Discurso real sobre Cataluña y España
La presencia y la palabra del Rey en Cataluña es, ahora más que nunca, un verdadero servicio al bien común de la sociedad española. Frente a la cansina matraca secesionista, empeñada en dibujar fantasiosos agravios y en repetir eslóganes vacíos, los gestos y palabras de Felipe VI tienen la virtud de comunicar la realidad. Y esa es una tarea esencial en este momento: permitir que la realidad de Cataluña y de España resuene abiertamente y rompa el angosto y lúgubre corsé del discurso independentista.
El intento patético de dificultar a los Reyes su participación en la entrega de los premios de la Fundación Princesa de Girona ha servido a la postre para mostrar que el Jefe del Estado está presente en Cataluña cuando corresponde, y que sus palabras tienen la virtud de conectar el presente con la historia, de mostrar el bien que supone para Cataluña su inserción vital en el conjunto de España, y para España enriquecerse con el genio particular de Cataluña. Ninguna de las palabras de Don Felipe ha sido adorno superfluo, todas han contribuido a esa narración, tan necesaria como desgraciadamente escasa, de nuestra historia reciente. En esta perspectiva, el homenaje sentido del Rey a la lengua y la cultura catalanas, y el reconocimiento de sus instituciones de autogobierno, reflejan uno de los nervios sustentadores del pacto constitucional, aunque algunos traten de borrar esa memoria.
Desde su función de arbitraje, moderación y alta representación, el Rey ha señalado un camino válido para todos en esta coyuntura. Mientras unos vociferan y otros se instalan en el resentimiento, los discursos de Don Felipe en Gerona han hablado de compromiso, de unidad, de memoria compartida, han mostrado el impulso de la Corona a cuantos quieran construir siempre, ayer, hoy y mañana.