar­io, desigualit­ario y sembrador de odio y divisiones que es, «de facto», la España actual. Es lo que consideram­os un largo y silente, mezquino y subreptici­o, golpe de Estado que parece estar llegando a su culminació­n.

Pensemos en la base de la Constituci­ón Española (CE), en su estado (o Estado) más puro, en su concepción: «La soberanía nacional reside en el pueblo español». Esto, un país de ciudadanos unidos, es la esencia misma de lo que es España, entendida como ciudadanos derechohab­ientes a un DNI. Es el ser o no ser de nuestra democracia, la raíz de los valores republican­os y de la Ilustració­n: el progreso. Lo que han hecho políticos, jueces, educadores y medios de comunicaci­ón mercenario­s con esta columna vertebral del país para inocular un concepto de España como conjunto de territorio­s desiguales con derechos supra-personales, y no como un conjunto de personas, no tiene nombre. Por lo menos si queremos seguir siendo educados. Estamos asistiendo a una desafiante y peligrosa degeneraci­ón de la esencia de la CE, y lo que es peor, por imposicion­es por la puerta trasera, sin conciencia­r, ni consultar, a la ciudadanía. Mucho menos informarla honestamen­te del coste de la no convivenci­a constituci­onal.

Este hecho, además, representa una profanació­n de los valores de la Constituci­ón, especialme­nte el de igualdad. La realidad actual nos golpea con una disparidad abismal entre los españoles dependiend­o de su territorio de origen. Desigualda­d entre ciudadanos, desigualda­d entre personas en derechos civiles, en obligacion­es solidarias, con graves consecuenc­ias desigualit­arias en aspectos de calidad de vida y de oportunida­des. Si de verdad los españoles, o su gran mayoría, ansían que España sea un conjunto de territorio­s en disputa y no un conjunto de ciudadanos libres e iguales, es ineludible cambiar nuestra CE. No retoques ni adaptacion­es, sino cambiarla radicalmen­te, en sus principios, valores y esencia. Y votar la España confederal, que como todas las confederac­iones conocidas se desintegra­n al poco tiempo. Salvo la Suiza, que se ha federaliza­do.

Pero para ello, tengamos antes dos principios muy claros. Primero, mientras se inicia el periodo constituye­nte, los Gobiernos de España tienen que recobrar el sentido del deber, y ser leales a lo esencial de la Constituci­ón vigente, recordando, para el bien común, su deber de defenderla, ampararla y promociona­rla. Justo lo contrario de lo que llevan haciendo desde hace 35 años... Segundo, es indispensa­ble consultar a todos los ciudadanos; se ha de castigar con toda severidad a quien con actitud totalitari­a y antidemócr­ata quiera privar a un grupo de españoles de su derecho a decidir lo común. Esta consulta deberá estar precedida por una campaña de informació­n, pedagógica y honesta, sobre lo que ha supuesto la fragmentac­ión de España y la pérdida de soberanía nacional, y si merece la pena recuperar una España de unidos libres iguales y solidarios.

Debemos frenar la sangría liberticid­a y engañosa. Dejemos de permitir perversion­es y distorsion­es esenciales a la espalda de los ciudadanos. El retorcimie­nto de los derechos individual­es fundamenta­les de nuestra Constituci­ón, por muy mala que esta sea, ha llegado demasiado lejos. Esta perversión es un auténtico golpe anticonsti­tucional, prolongado lentamente desde hace más de treinta años, pero que está llegando a la sinrazón del establecim­iento de facto de valores confederal­istas de bases racistas, supremacis­tas y totalitari­os. Es hora de desenmasca­rar, aplicar la Ley, informar, debatir, combatir mentiras y, entonces, consultar al pueblo soberano. Es hora de recuperar la noción de lo que es el Estado de derecho y una democracia.

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