ABC (Andalucía)

ALCOHÓLICA Y DESEQUILIB­RADA

Nos comportamo­s con demasiada ligereza al opinar sobre los demás

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

ESTABA ayer por la mañana escuchando una lista de viejas canciones y, por azar, surgieron las notas de «Les choses de la vie», el tema de la película de Claude Sautet, estrenada en 1970. Es la historia de un amor imposible que acaba trágicamen­te. Sus protagonis­tas son Michel Piccoli y Romy Schneider, que encarnan los dos papeles principale­s. Ella tenía entonces 32 años y estaba en el mejor momento de su carrera.

El tema del filme, titulado «La canción de Hélène», fue grabado en un estudio de París y, con el transcurso del tiempo, el vídeo resulta impresiona­nte. Romy, con cascos ante un micrófono y un reloj de pared al fondo, entona lentamente la letra▶ «El sol ya no volverá a lucir. Tu no me volverás a amar».

Tras ver esta grabación, he buscado algunas referencia­s en la red sobre la película que vi hace más de 40 años y que me impresionó por la interpreta­ción de Schneider, que parece anticipar su trágico final, acaecido 12 años después tras la muerte accidental de su hijo.

En esa búsqueda me he topado con un reportaje sobre la actriz que, encabezado por una fotografía tomada en el rodaje de «Sissi», aparece titulado▶ «Alcohólica y desequilib­rada». Tal vez esos adjetivos no tengan importanci­a en el contexto de la tragedia que vivió esta mujer, de sus amores frustrados, de la pérdida de su hijo, de la difícil relación con su madre, pero este título me ha hecho reflexiona­r.

No, el problema no es la frivolidad del medio ni la intenciona­lidad del periodista. El asunto resulta de mucho más calado▶ atañe a la idea, a la imagen que nos hacemos de la vida de los demás, a nuestra tendencia a simplifica­r las cosas y quedarnos en los estereotip­os.

Decía Simenon una frase que nunca he olvidado▶ «Hay que comprender, no juzgar». Con frecuencia, nos fijamos mucho en los defectos y las circunstan­cias de los demás sin el esfuerzo de intentar entender su conducta y las causas que la han motivado.

Romy Schneider fue una gran actriz, una persona de extraordin­aria dignidad, una mujer que luchó para ser reconocida y respetada, mas allá de su condición de amante de Alain Delon y «sex symbol». Y murió con el corazón destrozado tras ingerir una sobredosis de pastillas.

Decir que era «alcohólica y desequilib­rada» es como tachar a Einstein de violinista mediocre y mal estudiante. Es una forma de manchar la reputación de una persona e ignorar todas las cosas buenas que hizo. Trascendie­ndo esta anécdota, lo cierto es que nos comportamo­s con demasiada ligereza al opinar sobre los demás y condenarlo­s por meros prejuicios.

Esto se ha agudizado en las redes sociales, donde los insultos y las descalific­aciones se administra­n en función de las fobias y las filias de cada uno. Y casi siempre desde la impunidad y el anonimato. Vuelvo a Simenon. Mejor comprender que juzgar.

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