Sánchez acerca al País Vasco a cuatro etarras más y ya suman 134
Sale de Cádiz a Palencia Jon Bienzobas, asesino en 1996 de Tomás y Valiente
Ya no hay viernes sin traslado de presos de ETA camino del País Vasco, y ayer no fue una excepción. El Ministerio del Interior informó del acercamiento de cuatro internos más, uno de ellos Jon Bienzobas, asesino en 1996 del que fuera presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente, amén de la concesión de la semilibertad a otro terrorista que ya está cumpliendo pena en la prisión Bilbao.
Con estos movimientos, denuncia la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), ya son más de la mitad de los 195 miembros de la banda encarcelados los que se encuentran a menos de 200 kilómetros de su domicilios, cifras que documentan de sobra el fin de la política de dispersión consagrada años atrás para dinamitar el frente de cárceles. El mismo que reclamaba prácticamente resucitado el líder de Bildu, Arnaldo Otegui, en una carta dirigida a los presos en la que les invitaba a sumarse a su «hermoso proyecto» político, que requiere de la «experiencia y fuerza de las celdas». Lo ha hecho la misma semana en la que el Gobierno ha puesto en la calle por motivos humanitarios a uno de los etarras más sanguinarios, Antonio Troitiño, que accionó el coche bomba del ataque en 1986 de la madrileña Plaza de la República Dominicana, que abrasó un autobús de guardias civiles matando a doce de ellos.
La fuerza de las cárceles
La misiva de Otegui también coincide con la difusión estos días de que la portavoz de los abertzales en el Congreso, Maite Aizpurua, disfrutó de un salvoconducto extraordinario para eludir las restricciones de movilidad y girar visita a principios de enero en las prisiones a destacados etarras, entre ellos a Henri Parot, cuya cuenta de muertos incluye 82 imputaciones.
De los cuatro internos de ETA cuyo traslado se hizo público ayer, tres tienen delitos de sangre. Bienzobas pasa del centro de Puerto III, en Cádiz, uno de los más alejados del País Vasco a Palencia. Cumple 30 años por matar a Tomás y Valiente y tiene condena de otros 186 por el fallido atentado en 1994 contra una furgoneta del Ejército
del Aire en Madrid. Instituciones Penitenciarias señala que superará las tres cuartas partes de la pena de privación de libertad en 2039 y que «ha aceptado la legalidad penitenciaria». Lo mismo que se predica de Aitor Aguirrebarena, otro de los que abandonan la prisión gaditana –un paso más en el vaciado de las cárceles andaluzas, las más alejadas del País Vasco– para ser llevado a Asturias. Sus condenas suman más de 160 años por asesinatos, atentados, estragos, daños y lesiones, y la autoridad penitenciaria señala que «reconoce el daño causado a las víctimas y expresa su esperanza de reparar ese dolor».
El tercero de los criminales con ejecuciones en su hoja penal es Ignacio Etxeberría, con sentencias que suman 487 años de prisión. Treinta son por matar al agente del CESID Juan José Carrasco, y el resto como autor material de un ataque en el que acabó con la vida de otras cinco personas. Sale de Salamanca para ingresar en la cárcel de Cantabria. Además de él, será trasladado Patxi Marqués Celaya, de Castellón a Álava, que cumple por planear en Vizcaya un atentado contra la Guardia Civil que no realizó.
El tercer grado, número 18 de los que ha concedido este Gobierno, es para Unai Fano, interno en Bilbao. Está condenado por pertenencia a organización terrorista, tenencia de armas y componentes explosivos.
farmacia, y el resultado confirmó que contenía sustancias ansiolíticas▶ las mismas que después encontrarían los forenses en su cadáver. Los anónimos, que invitaban a Helena a una especie de juego –«Esperamos que te tomes esto con humor. A la tercera te destaparemos el misterio. Seguro que te reirás mucho»–, mencionaban directamente al grupo excursionista. Y el primer análisis caligráfico de la letra –corregido luego por otra pericial– apuntaba a que los habían escrito Muntsa y Ana Echaguivel, una amiga del grupo, que pretendía a Helena, sin ser correspondida, y que junto a Muntsa fueron los únicos sospechosos que pisaron la cárcel.
Con la lista del grupo excursionista de Sabadell en las manos, los investigadores comprobaron que Muntsa vivía en la finca desde la que se arrojó a Helena. Fueron a su casa, y su actitud huidiza y esquiva les hizo sospechar desde el primer momento. En la mesilla de noche del piso de Muntsa, además, encontraron una caja de ansiolíticos▶ la misma sustancia detectada en aquel zumo, y, justo la cantidad de pastillas que faltaba, era compatible con la que se encontró en la autopsia en el cuerpo de Helena.
Un
crimen grupal