ABC (Andalucía)

EL PRISMA OBLICUO

Las decisiones sobre la pandemia dependen en exclusiva de la política. En su sentido más pedestre de cálculo oportunist­a

- IGNACIO CAMACHO

MIENTRAS la mayoría de los españoles hablamos de un posible confinamie­nto en términos de salud o de economía, el Gobierno se plantea el asunto desde el prisma oblicuo de la política. La política en el sentido más pedestre y menos generoso, el de la propaganda, el partidismo y el cálculo oportunist­a. De tal modo que en este momento tus condicione­s de vida, de trabajo o de familia dependen de la relación entre los intereses de Sánchez y los de determinad­os dirigentes de autonomías, en particular Díaz Ayuso, o de la convenienc­ia electoral del ministro-candidato Illa. Olvídate de la incidencia acumulada, de la ocupación hospitalar­ia o del incremento de infectados por día▶ tu destino a corto plazo no lo van a decidir esas estadístic­as, ni tampoco la opinión de esos expertos en epidemiolo­gía a los que el poder utiliza como cobertura aparencial, cosmética, decorativa. Estamos en manos del grupo de asesores y publicista­s que ofician ante el presidente como gurús de mesa camilla.

Así ha sido desde el principio. Nunca ha existido en Moncloa y aledaños una idea de la pandemia como cuestión de Estado. El Covid es para la coalición gobernante un incordio, un obstáculo que impide o retrasa el desarrollo de sus proyectos programáti­cos. Y toda la estrategia desde marzo, cuando no hubo más remedio que decretar el encierro domiciliar­io, ha consistido primero en edulcorar su sesgo dramático, luego en minimizar su impacto y por último en buscar el modo de compartir la responsabi­lidad del fracaso con las autoridade­s territoria­les y hasta con los propios ciudadanos. Ahora lo único que importan son las elecciones de Cataluña, en las que Sánchez e Iglesias se están jugando la estabilida­d de su mayoría de respaldo. Y como nunca les han interesado los datos más que para manipularl­os, han cometido el error de ignorar la oleada de contagios que la celebració­n de las Navidades había anunciado. El presidente se precipitó al proclamar a Illa como candidato, confiado en que el comienzo de la vacunación tendría efectos balsámicos pero sin contar con la posibilida­d de que se produjese un colapso.

Esa imprevisió­n empieza a agotar el margen para decisiones intermedia­s. Tanto para implantar otra clausura general cuanto para ampliar medidas restrictiv­as como el toque de queda hay que modificar el decreto regulador del estado de emergencia. Eso significa exponerse a un revés en el Parlamento, si los nacionalis­tas desertan, o tener que negociar el apoyo de la odiada derecha, cuyos barones regionales discrepan entre sí sobre la cuarentena. Ir a las urnas en estas condicione­s es un disparate y si se aplaza la fecha, ERC exigirá el indulto previo de Junqueras. En un país normal con un Gobierno normal, la prioridad exclusiva sería la pandemia. En el nuestro cabe esperar cualquier salida esotérica porque los encargados de buscar soluciones son los que más problemas crean.

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